Parte 21

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—Ellos están en una buena posición para el parto —Su doctora asintió con una sonrisa, mirando la pantalla donde dos cabecitas estaban unidas, abrazados—. ¿Siguen sin querer saber el sexo?

—No —Louis respondió, a la vez que su alfa respondió de forma afirmativa—. No necesitamos saberlo.

Harry rodó los ojos y apretó la mano de Louis con notoriedad, viendo a la pantalla y suspirando de deseo.

—Yo necesito saberlo —refunfuñó en voz baja, recibiendo un toque de su omega.

—Está todo bien —dijo la mujer, siendo experta en ignorar sus constantes discusiones en la camilla—. Ya hasta tenemos seleccionado al equipo que estará en casa para ayudarte.

Louis sonrió, asintiendo con felicidad y volviendo a mirar a sus hijos o hijas en la pantalla. Tan emocionado que sus manos temblaban si lo pensaba demasiado, y Harry se lo había prohibido cuando lo descubrió una noche.

—¿Y si ocurre alguna emergencia?

Harry frunció su frente y la doctora le miró con paciencia, una delicada sonrisa de comprensión en sus labios y una mirada que no le gustó para nada.

—Tendremos una ambulancia fuera de la casa —dijo.

—¿Pero...? —Harry insistió, ignorando la forma en que los dedos de Louis se iban de sus manos.

—Pero —Ella suspiró y miró a Louis antes de regresar su vista a Harry— no llegará a tiempo al hospital si pasa algo grave. Queda muy lejos para alguna emergencia.

Louis bufó desde la camilla, acariciando su enorme panza de ocho meses y medio sin que le importara el gel que le ensuciaba los dedos. De hecho, nada le importaba cuando se trataba de sus cachorros.

Harry tragó saliva desde el otro lado, sin asentir ni nada. Solo vio a la pantalla, a los bebés que estaban congelados en una imagen para que Louis pudiera llevarse el recuerdo. Era una de sus últimas citas, porque al parecer el parto daría su inicio en cualquier momento. Y el alfa se levantaba asustado cuando Louis se quejaba a veces, el pensamiento de que el momento ya estaba sucediendo cruzando por su mente.

La mayoría de las veces, Louis gemía en sueños para tener sus brazos envueltos en su estómago, para tener el calor de su alfa a la vez que descansaba.

—¿Aún estamos a tiempo de cancelarlo, verdad?

—No, no —Louis intentó gruñir—. No lo vamos a cancelar. Ya sabemos que todo está bien.

—Puede haber complicaciones —Harry le dijo con fuerza. Louis solo hizo una mueca y negó.

—Las habrá si sigues con esa negatividad —chilló y rodó los ojos—. Yo no quiero tener a mis cachorros en otro lado que no sea en casa.

La doctora suspiró desde su lugar, cruzándose de brazos y observando la discusión con incomodidad.

—¡Estás poniendo en riesgo tu vida, Louis! —gritó. El omega dio un brinquito, casi quejándose. El silencio reinó por unos instantes.

—¡Déjame en paz, entonces! —exclamó el castaño con inicios de lágrimas en sus ojos.

La mujer le ayudó a bajar de la camilla, sentándolo en la silla de ruedas que habían conseguido cuando el omega se había comenzado a quejar del dolor en su espalda y pies. Aun teniendo la silla, Harry le acariciaba los pies al final del día. Harry, que restregó sus manos en su rostro con frustración.

El alfa esperó lo suficiente, hasta que la doctora volvió con la imagen de sus cachorros en sus manos y sin Louis estando cerca. Quería llorar, pero sus ojos tuvieron la ocupación más importante antes que derramarse sobre sus mejillas.

La imagen tenía a sus crías, las que había creado junto al amor de su vida. Y parecían irreales en la imagen, tan formados que Harry no podía creerse que esos bebés estuvieran dentro de su mami Lou en un tan reducido espacio.

—Pensé que lo habían hablado —susurró la mujer frente a él—. Se le dijo a tu omega los peligros, los beneficios y él estuvo de acuerdo con todo. Firmó un tipo de contrato donde se compromete a que no se le echará la culpa a quienes lo estén atendiendo ese día si él... —calló.

—Él muere —Harry completó sin dificultad, la foto en sus manos y sus ojos todavía pegados en ella—. Si llega a morir en el parto.

—No lo hará —ella se apresuró al decir—. Su embarazo ha marchado tan bien que todos quienes lo han atendido desde el inicio están sorprendidos por la fuerza que tiene.

—Y quiere que lo muerda entonces —Harry rio. Realmente soltó una risa por ello.

—Bueno, no puedes hacerlo ahora. Quizás se le venga los bebés.

Harry caminó de regreso al auto unos minutos después, ignorando el pesar en su corazón por cada paso que daba. Cuando llegó al auto, ignoró la forma en que Louis se limpió sus lágrimas con disimulo desde su asiento.

Entró y Louis no hizo nada más que mirar sus dedos entrelazados sobre su enorme panza.

—No me importa lo que digas —Louis comenzó—. Yo decidiré cómo tendré a mis cachorros. Y Harry trató de no exasperarse.

—Parece que la mayoría del tiempo te olvidas que también son mis cachorros —No quería que su voz sonara brusca—. También te olvidas que eres mi omega y lo único que haré el resto de los días que permitas que esté a tu lado es protegerte.

Louis cerró los ojos y suspiró, acariciando un lugar específico en su vientre.

—Están pateando muy fuerte ahora —se quejó en voz baja, sus ojos volviendo a llenarse de lágrimas.

Harry medio sonrió antes de hacer el asiento hacia atrás y atraer a Louis a su regazo, que se dejó con un gemidito escapando de sus rojos labios. El omega no demoró en hundir su nariz en el cuello del alfa.

—¿Dónde, amor? —le susurró al oído.

Louis tomó su mano y la guio al lado derecho de su vientre, donde los cachorros le pateaban con frecuencia.

—Aquí —volvió a quejarse.

Harry siseó, sus dedos sintiendo las pataditas sobre la piel de Louis. Acarició de arriba hacia abajo para que disminuyeran y su omega volviera a estar bien, pero sabía que no solo eso debía solucionar junto a él.

—No golpeen a mami —dijo en voz alta, como temiendo de no ser escuchado por los bebés—. Le duele.

Louis sonrió desde su cuello, abrazándose más a él, lo que su estómago hinchado le permitía.

—Yo... —Besó la piel expuesta de su alfa—. Yo quiero levantarme de la cama y pensar que he tenido a mis cachorros en ese lugar, que me esforcé por traerlos al mundo para que sobrevivan. Para que vivan y puedan hacer lo que quieran. No quiero... —Apretó su camisa entre sus dedos y Harry besó su frente para que siguiera—. No quiero seguir despertando y mirar detrás de mí, donde he dormido, esperando ver una mancha de sangre otra vez. Solo... no quiero tener que seguir teniendo miedo cada día que amanece.

You & I | Larry StylinsonМесто, где живут истории. Откройте их для себя