41. Batalla y perdida

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Bellatrix Lestrange. Cassiopeia sintió que el miedo invadió por todo su cuerpo.

—Sé que Sirius está aquí —insistió Harry pese a que el pánico le oprimía el pecho y le costaba respirar—. ¡Sé que lo han cogido!

Unos cuantos mortífagos volvieron a reír, aunque la mujer fue la que rio más fuerte.

—Ya va siendo hora de que aprendas a distinguir la vida de los sueños, Potter —dijo Malfoy—. Dame la profecía inmediatamente, o empezaremos a usar las varitas.

—Adelante —lo retó Harry, y levantó su varita mágica hasta la altura del pecho.

En cuanto lo hizo, las siete varitas de Ron, Hermione, Cassiopeia, Olivia, Neville, Ginny y Luna se alzaron a su alrededor.

Pero los mortífagos no atacaron.

—Entrégame la profecía y nadie sufrirá ningún daño —aseguró Malfoy fríamente.

—¡Sí, claro! —exclamó Cassiopeia—. Harry les da la profecía y ustedes nos dejan irnos a casa, ¿verdad?

—Oh, querida Cassiopeia —canturreó Bellatrix—. Elegiste el bando equivocado.

«Genial, reunión familiar», pensó Cassiopeia.

—¡Accio prof...! —Pero Harry estaba preparado, y gritó: «¡Protego!» antes de que ella hubiera terminado de pronunciar su hechizo; la esfera de cristal le resbaló hasta las yemas de los dedos, aunque consiguió sujetarla—. ¡Vaya, el pequeño Potter sabe jugar! —dijo Bellatrix fulminando a Harry con la mirada tras las rendijas de su máscara—. Muy bien, pues entonces...

—¡TE HE DICHO QUE NO! —le gritó Lucius Malfoy a la mujer—. ¡Si la rompes...!

La mujer dio un paso hacia delante, separándose de sus compañeros, y se quitó la máscara. Azkaban había dejado su huella en el rostro de Bellatrix Lestrange, demacrado y marchito como una calavera, aunque lo avivaba un resplandor fanático y febril.

—Bellatrix Lestrange —musitó enojado Neville, intentó avanzar hacia ella, pero Harry se opuso.

—Por fin tenemos el gusto de conocerlos —dijo Olivia junto a su hermano.

—Oh... Los gemelos Longbottom —soltó una risa estridente Bellatrix—. ¿Cómo están sus padres?

—Mejor, ahora que los vengaré —Olivia trató de alzar su varita, pero Hermione se lo impidió.

—Cálmense todos —intervino Malfoy—. Solo queremos la profecía, entregamos, Potter.

—Nunca —declaró Harry.

—¿Vamos a tener que aplicarte nuestros métodos de persuasión? —preguntó Bellatrix—. Entonces que vea cómo torturamos a su linda novia —ordenó a los mortífagos que tenía detrás—. Tráiganmela, yo me encargo de esa traidora de la sangre.

Harry dio un paso hacia un lado y se colocó justo delante de Cassiopeia, al tiempo que los demás se apiñaban alrededor de ella.

—Si quiere atacar a alguno de nosotros tendrá que romper esto —le advirtió—. No creo que su amo se ponga muy contento si la ve regresar sin ella, ¿no? —la mujer no se movió; se limitó a mirar fijamente a Harry mientras se pasaba la punta de la lengua por los delgados labios—. Por cierto —continuó Harry —, ¿qué profecía es ésa?

—¿Que qué profecía es ésa? —repitió Bellatrix, y la sonrisa burlona se borró de sus labios—. ¿Bromeas, Potter?

—No, no bromeo —respondió Harry, que pasó la mirada de un mortífago a otro buscando un punto débil, un hueco que les permitiera escapar—. ¿Para qué la quiere Voldemort?

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