2. Ella es la que manda

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Capítulo 2. Ella es la que manda

Que Dios perdone al hombre que confunde a una mujer leal por una mujer débil

Su presente

Me gusta ver el miedo en los ojos de un hombre. Se siente… diferente. 

Refrescante, es la palabra que busco.

¿Es común ver a un hombre tener miedo a una mujer? Sé la respuesta que muchas personas dirían, yo lo creí por mucho tiempo.

Mientras crecía.

Mientras veía mi entorno. 

Mientras veía a mi padre en su entorno.

Mientras crecía viendo a mi padre en su entorno junto a mi madre.

Lo veía. 

Veía el miedo en los ojos de muchos hombres, y de mi madre. Veía algo similar al temor reflejado en varias docenas de ojos de los enemigos o sujetos sin nombre ni rostro que a mi padre le gustaba torturar: veía respeto. 

¿Era tan difícil para una mujer conseguir respeto?

No, no lo era. Pero en mi mundo era tan difícil como conseguir agua en medio de una sequía. Era tan condenadamente frustrante saber que no podía conseguir respeto de personas que me rodeaban solo por el hecho de ser mujer.

Y sabía que se debía a mi padre. Él era el causante de que los demás siguieran sus órdenes, sus palabras, sus acciones como ovejas. Ya no pensaban por sí solos, dejaban que mi padre pensará por ellos. 

Ahí lo entendí; no debía tratar de impresionar o cambiar de pensamiento a los descerebrados de los peldaños inferiores, debía ir hacia la parte superior, hacia quién tiene el poder. 

Y pronto mi padre debía dejar de tener el poder. 

Así que, aprendí. Aprendí a leer los gestos, las sutilezas, los pequeños movimientos que delatan. 

No me podía dejar enterrar viva en un mundo que me pertenecía. 

Por eso, es que lo noto. 

Noto como algunos son muy torpes intentando ocultar su miedo con insultos y gritando a voz fuerte como si eso fuera a demostrar lo duros que pueden ser. 

Me gusta regodearme en la miseria de ellos. Me gusta ver cuando están bajo mis zapatos, mordiendo su lengua de serpiente con temor a decir algo que me haga cambiar de humor, porque soy muy temperamental. Mi error. Algo que aún sigo batallando. Algo en lo que debo esforzarme más para cambiar, porque en un mundo de débiles solo los inteligentes sobreviven. 

Y si, soy cruel con quién me haga cambiar de humor. 

—No haré ningún trato contigo —escupe las palabras con ácido, pero que se sienten como jalea contra mis oídos—. Tu hermano es el que debería estar al frente, no una… no tú. 

Me encantaría que la presencia de mi hermano muerto no me siga persiguiendo, aunque es lindo saber que aún muerto, sigue atormentando mi vida con su presencia miserable. Porque, seamos sinceros, jamás iba a ser un buen líder. Se lo iban a comer vivo en una tarde.

Escondo la sonrisa y cruzo mis piernas, acomodando mi cuerpo en la silla ornamental del patio extenso de su casa. 

—Dilo. Dí la palabra que te mueres por decirme. —Gesticulo con la mano para que prosiga, manteniendo mi rostro sereno. 

—Una mujer. 

Puedo leer el deleite en sus ojos al pronunciar la palabra como si fuera un insulto. 

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⏰ Ultimo aggiornamento: Dec 04, 2023 ⏰

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