¿Qué pasó con Ezra? - Parte 3

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Las hojas volvieron a moverse.

Escuché pasos.

Parecían venir desde la parte trasera de la casa.

Me mantuve agachado y alerta.

Vi una figura aproximarse a mí y sostuve con mayor firmeza el cuchillo. Podía hacerlo. Solo tendría que empujarlo contra su pecho aunque los nudillos me dolieran.

Cuando se acercó lo suficiente la reconocí.

Era Taylor.

—¡¿Qué haces aquí?! —expresé en un tono bajo pero de reproche.

—¡¿Qué haces tú aquí?! —inquirió ella, utilizando el mismo tono que yo—. ¡¿Por qué tienes un cuchillo?!

Nos miramos de arriba abajo. Ella horrorizada y yo molesto por intervenir en mi plan.

—¿Me seguiste? —solté.

—Esta mañana, y pensé que venías aquí a sufrir de un modo raro, pero estás vigilando esa casa. —Señaló la casa de Tomas—. ¿Por qué?

Eché un vistazo hacia atrás y todavía no salía nadie.

—Ahí tienen a Ezra —susurré.

Ella abrió tanto los ojos que pareció asustada.

—¿Qué? ¿Quién?

—Tomas.

—¿Qué Tomas?

—El Tomas que una vez casi me parte las costillas a golpes. El que era el abusón en la secundaria.

Taylor frunció el ceño, desconcertada.

—¿Ese niño rosado y enorme?

—Bueno, ya no es un niño pero ahora es más rosado y más enorme —dije, volviendo a echar otro vistazo hacia la casa por si las moscas.

—¿Por qué él tendría a Ezra? ¿Y cómo lo sabes? —Me miró con suma preocupación—. Dios, Milo, creo que esto te está afectando muchísimo.

Le dediqué una mirada dura.

—Sé que está ahí, ¿de acuerdo? Y voy a sacarlo.

—Pero, ¿cómo?

—Entraré.

Taylor se mostró en desacuerdo. Una expresión de horror e inquietud cruzó su rostro.

—¡Estás loco! ¡No entrarás a ningún lugar!

—¡No hables tan fuerte! —le reclamé.

Empezamos a discutir al mismo tiempo, y entonces la puerta de la casa de Tomas se abrió por primera vez en todo el día. Me abalancé sobre Taylor y le cubrí la boca mientras miraba la escena. Tomas acababa de salir y detrás le seguía otro tipo que nunca había visto en mi vida. Lucía tan intimidante como él, así que debía de ser alguno de sus amigos.

Se encaminaron hacia un auto que estaba aparcado fuera del garaje, se subieron y se fueron.

Me apresuré a sacar mi celular.

—Bueno, ya que estás aquí me vas a ayudar —le dije a Taylor. Ella me miró con cierta angustia—. Esto es lo que vamos a hacer. Voy a entrar. Contarás diez minutos, Taylor. Diez minutos y llamarás a la policía, ¿de acuerdo?

Taylor negó con la cabeza.

—Él no vive solo. Adentro deben de estar su madre y su padre. Alguno te verá y pueden ser peor que él...

—Todos sabemos que su madre se la pasa en los bares y que su padre es un borracho. Si tengo un poco de suerte, ninguno estará ahí. Ni siquiera los vi llegar.

No puedo evitar enamorarme de tiKde žijí příběhy. Začni objevovat