Maullidos a la Luz de la Luna...

Galing kay Sora_Cuadrado

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Las cosas han cambiado mucho para los héroes de Paris. Marinette es la nueva guardiana de los prodigios y tie... Higit pa

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-Princesa y Caballero (AU)-
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-Ghibli AU-

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Galing kay Sora_Cuadrado

Disclamer: Todos los personajes y parte de la trama pertenecen a Thomas Astruc y Jeremy Zag, genios manejando las tramas amorosas de sus personajes. Escribo para divertirme y entretener, sin ánimo de lucro ^^

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Día 2: Ghibli (Au)

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Capítulo uno

-En el que Marinette ayuda a un mago sin querer-

En el país de Ingary, donde existen cosas tales como botas de siete leguas y capas de invisibilidad, ser la única hija de los panaderos más queridos y respetados de la ciudad tenía una parte buena y otra mala. La buena era que los habitantes de la ciudad de Market Chipping adoraban a los Dupain-Cheng por las delicias que preparaban. La mala era que se daba por hecho que, como hija única, tendría que seguir con la tradición familiar algún día.

Y Marinette no estaba segura de que ese fuera su sueño.

En realidad, a sus 18 años, había muy poco de lo que estuviera segura.

Le gustaba preparar pan, y le gusta más aún la repostería. Pero también se sentía más atraída incluso por la creación de vestidos, lo cual no tenía nada que ver con la tradición. Sin embargo, sabía que amaba más que cualquier otra cosa a sus padres y su felicidad.

Y como suele ser habitual en alguien que ha llevado una vida plácida y feliz, su deseo es que sus hijos disfruten de la misma experiencia. Por tanto, Tom y Sabine Dupain-Cheng aspiraban a que su hija Marinette encontrar un amoroso y dispuesto marido que se uniera a ella para continuar con la tradición familiar.

Y, en relación a este deseo, ese era un día muy importante.

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—¡Marinette! —La llamó su madre, asomando su cuerpo por el torcido y angosto hueco de la escalera—. ¡Date prisa o llegarás tarde a la ceremonia!

La ceremonia.

Marinette suspiró observando su vestido nuevo de un tono rosa palo, ceñido a su cintura por un lazo negro. Se alisó el cuerpo y se colocó el sombrero que había comprado justo antes de que la sombrerería de la familia Hatter cerrara, tras la desaparición de la hija mayor, Sophie. A Marinette le gustaba esa joven a pesar de lo introvertida que era porque veía el amor que le ponía a la confección de sombreros.

Era una pena que la tienda fuera ahora una floristería abandonada.

Se aplastó más el sombrero contra la cabeza y se colocó su bolsito a juego en el hombro.

—¡Marinette!

—¡Ya voy!

Bajó las escaleras con cuidado de no tropezar y se encontró con sus padres que la esperaban con una sonrisa y minúsculas motas de harina en sus rostros.

—¡Feliz día de las flores, mi niña! —dijo su padre.

—Feliz día, papá.

Su madre avanzó para colocarle un par de mechones de cabello desprendidos de sus coletas tras las orejas y la contempló, encantada.

—Hoy es el día —le repitió una vez más—. Las flores te esperan en la Plaza Mayor de la ciudad.

>>. Y también tu destino.

Marinette asintió, nerviosa.

—¿Estás segura de que no quieres que te acompañemos, querida? Las calles no son seguras para una jovencita sola...

—Pero papá, si hace ya meses que el malvado mago Howl desapareció llevándose ese horrible Castillo Ambulante —Le recordó ella, despreocupada—. Y tampoco se ha vuelto a oír hablar de la Bruja del Páramo.

—Pero esos groseros guardias del rey aún campan a sus anchas por la ciudad...

—Yo he oído que el nuevo jefe de la guardia es muy estricto con ellos —comentó su madre—. Y que ya no les deja molestar a las chicas.

Su padre meneó su cabeza como si eso no le interesara.

—Yo estoy más preocupado por ese nuevo mago...

—¿Qué mago? —preguntó Marinette.

—Uno que han visto rondando los alrededores de Market Chipping —respondió el hombre—. Dicen que se disfraza de gato para acercarse a las jovencitas que transitan los caminos rumbo a las Páramos y que cuando estas se confían, adopta un aspecto grotesco mitad humano y mitad bestia para devorar su corazón... ¡Igual que hacía Howl!

>>. Se le conoce por ahí como Chat Noir.

—Jamás he oído su nombre... —murmuró Marinette. Se encogió de hombros—. ¡Además, ¿qué importa si solo acecha los caminos?! No tengo intención de salir de la ciudad.

—Aun así debes tener cuidado, mi niña —le dijo su madre, acompañándola hasta la puerta—. No hables con extraños y apresúrate a la Plaza.

>>. Seguro que Luka ya estará allí.

Su madre le brindó una sonrisa cómplice que la chica correspondió solo a medias. Se escabulló al exterior lo más rápido que pudo y enfiló el camino más corto hacia la Plaza Mayor.

La avenida principal de la ciudad había sido alegremente decorada con motivo de la fiesta. Había ramos, macetas, puestos de flores por todas partes y quizás por eso, la vieja floristería abandonada le resultó aún más deprimente cuando pasó por delante de su escaparate polvoriento y desvaído. Pero la gente estaba emocionada con el Día de las Flores y todos querían que los jóvenes tomaran las flores de sus puestos antes de dirigirse a la Plaza, pues era símbolo de buena suerte que una de tus flores fuera usada en la ceremonia.

El dos de mayo era el Día de las Flores en Ingary.

Chicos y chicas jóvenes se reunían en la Plaza Mayor al mediodía, ellos a un lado y ellas al otro. La Ceremonia decía que los chicos avanzaban, uno por uno, con su flor en la mano para entregarla a la joven de la que estuvieran enamorados y con ella se ofrecían a sí mismos. Si la joven correspondía tales sentimientos, tomaba la flor y el compromiso estaba sellado. La pareja se casaría en menos de un mes e iniciaría una vida en común.

Marinette había asistido a la Ceremonia otras veces, siempre como observadora pero ella, al igual que sus padres, también estaba bastante segura de que ese año tendría un papel más relevante. Sí, su amigo de la infancia Luka estaría esperándola con la flor y ella aún no sabía si de verdad quería tomarla. Luka le gustaba y era un buen chico pero... No sabía si lo amaba de verdad.

Quizás habría sido mejor no asistir y librarse de tal decisión, pero ese año el ritual de las flores tenía algo más que lo hacía irresistible para todos los habitantes de la ciudad y esa era la auténtica razón por la que ella no quería perdérselo.

Por fin iban a ver al sobrino del rey.

Hacía ya un año que el hijo del rey, heredero al trono de Ingary, había desaparecido y aunque unos meses atrás regresó al castillo de su padre para ordenarle que detuviera la guerra, después se había marchado de nuevo. Por tanto, el rey hizo venir a su sobrino de tierras lejanas y le concedió el título de Caballero Mayor en su guardia personal.

Todo esto se hizo muy rápido y en secreto, aunque los rumores se expandieron con la rapidez habitual. Era obvio que ese joven desconocido ocuparía algún día el trono, pero hasta ese día nadie le había visto el rostro.

Los más afortunados le habían visto a lo lejos enfundado en su armadura negra, pero tan solo atisbaron su figura esbelta y su porte arrogante.

No obstante, el rey había anunciado que ese día su sobrino acudiría a Market Chipping con la guardia para participar en la Ceremonia de las Flores. ¡Por fin le verían el rostro al futuro rey! Y era aún más emocionante puesto que el caballero entregaría una flor a alguna afortunada que sería reina de Ingary.

Es todo tan terriblemente romántico se decía Marinette, avanzando entre saltitos, sobre los adoquines lustrosos que dibujaban las calles y pasadizos de la ciudad. El sol de la mañana iluminaba los arcos de piedra que atravesaba y el zumbido del tranvía cuyas vías de metal atravesaban la ciudad hacia vibrar los guijarros desprendidos con musicalidad.

Estaba tan emocionada que cuando quiso fijarse mejor por donde iba, se sintió un tanto perdida. Calles que subían en altos escalones, callejuelas que bajaban en empinadas y arenosas cuestas. Las casas se amontonaban dejando apenas espacio para transitar y entonces, llegó a un callejón sin salida.

—Pero... ¿dónde estoy? —se preguntó, confusa.

—¿Necesitas ayuda, bonita?

Una voz áspera procedente de su espalda le produjo un escalofrío. Se volvió despacio y se encontró con dos hombres que la miraban desde la desembocadura de la calle que había tomado. Uno sonreía con suficiencia y cruzado de brazos, el otro la repasaba con la mirada sin expresión alguna.

Los dos llevaban el característico uniforme en tonos turquesa y rojo. Eran guardias reales.

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La sangre del cuerpo se le heló al instante y la garganta se le secó.

Guardias... pensó, nerviosa. Oh, sí recordaba lo que su padre había dicho sobre ellos. Durante la guerra habían paseado por Market Chipping creyéndose los amos de todo y parecía divertirles incordiar a las jóvenes del lugar. La guerra había acabado pero algunos de ellos no se habían marchado.

Marinette sabía que lo mejor era no mostrarse amedrentada por ellos. Aunque fueran dos y ella solo una, aunque fueran casi tres veces más altos y corpulentos que ella, aunque estuvieran bloqueando la única salida posible.

Se estiró, alisándose la falda del vestido y alzó el rostro con altivez.

—No necesito ayuda, gracias —Les respondió—. Solo me he confundido de calle, pero ya sé por dónde debo ir.

Aunque no lo deseaba, no le quedó más remedio que empezar a avanzar hacia ellos esperando que los hombres se dieran por aludidos y se apartaran para dejarla pasar. Cuando apenas los separaban un par de pasos y ellos no habían hecho el menor movimiento, ella se detuvo.

—¿Me dejan pasar, por favor?

El hombre cruzado de brazos tenía un enorme bigote oscuro que se agitó como una serpiente sobre su labio superior y Marinette escuchó algo, como una risita velada entre dientes.

—¿Por qué no nos dices a dónde vas, bonita? Nosotros podemos escoltarte.

Su compañero asintió. Apenas había variado su expresión neutra, pero clavaba en ella sus ojos con gran intensidad.

—A la P-plaza Mayor —respondió, sin poder evitar que se le trabara la voz.

Las cejas, tan oscuras y pobladas como el bigote, se elevaron en la cara del hombre hasta que su frente fue un amasijo de arrugas.

—¿Para la ceremonia de las Flores? —preguntó, pero ella no respondió—. ¿No me digas que andas buscando novio?

—¡No, claro que no! Yo no busco nada.

—Por eso te has puesto tan bonita, ¿eh?

—Es evidente —añadió el otro, de repente—. Es evidente...

—Bueno... aquí tienes a dos valientes soldados de la guardia real, bonita —continuó el bigotudo—. No necesitas ir a la Plaza. Nos acompañarás a otro lugar más divertido, ¿qué te parece?

Marinette retrocedió un paso, sabiendo que era un gesto inútil. Su cuerpo fue bañado por el sudor más helado.

—No... —musito. Carraspeó, intentado recuperar su aplomo—. ¡No, gracias!

>>. Les ruego que se aparten. Me están esperando.

—Esa no es forma de hablarle a un soldado, bonita... —El bigotudo avanzó hacia ella y en un arranque de pánico, Marinette le propinó una patada que le hizo maldecir—. ¡Ah! ¡Estúpida ratita asustada! —El hombre lanzó su mano para atraparla pero entonces, una vara metálica que lanzó un silbido al caer desde el suelo, le golpeó en la mano e hizo que el soldado retrocediera, confuso.

—Os ha dicho que no —replicó una voz que venía de arriba. Marinette echó la cabeza hacia atrás y distinguió una figura delgada y negra, atorada en el pequeño espacio entre dos edificios que manejaba la vara. Apreció el brillo de sus ojos y el de su sonrisa—. Y además ha dicho "gracias", yo creo que ha sido bastante educada... no como vosotros.

>>. Y encima os jactáis de llevar ese uniforme.

—¡¿Quién demonios eres tú?! ¡Da la cara!

La vara regresó al cielo y al minuto siguiente una figura oscura cayó ante Marinette, dándole la espalda.

—¿Por qué no le pedís disculpas a la dama y os marcháis antes de que alguien salga herido?

Los soldados desenvainaron sus espadas en primer lugar, pero Marinette no apartó los ojos de las armas de fuego que cargaban en la espalda.

—¿Quién eres? —insistió el soldado bigotudo—. ¿Y cómo te atreves a hablarnos de ese modo?

—No merecéis más respeto que ese —les respondió—. Habéis tratado de intimidar a esta joven, y aun así ella ha sido elegante y cortés con vosotros...

—¡Me ha dado una patada en la espinilla! —se quejó.

El recién llegado hizo una mueca y soltó una carcajada que dejó a todos impresionados. Los soldados, malhumorados, se lanzaron contra él a la vez. El chico de negro apartó a Marinette con un movimiento de brazo y respondió a los golpes con facilidad.

La chica se encogió contra una pared y observó, perpleja, como ese chico vestido de un modo un tanto extraño, era capaz de mantener a raya a dos soldados de la guardia valiéndose solo de ese bastón. Estrechó los ojos en un momento dado porque le pareció que dicho bastón crecía y menguaba a gusto de su portador.

Magia se dijo ella.

Entonces, ¿ese chico era un mago?

¿Sería un mago bueno o malo?

Ha de ser bueno, porque me está ayudando.

Ese pensamiento le arrancó una espontánea sonrisa en el instante en que el chico de negro se giraba. Sus ojos se encontraron y él, ante esa dulce expresión, vaciló un segundo. Algo fatal, pues los soldados se le echaron encima a la vez, le arrebataron el bastón y lo tiraron lejos.

El chico se revolvió pero consiguieron inmovilizarle. Marinette, horrorizada, se deslizó al suelo y gateó con sigilo hasta alcanzar el bastón mágico. Apenas lo había rozado, cuando escuchó hablar al soldado de nuevo.

—¡Creo que ya sé quién eres, niño! —Exclamó, furioso—. ¡Tú eres ese al que llaman Chat Noir! —De la impresión, Marinette casi soltó el arma. Levantó la mirada y vio, ahora con más claridad, que el atuendo que llevaba su salvador era de lo más sospechoso. Elástico, ceñido, de un negro brillante. Un antifaz cubría su rostro pero sus ojos brillaban de un modo increíble. Y ¡Sí! Tenía dos orejas de gato en su cabeza...

Chat Noir pensó, asustada. El malvado mago de los caminos que devora los corazones de las chicas.

—¡El sobrino del rey se llevará una alegría cuando te entreguemos!

—Pues no creo —respondió él. Capturó la mirada de Marinette, se percató de que tenía su bastón y en silencio, le suplicó ayuda.

¡Pero no podía ayudar a un mago malvado!

Aunque la había salvado... Quizás no fuera él. ¡Por supuesto! Los soldados debían estar equivocados. ¿Por qué iba el malvado Chat Noir a intentar salvarla?

Marinette no se lo pensó más. Cargó con todas sus fuerzas el bastón y lo más deprisa que pudo le asestó un golpe en la cabeza al soldado que sujetaba al chico. Este se liberó de un salto, la sonrió y le guiñó un ojo.

—Muchas gracias, mi lady —Hizo una reverencia y miró a los hombres—. Yo me encargo del resto —Alzó su mano al cielo y gritó—. ¡Cataclism!

Bajó la mano al suelo y este tembló de un modo terrible.

Los soldados cayeron sin remedio sobre la piedra y los edificios crujieron. El chico saltó y aterrizó justo frente a ella que se había quedado anonadada.

—Vámonos —Le dijo. Le arrebató su vara metálica y con la otra mano, la tomó por la cintura. Marinette no tuvo tiempo más que de agarrarse a él al sentir que su cuerpo se elevaba en el cielo y se quedaba sin respiración.

A sus pies, el suelo se abrió, resquebrajándose en una gruesa grieta que se tragó a los soldados.

Marinette cerró los ojos, muerta de miedo.

Ese chico que la llevaba por el cielo sí era un mago. Había hecho un hechizo que había abierto la tierra para sepultar a dos hombres. De modo que sí era malvado.

Chat Noir pensó asustada.

Estaba segura de que debía ser él y... que si la había salvado, era para poder comerse su corazón bien a gusto

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Cuando aterrizaron en el suelo, Marinette se alejó de él a toda prisa con las dos manos sobre su pecho. Lo observó asustada mientras él meneaba la cabeza y sus cabellos rubios se agitaban.

Después la miró con una malévola sonrisa.

Ella apretó los labios.

—Por favor —le dijo, con la voz estrangulada—. Por favor, no te comas mi corazón...

—¿Comerme tu...? —El chico hizo una mueca de asco—. Miauch... Los gatos no comemos corazones.

—Pero... ¿eres Chat Noir?

—Sí, lo soy.

—¡Tú te comes los corazones de las chicas!

—¡Vaya! ¿Eso dicen de mí? —preguntó, sorprendido—. Es culpa del bobo de Howl, por dejar que esos rumores absurdos corrieran por ahí —Le mostró, entonces una sonrisa tranquila—. ¿Cómo te llamas?

Aunque vaciló porque no quería que él supiera su nombre, estaba demasiado asustada.

—M-marinette Dupain-Cheng...

—No voy a comerme tu corazón, Marinette.

—¿Ah, no?

—No. ¡Me has salvado de esos tipos! —Recordó él. Entonces empezó a acercarse a ella y la joven retrocedió hasta que su espalda tocó con la pared de un edificio. Él se detuvo un poco antes y alargó la mano. Creyó ella entonces que sí le arrancaría el corazón del pecho, así que se cruzó de brazos, pero Chat cogió una de las flores que sobresalían de la maceta que colgaba del muro junto a la cabeza de ella y se la tendió—. Muchas gracias, Marinette —Le susurró. La chica asintió, confusa, y como no quería problemas, aceptó la flor.

El rostro del mago estaba tan cerca que pudo ver la forma ovalada de sus pupilas y que el verdor de estas le cubría todo el ojo con un resplandor maligno. Turbada, parpadeó varias veces y él sonrió, divertido.

Se quedó mirándola un instante y se inclinó para depositar un fugaz beso en su mejilla.

Marinette se aplastó contra la pared, con el corazón en la garganta.

—Debo irme, mi lady —indicó él, apartándose.

—No soy una lady —replicó ella sin saber por qué.

—Bueno... entonces... serás mi princesa —La chica enrojeció, de algún modo ofendida pero él se despidió con la mano—. ¡Feliz día de las Flores! —Golpeó el bastón y se elevó a toda prisa, pero en la lejanía, le chilló algo más—. ¡Ya nos veremos!

Marinette avanzó con la mirada clavada en el cielo, pero Chat Noir ya se había desvanecido.

Estaba sola. A salvo. Conservaba su corazón.

Suspiró, muerta de alivio y miró la flor en su mano.

No puedo contarle a nadie lo que ha pasado se dijo. No, nadie debía saber que había salvado al malvado Chat Noir, el mago acechador de caminos que tenía el terrible poder de destruir la roca como si fuera cristal. Y mucho menos nadie debía saber que él la había besado.

Se acarició la mejilla, aún estaba cálida.

Decidió que ya era hora de volver a casa. Ya no estaba tan interesada en la ceremonia, ni el misterioso sobrino del rey...

... Y fue una suerte, ya que toda la gente que esperó hasta la puesta del sol en la Plaza Mayor para verle, quedaron decepcionados. Por alguna razón, el sobrino del rey no se presentó a la cita.

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¡Hola Miraculers!

Día dos del reto. Un relato AU ambientado en alguna de las pelis de Estudio Ghibli al cual adoro. He escogido la película "El castillo Ambulante" ¿La conoceis? Aunque me he basado en el formato del libro en el que se basa la película para escribir el capítulo. También es uno de mis libros favoritos ^^

¿Os ha gustado?

No soy muy de AU, pero me pareció divertido. Mi primera idea fue usar la peli de "Nicky, la aprendiz de bruja" que también tenía un gatito negro, pero al final "El castillo ambulante" era mucho más especial para mí.

Aún no estoy segura de cómo o de qué capítulos serán, pero creo que me gustaría seguir esta mini historia de Marinette y Chat en el reino de Ingary, así que...

Quiero agradecer de todo corazón a toda la gente que ayer se pasó a leer el primer relato del reto ^^ Gracias por vuestros votos y comentarios, me hizo mucha ilusión. Espero que la historia os siga gustando.

¡Os mando muchos besotes!

¡Y nos vemos mañana!

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