prólogo

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El frío de aquella mañana hacía que todo fuese más lento, la lluvia caía sobre el suelo formando pequeños charcos que arruinarían los zapatos de algún empresario apurado o de alguna mujer en busca de trabajo. La ciudad portuaria de Yokohama cada vez era más poblada, con el sonido de los autos en las calles y los barcos llegando día tras día al muelle era difícil quedarse atrás.

Para el pesar del joven Katsuki los accidentes en su vida diaria se habían incrementado considerablemente entre más salía a la calle, tanteando el pavimento con su bastón, chocando con varias personas a las cuales maldecía en el proceso, hasta finalmente llegar a su lugar de destino: un espantoso taller con olor a gasolina y sonidos extraños que le ponían los nervios de punta, en el cual había conseguido trabajo gracias a la lástima que el dueño del lugar le tenía.

No necesitaba su lástima, tampoco la quería, pero era mejor eso que morir de hambre.

- Katsuki, buenos días -saludó el hombre mayor con su reconocible voz ronca- parece que justo comenzó a llover cuando venías ¿quieres una toalla para secarte?

- Estoy bien, viejo, no me mojé demasiado -respondió dejando a un lado su abrigo húmedo y comenzando a caminar hacia su lugar de trabajo.

Si bien era cierto que sus extremidades se sentían entumecidas por el frío, no aceptaría la ayuda de su jefe en algo tan simple como eso, luego de trabajar un rato estaba seguro de que entraría en calor por si mismo.

- Te tengo buenas noticias, ¿recuerdas el local del frente, el que estaban vendiendo hace rato? -preguntó el hombre en un intento por iniciar una conversación con el menor, quien solo bufó en respuesta- finalmente lograron venderlo, tendremos nuevos vecinos en un par de días.

- Desde que no traigan problemas, no me interesa.

Como siempre las respuestas de Katsuki eran cortas y agresivas, luego de esto el mayor entendió perfectamente el mensaje de que no deseaba ser molestado.

Las manos del pelinegro recorrían cada cable, cada extraño artefacto dentro de aquel viejo motor, buscando una forma eficiente de repararlo. Quizá Katsuki no sabía leer o escribir, pero había aprendido a la perfección el funcionamiento de cualquier automóvil de la ciudad únicamente con ayuda de sus manos. Podía considerarse un prodigio al poder hacer eso en la condición que se encontraba, y era por eso que el taller había tomado algo de fama por el joven no vidente que lograba reparar hasta el motor más dañado en cuestión de horas.

El viejo Aizawa siempre lo había apreciado como a un niño malcriado, a quien respetaba por sobretodo, dejándolo expresarse de formas poco decentes y únicas sin reprocharle nada, pues entendía que un joven que no era capaz de ver la luz del sol debía tener el interior de un cubo de hielo, frío y completamente congelado.

⋆┈⊰ ★ ⊱┈⋆


Aproximadamente a medio día, las voces en la planta baja del taller llamaron la atención del joven de cabellos rubios, quien dejó a un lado su trabajo para asomarse por las escaleras del lugar. No sabía con quien estaba hablando su jefe, pero aquella voz enérgica de quien sonaba como la de un joven lo sacaban de sus casillas.

- ¿Quisieran hablar más bajo? Estoy intentando trabajar, y sus malditas voces no me dejan concentrarme -gritó desde la parte alta de la escalera.

Tanto el hombre mayor que se encontraba allí con un joven de cabellos rojizos se sobresaltaron, llevando su mirada hacia Katsuki, quien se asomaba al final del camino que llevaba al segundo piso.

- Katsuki, tenemos visitas, es el joven Kirishima, él fue quien
compró el local del frente, ¿no quisieras conocerlo?

- Suena fascinante, quizá la próxima vez se me antoje -habló de forma sarcástica, regresando a su lugar de trabajo sin decir nada más.

Intentando tragarse la vergüenza, Aizawa se disculpó con su vecino por la actitud de su empleado, quien no hizo más que reír.

- Es un chico peculiar ¿no es así? -preguntó en voz baja cuando sus risas finalmente se detuvieron- Será mejor que me vaya, no quiero molestarlos más, solo quería saludar, pasaré en otra ocasión cuando la cafetería esté lista.

El hombre no hizo más que despedirse del extrovertido muchacho con la misma vergüenza de antes, aceptando que tendría que acostumbrarse a pasar muchos más escenarios similares ahora que serían vecinos.

Por otro lado, Eijiro regresó al local que había comprado hace poco luego de saludar al último de los dueños de los negocios cercanos al suyo, presentándose y deseando una buena convivencia entre todos. Pero algo perseguía sus pensamientos y no dejaba en paz su cabeza, aquel chico de tez pálida que se había asomado por la escalera y había actuado de forma feroz frente a él.

"Quizá la próxima vez se me antoje" había dicho, la paciencia no era su más grande virtud pero estaba decidido a esperar para poder sostener una conversación decente con tan entretenido joven.

Ramé | KiriBaku AUOn viuen les histories. Descobreix ara