Capitulo 8

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La casa estaba cercada por paredes de ladrillo visto, en el medio un portón de rejas negro y por allí podías ver la casa. Donde nosotros nos encontrábamos, había dos guardias de seguridad que tenían su casita a un lado del gran portón. Me quedé sumamente en silencio mientras intentaba asimilar los hechos. Esta casa iba a ser nuestra, era demasiado.
-¿Cuándo vamos a llegar? –preguntó Austin.
Geoffrey no le respondió y yo tampoco iba a hacerlo, estaba demasiado ocupada observando la nueva casa.
-¿Papá?
Geoffrey bajó la ventanilla del auto cuando vio que uno de los guardias de seguridad de acercaba al auto.
-Señor Rojas, ¿cómo está usted?
-Digamos que bien, ¿Cómo andan las cosas por aquí, Marvin?
-Bien, muy bien –sonrió el hombre.
-¿Papi? –volvió a preguntar Austin.
Geoffrey hizo caso omiso a su hijo.
-Bueno, abro para que puedan pasar, me imagino que ha sido un viaje agotador.
Geoffrey le sonrió mientras el hombre le daba la señal a su compañero. Las enormes puertas se abrieron y Geoffrey agradeció con un asentimiento de cabeza. Puso el auto en marcha y entró. Los portones se cerraron tras el pasar de nuestro auto.
-¿Papi?
-¿Qué es lo que quieres, Austin? –gritó Geoffrey haciendo que todos nos sobresaltáramos.
Austin rompió en llanto.
-Puedes ser más cuidadoso, es pequeño. Si las cosas no te salen bien, no nos eches la culpa a nosotros, Geoffrey. No te hemos hecho nada.
Geoffrey revoleó los ojos mientras aparcaba el auto frente a las puertas de la casa.
-Me tiene cansado –dijo en un susurro.
-Cállate, Geoffrey, es tu hijo.
-Y el tuyo también.
-Lo sé, yo no le he dicho nada, has sido tú.
Me regaló otro revoleó de ojos y salió del auto. Hice lo mismo y abrí la puerta de atrás para que los demás bajaran. Caroline bajó con Ashley en brazos, que venía algo adormilada, Austin y Megan bajaron en silencio.
-Papá no ha querido tratarte mal –le dije a Austin mientras me ponía a su altura-. Está algo nervioso.
Bajó la mirada y luego frunció los labios.
-Ya no me quiere, ¿cierto?
Abrí los ojos a tope y luego se me llenaron de lágrimas.
-¿Cómo dices eso, tontito? –lo abracé-. Papá te ama, al igual que yo lo hago. No ha tenido un buen día, está enfadado conmigo también.
-¿En serio?
-En serio, amor –me separé de él y le di un beso en la mejilla-. Luego va a disculparse.
Austin asintió, le tomé la mano y cerré la puerta del auto. Acomodé mi bolso sobre mi hombro y caminé hasta donde estaban todos.
-¿Está es nuestra casa?
-Si –dije rápidamente-. Es grande, ¿viste?
-Muy –dijo con una pequeña sonrisa-. ¿Es toda nuestra?
-No lo sé, hijo. Supongo que si.
Austin apretó más mi mano. Llegamos a la puerta y había demasiada gente. Geoffrey tenía a Megan en brazos, ella apoyaba su carita en el hombro de su padre. Ashley seguía con Caroline y yo tenía un niño con ojos aguados, de la mano.
-______, vengan aquí –dijo mi esposo.
Sin decir nada, nos acercamos más a ellos.
-Voy a presentarles a todos –dijo Geoffrey-. Empezando, por presentar a mi familia –se dirigió a las demás personas.
Al parecer, eran todos trabajadores de la casa. Eran más de veinte, de eso estaba segura.
-Ella es mi esposa, _______ -comenzó. Les sonreí-. Él es Austin, mi hijo. Ellas son Megan y Ashley, mis hijas, son mellizas. Y bueno, ella es Caroline, la niñera, pero más como una tía para mis hijos.
Austin apoyó su rostro en mi pierna, lo miré desde arriba mientras él cerraba sus ojos. Todos teníamos un límite y el niño había estado demasiado activo durante las últimas horas, era lógico que tuviera sueño.
-Bueno... -siguió-. ______, presta atención.
Alcé la vista para encontrarme con él y todas las miradas de la gente, exceptuando a las niñas y Caroline. Tomé a Austin en brazos y lo dejé recostar su cabeza en mi hombro, enterró su rostro en mi cabello y cerró los ojos.
-Todos ellos trabajan para nosotros –dijo.
Caroline bostezó. Geoffrey tendría que aprender a resumir las cosas un poco.
-Amanda y Richard, están en la cocina. George y Antonio, son los encargados del jardín. Lourdes y Mary, se encargan del aseo de la casa, junto con Elizabeth y Tina. Kimberly, es niñera.
Caroline frunció el ceño con notoria molestia. Reí.
-Kenny y Marvin, se encargan de la seguridad en la entrada. Moshe y Lil, son los encargados de la seguridad dentro de la propiedad. Scooter es un compañero de trabajo, Jaden mi socio. Y falta gente, pero luego la irán conociendo.
Eran demasiadas personas y solo podía recordar el nombre del hombre de la entrada. Los niños no aprenderían más todos esos nombres y yo tampoco. Geoffrey ya los sabía, era una ventaja, pero de todas maneras, no estaba nunca en casa, así que, era prácticamente lo mismo.
-No recuerdo ningún nombre de los que Geoffrey ha dicho –me dijo Caroline al oído.
Reí.
-Créeme que yo tampoco.
Esa gente que mi esposo acababa de presentarnos, comenzó a retirarse hacia adentro de la casa.
-¿Por qué tanta gente, Rojas?
Geoffrey volteó a verme con una ceja en alto. Cuando usaba su apellido, significaba que estaba enojada, él lo sabía muy bien.
-¿Por qué ese tono, Linderman?
Revoleé mis ojos y no le di importancia.
-¿Podemos entrar a ver la casa?
-No.
Caroline bufó.
-¿Por qué no?
-Porque estás enfadada.
-¿Y eso que corno tiene que ver, Geoffret?
-Que no me gusta que estés enfadada y no quiero que entres a mi casa con tu mala onda.
-Discúlpame, ¿has dicho "mi casa"?
-Si, lo he dicho. Es mía, ¿quién crees que la ha pagado?
-Bien, bien, así quedamos.
-Claro que no quedamos así.
Caroline se sentía incomoda, lo pude notar en sus movimientos de pierna. Austin quitó su rostro de entre mi cabello y observó la escena.
-Vamos a hablarlo en cuanto tenga un tiempo libre.
-O sea nunca, si nunca tienes tiempo libre para tu familia.
-No digas eso, no es cierto.
-Claro que es cierto, Bieber.
Megan se removió entre los brazos de Geoffrey y él la dejó en el suelo. La niña se frotó los ojos con sus manos en puños y se sentó a observar como peleábamos.
-No voy a seguir discutiendo contigo.
-Luego no digas que la que evade nuestras peleas soy yo.
-No estoy evadiendo nada, estoy de mal humor, tú me haces enojar y ni siquiera tienes la razón. No me dirijas la palabra, ya no quiero hablar contigo.
-Pareces un infante.
-¡Cállate!
-No, cállate tú, Rojas.
-No me llames por mi apellido.
-Cállate entonces.
-No voy a callarme.
-En serio, cállate.
-Esto se parece a cuando estuvimos en México. No hay amor, es todo pura pelea.
-¿Qué acabas de decir? –mis ojos se aguaron.
-Lo que has escuchado, ______.
-Perdona, Aust –lo dejé en el suelo.
Automáticamente, se sentó al lado de Megan. Ashley pataleó para bajarse de los brazos de Caroline y se sentó junto a sus hermanos. Caroline no sabía donde meterse, se notaba la incomodidad en sus movimientos.
-¿Vamos a ver el jardín? –les dijo a los niños.
Los tres negaron con la cabeza.
-O sea, que ya no me amas –dije al borde de las lágrimas.
-No he dicho eso.
-No digas más, Geoffrey. Ya está. No sé ni para qué vine hasta aquí contigo. Te detesto, puedes meterte "tu casa" por donde no te de el sol.
-Eres tú la que está diciendo que no me ama.
-Yo no dije eso, dije que te detesto. Y es la pura verdad.
-¡Pues yo también te detesto!
-Ya, basta, basta, basta. ¡No peleen más! –gritó Austin rompiendo en llanto.
Relajé mis hombros y di un paso hacia atrás. Ninguno había medido sus palabras. Ya era la segunda vez que peleábamos frente a los niños, ellos no se merecían aquello.
-¿Ves lo que causas?
-No digas más, Geoffrey.
-¡Han sido lo dos! –Gritó Megan-. Cállense de una bena vez –siguió gritando con su aguda voz de niña.
Ashley comenzó a hacer morros y las lágrimas en sus ojos asomaron.
Era hora del silencio incómodo, lo sabíamos los seis. La peor parte le tocaba a la pobre Caroline, que no tenía nada que ver en este asunto. La compadecía por lidiar con los niños en el viaje y con nuestras peleas en casa.


La Bella Y la Bestia{Segunda Temporada}Where stories live. Discover now