Hermione salió bailando de la cocina y se dirigió a la mesa del salón. Su bolso seguía colgando de una de las sillas alrededor de la misma, así que lo tomó y se lo colgó atravesándole el pecho. Su móvil estaba dentro. Estaba apagado, pero estaba ahí. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar la realidad... pero no ese día. No tenía por qué ser siquiera esa semana. Sus padres podrían sobrevivir sin tener noticias de ella un poco más.

Intentando que aquello no arruinara su estado de ánimo, Hermione abrió el bolso y rebuscó en él durante unos segundos. No estaba segura de cuánto dinero tenía, así que se disponía a comprobarlo. Cuando encontró su cartera y la sacó, algo más se enredó en sus dedos y cayó al suelo haciendo más ruido del que debiera. Miró hacia abajo, a aquella pequeña tableta de diminutas pastillas rosas que de repente parecían reírse de ella y de su falta de sensatez. Las rodillas de Hermione se doblaron y tocaron el suelo antes de que ella se inclinara sobre la tableta de pastillas como si todo hubiera dejado de tener sentido de un momento a otro.

Eran las píldoras que su ginecóloga le había recetado para regular su periodo. La tableta estaba por la mitad... y ella había olvidado tomarse las de los últimos cinco días. La cogió del suelo y se quedó mirándola durante más de un minuto. ¿Qué estaba esperando? Sabía perfectamente que se le había olvidado tomarlas. Tal vez su mente estuviera buscando razones por las que no entrar en pánico. Sin embargo, no encontró ni una sola. Contó mentalmente las veces que había tenido sexo con Draco... Una vez, dos, tres... Cuatro. Cuatro veces en los últimos cinco días. ¿Qué probabilidad había de quedarse embarazada? Influía el hecho de haber sido virgen hacía relativamente poco? ¿Qué se suponía que debía hacer a partir de ahora? ¿Qué pautas seguir? ¿Cómo descubrir su estado? ¿Debía seguir tomando la píldora?

Se sentía estúpida, imbécil, ignorante. Ya nada quedaba del estado de euforia que había elevado su ánimo hasta el cielo hacía sólo unos minutos. Ahora todo se había vuelto oscuro. La música ahora incluso parecía lúgubre. Un pitido en sus oídos hizo que dejara de escucharla. Su corazón latía a mil por hora mientras seguía en el suelo mirando las pastillas con la boca seca y una seria dificultad para respirar. ¿Estaba hiperventilando? Tal vez. ¿Eso que acababa de resbalar por su rostro era una lágrima? Quizás.

Era una tonta. Sin lugar a dudas una demente. Una "mujer" de veinticinco años que se dejaba llevar por las emociones fuertes y olvidaba cuidarse. Una inútil. Hubiera apretado las manos en dos puños si hubiera encontrado las fuerzas necesarias para hacerlo. Estaba enfadada consigo misma por tal tremendo desliz. ¿Acaso no era de cajón? ¿Cuántas veces se lo habían repetido en las clases de educación sexual en el colegio? Si tienes relaciones sexuales puedes quedarte embarazada. Draco ni siquiera había usado algún tipo de protección. Algo le había hecho sentirse segura con él, dejarse llevar. Tal vez hubiera recordado que tomaba las pastillas y que por eso el riesgo descendía a un minúsculo uno por ciento. Recordaba las palabras exactas de su ginecóloga: "Será del uno por ciento siempre que se tomen de manera correcta". Podía escuchar de nuevo la advertencia que le hizo justo antes de marcharse y a la que no prestó mucha atención: "Si no se toma de manera regular, el riesgo aumenta hasta un quince por ciento".

Había un quince por ciento de probabilidad de que estuviera embarazada. Un simple quince por ciento que se hizo enorme en su cabeza. Quince, quince, quince.

—¿Hermie? —escuchó a lo lejos.

Ella tragó saliva, incapaz de proferir palabra. Unas manos la tocaron. Hubiera jurado que la voz estaba mucho más lejos. Alzó la vista y se topó con el rostro de Draco a escasos centímetros del suyo. Pero estaba borroso. Cerró los ojos y frunció el ceño intentando calmarse. No supo cuánto tiempo había pasado, pero finalmente el pitido de sus oídos se fue desvaneciendo poco a poco. Parecía que él había quitado la música porque ahora sólo escuchaba los latidos de su propio corazón y la respiración entrecortada de Draco frente a ella. Cuando volvió a abrir los ojos tuvo que hacer un esfuerzo para enfocarlos en el preocupado rostro del rubio, pero pronto todo dejó de dar vueltas a su alrededor. Él la miraba con una impaciencia mal contenida.

Y volarOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz