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Alex no era muy del tipo religioso. Almenos ya no. No desde que era un adolescente. Toda su vida fue educado católico y sus padres no le perdonaron las dudas que alguna vez había tenido sobre la religión. Siempre estricto con lo bien que seguía las enseñanzas de las iglesias locales. Alex realmente había tratado de ser la perfecta hija católica puritana para la que estaba hecho, que sus padres le habían rogado que fuera. Recordó cuánto sufrimiento había soportado a lo largo de su educación debido a las creencias internalizadas y al odio.
Fue cuando Alex tenía unos 14 años cuando se dio cuenta de que no podía ser católico, no era lo que estaba destinado a ser. Fue más o menos cuando descubrió que era un niño. Alex recordó lo mucho que había intentado y durante cuánto tiempo había intentado alejar esos sentimientos, pero siempre resurgían. Debido a esto se causó mucho dolor. Al final tuvo que aceptarse a sí mismo, lo que significó desaprender todo lo que la iglesia y sus padres le habían enseñado a creer. Significaba comprender que sus padres nunca más lo mirarían de la misma manera si se enteraban.
Y en eso tenía razón. No podía recordar la última vez que sus padres lo habían mirado con la misma cantidad de amor que le tenían antes de que saliera del armario. Aunque, para empezar, nunca mostraron mucho amor, y si lo hacían, siempre era una especie de distorsión católica del mismo. Todavía fingían verlo igual, lo cual hicieron, ya que ni una sola vez Alex había respetado su identidad de género. Pero cualquier tipo de amor que tuvieran por él claramente había disminuido, dejándolo buscando validación en quienquiera que se lo diera.
Le sorprendió que se sorprendieran de que se mudara en el momento en que pudo permitírselo. Sus padres se enteraron de que era trans cuando tenía 17 años, por lo que se aseguró de conseguir la mayor cantidad de dinero posible para poder mudarse en el momento en que cumpliera 18. Esto dejó a sus padres conmocionados y molestos, pero él se fue. Cuando llegó a California, había oído que era un lugar más tolerante.
Hoy era domingo. Hoy era la primera vez que Alex ponía un pie en la iglesia de su pequeña ciudad desde que tenía 18 años. La primera vez que veía salmos en vidrieras y docenas de filas de bancos. Hacía tres años que se sentía pequeño y perdido en la gran sala de adoración, ansioso mientras contemplaba el altar donde el sacerdote pronto pronunciaría su sermón.
Alex se abrazó a sí mismo con fuerza mientras seguía a sus padres hasta una de las primeras filas. No sabía por qué había accedido a ir a la iglesia con ellos hoy, tal vez era sólo para que dejaran de molestarlo por eso. Todo lo que quería hacer era visitar a su familia por primera vez en mucho tiempo, Dios sabe que nunca volarían a visitarlo.
