En la oscuridad

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Debe ser la oscuridad, seguro que es por ella. Recorro las calles atravesando las más vacías, aquellas a media luz. Giro en otra esquina y llego al fin. Las farolas están todas apagadas y el aire frío cargado de humedad. Solo se ve gracias a luz de las calles aledañas. En mitad de la calle el está mi destino. No hay neones pero el grupo fumando a la intemperie marcan el lugar mejor que cualquier letrero.

Deben ser las cuatro y el efecto del de los gin-tonic se me empieza a pasar, aunque no lo suficiente como para que me import un carajo hacer el imbécil, ya me preocuparé mañana de ello con la resaca.

Entro en el local. Estás aquí pero no te veo. Pido otro gin-tonic al barman mientras recorro el lugar con la mirada. Otro tugurio oscuro sucio y ruidoso, pienso con cierto desdén mientras repaso mentalmente los que conozco en la zona. El sitio está lleno de gente, una pareja se mete mano en mitad de la pista que hay al fondo junto a tres chicos que no les hacen caso y que se ríen de alguna estupidez; los cinco parecen colocados y aparto la mirada. Sé que a estas horas y en estos sitios más descaro de la cuenta te mete en líos. además, no quiero una pelea sino verte y hablarte, que por una vez las palabras no se asfixien en mi garganta y nazcan muertas. Quiero que por una vez me mires y me veas, que me escuches y sonrías.

Al fin te veo. Estás en un rincón sentada mientras alguien te habla al oído y sonríes. Seguro que es por la oscuridad; tu resplandeces y mientras yo, en la penumbra, me hago invisible.

Doscientas PalabrasWhere stories live. Discover now