Es predecible que no ganaré esta batalla de terquedad por lo que, sin rechistar, aparto todas las sabanas a un lado. Holmes se lanza al suelo del susto cuando me pongo en pie, tomo mi neceser y sin volver la vista atrás me dirijo rápidamente al baño, no obstante, puedo sentir aún el peso de la mirada de Ian sobre mis hombros. ¡Maldito vikingo del demonio! ¿Nadie le ha enseñado en su vida un poco de educación? Mira que amenazarme desde tan temprano en la mañana, debería darle vergüenza, y decir que sentí un poco de pena hacia él por todo lo que ha tenido que vivir.

«Me compadezco de su difunta esposa si también tuvo que soportar estos malos tratos, pero está muy equivocado si piensa que será siempre así».

Comienzo a quitarme la ropa para tomar una rápida ducha mientras pienso en todos los antepasados de Ian Cates, por lo menos me desahogo un poco la frustración murmurando por lo bajo. Entro en la bañera y giro el grifo aun abstraída en mis pensamientos, un chorro de agua helada cae sobre mi piel desnuda provocando, a su vez, que un sonoro grito escape de mis labios.

«¡Mierda! Este día ya no puede ir a peor».

Cuando escucho la puerta del baño abrirse con un estruendo, me regaño mentalmente por haber pensado en esas ilusas palabras; está demostrado que sea cual sea la situación, siempre puede ser peor. Con los ojos aun empañados por el agua, estiro las manos intentando buscar una toalla que me ayudase a cubrirme el cuerpo desnudo.

—¿Qué demonios te ha ocurrido? —pregunta un confuso Ian.

Al percatarse de mi situación actual, aparta la vista de mí, gira la cabeza en otra dirección para evitar el contacto visual. Aprovecho ese breve intervalo de tiempo para envolverme correctamente en la blanca toalla, sin que esta se me resbale debido al agua, cuando me aseguro que no se moverá de donde la he colocado presto atención al hombre frente a mí.

—¿Es que en este lugar no hay agua caliente? —Intento obviar el rubor que aparece en mis mejillas ante la vergonzosa situación.

—El calentador del agua se averió anoche luego de que me di una ducha, no he tenido tiempo de repararlo con todo lo sucedido.

—¿Y cómo haces para bañarte con el agua tan fría?

—Estoy acostumbrado al agua helada, la ducha fría compensa al intenso calor del día.

—Bueno, pues yo necesito un poco de agua caliente en las mañanas, no quiero pescar un resfriado.

—Por el momento no será posible, te aconsejo que te vayas acostumbrando, costará reparar el calentador.

Miro en todas direcciones a excepción de donde se encuentra Ian. Esta era, sin duda alguna, la situación más bochornosa por la que he pasado en mi vida; ni siquiera los tontos accidentes en la cafetería del señor Bernard se le podían comparar. Por lo visto Ian tampoco encuentra nada para decir, debe ser la primera vez que le sucede algo así también. De seguro jamás pensó que su matrimonio por conveniencia traería tantos dolores de cabeza.

—Será mejor que termines de ducharte, hay muchas cosas por hacer.

Sale del cuarto de baño cerrando la puerta tras de sí, no puedo evitar preguntarme si entre tanta confusión me habrá llegado a ver desnuda, espero haberme cubierto el cuerpo a tiempo, pero la verdad es que no estoy muy segura de ello. Hago de tripas corazón y vuelvo a abrir el grifo del agua, esta vez las frías gotas no me toman por sorpresa. Me aseo lo más deprisa que puedo, no quiero tener que volver a discutir con Ian. Al momento de buscar mi ropa para vestirme me enfrento a un nuevo problema: olvide tomarla de mi maleta. ¡Maldita sea! Con mucho sigilo voy en puntillas de pies hasta la recamara, para mi alivio Ian no se encuentra por todo el entorno. «Por lo menos algo me sale bien el día de hoy».

OJALÁ...Where stories live. Discover now