Me quedé mudo, sin poder pronunciar una sola palabra. Ella solo respondió diciendo "Mañana a las 10, tú y yo, en el Caffe Nero" y sin añadir más, me colgó. Sonó decepcionada, quizás así lo percibí yo y lo entiendo. Y es mi culpa, me siento ahora terrible por mentirle a mi propia familia. Yo de verdad no quería que supieran de Connie desde el principio, porque todo esto es sinceramente una locura.
Por lo que en la mañana, yo me encontraba ahí esperándola en una mesa. Escuché a alguien entrar al lugar debido a que el campaneo de la puerta se hizo presente. Alcé la vista y la vi ahí. Ella me miró de inmediato, soltó un suspiro, y se acercó a mí.
—Hola —murmuró, tomando asiento.
—Hola —igual murmuré.
El mesero llegó y Gemma pidió su taza de café. Cuando él se marchó por su pedido, un pequeño silencio se hizo presente.
—¿Por qué? —de pronto soltó. Solo me miraba con una expresión seria.
—Es un trato que hicimos. O bien, yo se lo pedí —miré mi bebida que de seguro ahora estaba fría. No le había dado ni un sorbo.
El mesero le entregó a mi hermana su taza de café y después se marchó.
—Pero los vi juntos, parecía tan real —negó su cabeza y luego volvió a mirar directo mis ojos— Pero ahora sé que fingen. ¿Por qué Harry? Tú ya tienes talento, nunca necesitaste hacer tal cosa en toda tu carrera profesional.
—Me quedé sin inspiración, es eso —solté.
—¿Pero por qué ese tipo de trato tan raro? ¿O es una excusa para enrollarte con esa chica? —frunció sus cejas.
—¡No! Gemma, yo no me involucro así. Jamás utilizaría a una chica solo para acostarme con ella —dije muy serio.
—¿Pero...?
—Escribiré una novela bastante dura. Una historia hiriente, una novela de sufrimiento emocional. No tenía inspiración para redactar algo así y de verdad necesitaba hacer ese libro por lo que se me ocurrió esa idea y le pedí ayuda a Connie —fui honesto.
Ella seguía sin comprenderlo. Y lo sabía, carajo. Siempre supe que esa clase de locura no iba conmigo. Como escritor, yo no necesitaba hacer esto, pero es real que a veces las ideas no fluyen. Y si decidí hacerlo, es porque entré en crisis. Todos esperan mi cuarto libro. Así que necesito emociones reales, no fingidas, porque de ser así no tendría el mismo impacto.
—¿Y cómo es que ella aceptó? ¿de dónde la conociste? —Gemma tenía miles de dudas.
—Es la recepcionista de la editorial donde trabajo.
—¡Oh Dios, Harry! —negó— Es increíble. Te amo, eres mi hermanito, pero es una locura como tú dices.
—Lamento decepcionarte —apreté mis labios.
—Sí, lo hiciste —hizo una leve pausa— Y me sorprende de ti. Nos engañaste a la mayoría. Mamá no debería enterarse o estaría peor que yo.
Casi se enteraba, por suerte no sucedió.
—Mamá no tenía que haber conocido a Connie en primer lugar. De hecho, nadie de la familia. Era secreto, porque no quería que mi propia familia me juzgara...—bufé—, pero mamá nos vio y supuso que teníamos algo real. Y ahora espera que funcione cuando no será así —agaché la cabeza, muy estresado.
—Te notamos feliz con ella, es eso. Pero jamás creí que fuese una farsa —bebió de su taza— Todo parecía tan real.
La vi, y tragué saliva algo tensionado por lo que iba a decirle.
—Es real lo que ves, Gemma. Connie no es mi novia real, pero el trato es sobre que me enamore y después que rompa mi corazón. Y pienso que...
—¿Que lo está logrando? —terminó de decir por mí.
Yo asentí en silencio.
—Solo te diré que a pesar de que pienso que es una locura, sabes que estaré para ti en lo que sea. No me enorgullece pero te quiero, Harry —tomó mi mano y me miró sincera.
—Perdón por mentirles —dije con honestidad.
—Solo piensa en lo que haces —me soltó— Connie me agrada, es una chica muy linda. Es una tristeza que solo sea fugaz, de verdad me hubiera gustado que estuviera contigo.
No dije nada al respecto, quizás tenerlo en cuenta me ponía en muchas dudas.
—Como sea; espero tengas una buena excusa para mamá cuando termines con tu trato —tomó su bolso— ¿Quién más lo sabe?
—Niall, Connie por supuesto, Eliza y tú —los mencioné y ella asintió.
—Guardaré el secreto, me conoces. Me tengo que ir ahora —dejó un par de billetes sobre la mesa— Cuídate, hermano. Nos vemos luego.
Durante mediodía, estaba en mi departamento escribiendo en mi ordenador. He decidido comenzar el adelanto. Puesto a que no estoy roto, comencé a dedicarme a escribir un prólogo sobre la sensación de sentirse hipnotizado. Connie es una amiga, una persona a lo cual siento mucho aprecio. No solo es hermosa, sino que bastante comprensible. Inocente pero a la vez traviesa. Había un montón de sentimientos que hace tiempo no experimentaba. Me provocaba nervios, pero me gustaba sentirlos con ella.
En mi escritorio me di cuenta que estaba la nota que me hizo escribir sobre las razones del por qué me gustaba estar con ella. Nunca tuve la oportunidad de dársela, pero al leerla de nuevo, sonreí por lo que escribí a mano en esa hoja de papel.
Mi publicista me mandó un mensaje diciendo que necesitaba ir a la editorial a recoger unos recados importantes. Así que no me quedó otra opción más que ir, lo cual era bueno porque así podría saludar a Connie por un momento.
Al llegar al edificio, ella estaba haciendo llamadas, pero al verme me sonríe feliz. Yo alzo un poco la mano como saludo y le sonrío igual. Rápidamente voy a la oficina de mi publicista y firmo un par de cosas a la vez que me entrega unas carpetas.
—No puedo esperar para leer ese cuarto libro, Harry —me dice contenta, y yo le sonrío como respuesta, pero no digo nada.
Ya podía sentir la presión de la vida atormentándome. Bajé por las escaleras a la planta baja y fui ahora sí con Connie a su escritorio.
—Hola —sonreí de lado.
—Hola Harry. Siendo honesta, a veces olvido que trabajamos aquí —suelta una leve risa.
—Sí, también me pasa. Oye —ahora me pongo serio—, quiero decirte algo. Pero no creo que aquí sea el lugar adecuado.
Ella al verme sin expresión alguna en mi rostro se preocupa.
—¿Quieres que pase a tu departamento y así hablamos? —alzó una ceja y yo asentí con mi cabeza de acuerdo.
—Buen día Connie, ¿podrías hacerme un favor?
El ruido de unos tacones se hicieron presentes al momento en el que dijo eso. Al igual que un acento notoriamente americano. Yo la miro, y al hacer eso, ella me mira a mí.
—Hey, Harry, no te había visto. Me alegra verte por cierto —me sonríe Aria. Me extiende la mano y yo la tomo con una sonrisa incómoda pero trato de lucir normal.
—El gusto es mío, Aria —respondo.
—Hace un par de meses que no nos topamos por aquí, supongo que estás ocupado haciendo tu libro —su sonrisa en mí no desaparece.
—Uh, sí, así es —solté una leve risa.
Sentí la mirada de Connie en mí. Yo la miro por un pequeño segundo, y noto cómo me sonríe confundida. Y lo comprendo, estoy actuando nervioso frente a Aria. ¿Pero cómo no podría? Si la última vez que nos vimos fue en su oficina de diseño y ambos estuvimos desnudos encima de su escritorio.
—Suena perfecto. Por cierto, Connie, ¿podrías ayudarme a mandarle unos mensajes al señor Dalton? —ahora mira a mi novia. Quiero decir, a Connie, mejor dicho.
—Claro, yo te ayudo —respondió ella.
—Bien, fue gusto verlas —las miré a ambas, ellas me miraron a mí— Tengo que irme, hasta luego chicas.
—Hasta pronto, Harry —solo respondió Aria. Miré a Connie, y ella solo me mostró una pequeña sonrisa como despedida.
Cuando fui a casa, me dispuse a imprimir el prólogo que me dediqué a hacer durante mediodía. Pero en mi cabeza solo podía pensar en la cara de decepción de Gemma. Quizás este será el último libro que saque haciendo tal cosa. Y lo juro conmigo mismo, no volveré a enrollarme con alguien para tener inspiración.
Por la noche, la visita de Connie se hizo presente en mi hogar. Así que la recibí con un abrazo cálido.
—Hola, ya estoy aquí —se sentó en el sofá cuando entró— ¿Qué pasó? ¿todo bien?
—Mi hermana se enteró del trato por error —ella quitó su sonrisa— Llamé a Niall, según yo. Le dije un par de cosas donde mencioné sobre nuestro trato fugazmente y resultó que era Gemma.
Connie quedó callada.
—No te sientas mal, Connie. Está decepcionada conmigo, no de ti —me senté a su lado.
—Igual me siento mal —me mostró una leve sonrisa, sin muchos ánimos— Espero todo esté bien entre ustedes.
—Lo está. Solo está decepcionada, pero Gemma es Gemma, no está molesta conmigo. Sé que sigue apoyándome no importa qué, sólo que le sorprende que haga este tipo de cosas para inspirarme y el hecho de que no somos una pareja real —suspiré, estaba algo cansado.
—Lo entiendo, pero me alegra que siga allí para ti —tomó mi mano con la suya como una muestra de apoyo.
—Y también se enteró que tuvimos sexo en casa de mis padres —hice una mueca incomoda y ella soltó mis manos mientras abría sus ojos.
—¡Harry! —abrió sus ojos— ¿Por qué te equivocas demasiado con tu celular?
—Lo lamento, solo que llegué a casa demasiado complacido que lo solté sin pensar. Tomé un poco de alcohol en esa cena —dije arrepentido pero ella comenzó a reír. Reí igual y me acerqué más a ella para recostar mi cabeza en su hombro. Amaba su dulce aroma.
—Oye Harry, una pregunta.
—Dime.
—¿Por qué estuviste tan nervioso y sonrojado cuando llegó Aria? —preguntó curiosa y yo me separé para verla a los ojos.
Mierda, pero bueno, decidí decirle la verdad.
—Bueno, ¿te acuerdas que una vez me preguntaste cuándo fue la última vez que tuve sexo y yo te dije en ese momento que hace 4 meses? —ella trató de recordar pero terminó asintiendo— Bien, pues fue con Aria.
Ella abrió los ojos sorprendida.
—Ya veo, ¿con la diseñadora gráfica de la empresa? —asentí a su pregunta, algo avergonzado.
—Sí, bueno, hubo mucha tensión sexual por meses entre ambos mientras trabajamos juntos. Ambos lo sentimos. Y sin resistirlo más, tuvimos sexo en su oficina —confesé, algo sonrojado. Connie sonrió al verme así.
—Me parece muy lindo que te sonrojes —hizo una leve pausa— Pero volviendo al tema, ¿Por qué no la seguiste viendo? Es decir, ella es muy linda y carismática.
Pensé en mi respuesta, por lo que nos quedamos callados por unos largos segundos.
—Sí, lo sé. Supongo que después de eso todo fue incómodo. Seguimos trabajando y actuamos como si no hubiera pasado eso —encogí mis hombros— Y no la había visto de nuevo hasta hoy.
Volvimos a quedarnos callados.
—¿Tienes hambre? —dije de pronto, ella volvió a verme y asintió— Te prepararé algo para que cenes conmigo, algo especial —me levanté del sofá.
—Te acompañaré en la cocina, quiero ayudarte —igual se levantó.
Mientras preparaba la salsa para la pasta, Connie estaba haciendo la ensalada. Dejé que se cociera lo que estaba preparando y me acerqué a ella. La abracé por detrás, recargando mi barbilla en su hombro.
—Connie, te adoro —me atreví a decirle en un murmuro.
Ella giró un poco su cuerpo y me dio un beso en la frente. Pero no fue suficiente para mí, por lo que tomé sus suaves mejillas y le di un beso en los labios. Luego tomé su trasero con mis manos, ella me apartó entre risas.
—Hey, ¿Qué haces, eh? —sonrió al verme.
—Me gusta tocarte...—sonreí travieso, me gustaba sonrojarla. Al menos provocaba algo en ella, y me demostraba que no solo yo estaba cayendo.
—¿Oh? ¿En serio? —tomó mis mejillas— Igual me gusta cuando me tocas —susurró en mis labios, su voz sonando en un suave murmuro.
—Mierda —miré sus ojos cerca de los míos— Eso fue caliente —murmuré, volví a dejar mis manos sobre su culo, acariciándolo un poco— Me estoy poniendo duro ahora. Y algo... adolorido allá abajo —reí, pero no estaba mintiendo.
Con lo que sentí por Aria, no se compara por lo que siento con Connie. Decirle adiós a Aria no fue para nada doloroso, solo confuso. Pero cuando me despida de Connie, sé que me dolerá.