Desde ese momento, ella permaneció a mi lado y como una mujer feérica y hermana del rey, se formó como si algún día pudiera convertirse en una reina, sobre todo en el campo de batalla. Ella es una gran guerrera a pesar de tener tan solo unos cuatrocientos años, siendo ya considerada la mejor de su batallón de hembras guiadas por los designios de las tres lunas. Además de haberse proclamado como la nueva mano derecha del rey. Ella era la que mejor me conocía y en ella depositaba todas mis confianzas, y a pesar de haberle arrebatado la libertad de salir a cazar asyhe, ella no mostró ni tristeza ni decepción, sino orgullo por poder servir a su hermano como su mano derecha.

Y si la comparaba con la mujer que estaba de pie frente a mí, no tenían nada que ver. Aunque la humana estuviera entrenada en su mundo, si quería convertirla en una mujer fuerte, debía dejar que la instruyera Melantha, sí o sí.

En cualquier caso, sin volver a mirarla, decidí salir de aquel lugar, abriendo yo mismo la verja de aquella pocilga y volviéndola a cerrar creando una llave a través de mis sombras que tan solo podría obtenerla yo. Noté su apenada mirada clavada en mi espalda pero ella no me daba pena, es más tendría que darme las gracias por no haberla torturado por haber intentado escaparse. No lo iba hacer aunque ya encontraba alguna manera de torturarla sin tocarla. 

La dejé allí y me fui de los calabozos con pasos airosos. Estaba harto de portar el atuendo del Señor de la Muerte y Portador de las Almas, necesitaba volver a poner mis ropajes habituales de rey y dejar que toda mi belleza volviera a dejar con la boca abierta a todas las mujeres que pasaron por mi lado. Necesitaba que mis cuernos volvieran a ser vistos, ya que empezaba a molestarme el hecho de que fueran cubiertos por aquellas telas. Así que una vez salí de allí y volví a adentrarme en mi querido palacio oscuro, mis sombras se encargaron de darme ese respiro volviendo a convertirme en el rey del Subsuelo. 

Caminaba en dirección a la sala del trono, a donde debían estar esperándome impacientemente  cada uno de las personas que formaban parte de la Corte y donde podría por fin, debatir con ellos sentado desde mi querido trono. Aquello era placer, poder sentir que yo era la persona que tenía el control de todo y que con simplemente unas palabras, podría hacer arder el mundo. Simplemente maravilloso. Aún así, noté como a mi paso por las diferentes estancias del palacio, los sirvientes se movían nerviosos. Algo parecía andar mal y más cuando en mi castillo, había ordenado que reinara la calma, a no ser que yo deshiciera esa orden por momentos pero ese no había sido uno de esos momentos. Caminé mas rápido por aquellas paredes revestidas de antigüedad y de ónice como mis ojos, hasta que pude abrir esas tan familiares puertas de la madera oscura de todo el reino, extraída del Bosque Efímero. 

Las abrí con tanto ímpetu que cuando hice acto de presencia en la reunión, todos los presentes se quedaron sin palabras pero hubo una persona que no pudo contener su alegría y esa era la persona más joven de la corte, mi hermana.

–Hermano, que alegría verte.

–Lo mismo digo, Malentha –comenté yo con una pequeña sonrisa en el rostro, mostrando mis colmillos mientras avanzaba hasta avanzar al lugar que debía tomas, mi trono.

Mi corte tan solo era formada por la mano derecha del rey, por la líder de la ala médica y de alquimistas, por el comandante supremo del ejército, por el líder del batallón de sombras, por la líder de los magos especiales, por el líder del batallón de híbridos y por la líder del batallón de las tres lunas. 

Esas siete personas eran las mas importantes del Subsuelo y las que me ayudaban a tomar las decisiones más difíciles que un rey podría tomar.  Eran mis mayores aliados y en los único que podía confiar plenamente. Aunque en estos momentos no estaba al completo, faltaba la liderada del batallón de las tres lunas quien debía de estar de caza, y también faltaba el líder del batallón de híbridos. No me molestaba en absoluto ya que no había sido yo quién había convocado la reunión pero si era de máxima urgencia, su asistencia de ser más importante que sus obligaciones.

Una vez me volví a sentar en el trono, me sentí en casa. Ese era mi lugar favorito, a parte de unos cuantos más como mi habitación o la sala de las sombras, pero ese era con diferencia el mejor. Todos me rendían sus respetos y su lealtad hacia mí, pero ellos cinco no tenían que mostrarme nada, ya lo hicieron en su momento y ahora eran como parientes míos por lo tanto, no esperaba por parte de ellos ningún respeto como rey. 

Muchos de ellos, como el líder del batallón de sombras y el comandante supremo del ejército, creímos juntos y nos instruyeron a la vez debido a los títulos que cada uno recibiera en un futuro. Por eso, ahora ellos estaban a mi lado y no otros, los conocía mucho y pasé toda mi vida a su lado. No tenía por qué preocuparme de nada cuando les pidiera que hicieran algo porque sabía perfectamente que la cumplirían a la perfección.

Así que cuando volví a mirarles con mi particular sonrisa despiadada, supieron que estaba en casa porque tan solo sonreía así cuando estaba con mis más allegados, y esos eran ellos.

–Malentha, cuéntame porque hay tanto revuelo.

Ella se removió nerviosa, se notaba que aun era una novata que no sabía ocultar ni sus reacciones ni sentimientos pero no era nada que me preocupase ni que me molestase porque siempre sería ella la que me revelaría el origen de los sucesos y si algo iba mal como era en este caso.

–Hermano, yo no he tenido nada que ver con esto –fruncí al oír sus palabras mientras que el líder del batallón de sombras intentaba reprimir una risa de la cual después averiguaría el porqué de ella – pero se ha corrido la voz de que una humana ha descendido al Subsuelo con tu ayuda.

Mi mandíbula se tensó e intenté esbozar una sonrisa, la cual tuvo que notarse que era muy irónica porque cuando dirigí mi mirada a la líder del ala médica y de alquimistas, quién pudo haber sido el origen de todo este revuelo al haber mandado a que realizaran la poción para la humana, pude ver ese pequeño rubor que tanto caracterizaba a esa mujer introvertida y muy vergonzosa.

–Ilyra, por causalidad, ¿no se te habrá escapado lo del brebaje, verdad?

Intenté sonar lo más calmado posible, acabar de llegar y tan solo quería descansar pero con todo este revuelo sería imposible.

Sin embargo, Ilyra bajó su rostro como siempre solía hacerlo aunque estuviese mal, ella seguía haciendo pero no me importaba. Sabía cómo era y lo buena que era en su campo, por eso nunca tuve que castigarla por su actitud o sus actos.

–N-no pero puede ser que tuvieran alguna idea sobre ello -acabó comentando ella con sutileza.

–Ya veo, pues entonces no estaban mal encaminados porque la humana ya está aquí.

Sus expresiones fueron arte, sorpresa y contradicción lo mejor que podías enseñarle a un rey.

–¿La has traído? –preguntó con cierta molestia el líder del batallón de sombras.

–Si y me importa una mierda lo que penséis, para que os quede claro. Además, no veáis las caras de los humanos ineptos cuando les interrumpí su ceremonia, estaban aterrados.

El bufido procedente del hombre que consideraba como un hermano, se hizo más que aparente en la sala pero como había dicho me daba igual. Ella era sumamente preciada y si caía en manos de la Bruja Roja, tendríamos un problema mayor que el de tenerla aquí en el palacio.

–Acabamos de convertirnos en el flanco de la Bruja Roja, todo por tus estúpidas ideas –el otro hombre que estaba presente en la sala y el mejor luchador del Subsuelo hizo apariencia y por su comentario me reí irónicamente pensando y recalcando sus palabras en mi mente.

–¿De verdad piensas que acabamos de convertirnos en su flanco? Draven, me asombra mucho tu inocencia y más como comandante supremo del ejército porque desde el primer momento que me senté en este trono, la Bruja Roja nos ha convertido en su principal objetivo para hacerse ella con el poder, así que no iba a permitir que se apoderase de la humana.

Me miró furioso y más cuando esa sonrisa diabólica floreció en su rostro. Por fin, estaba de vuelta en casa y podía hacerlos rabiar y ellos a mí. Nos esperaba unas largas horas debatiendo nuestras estrategias pero no me causaban ningún problema, ya que el reino era lo primero y mi estado siempre estaría en un segundo plano. Pero a sabiendas, de que había una humana en este palacio me hacía realmente ilusión mantenerme despierto y descubrir y ver sus reacciones a cualquier cosa que estuviese en este mundo.




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