Temblor

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Temblaba.

Ningún enemigo, espada o troll había generado tan terrible enfermedad en su persona ¿Cómo un simple viaje causaba tanto mal en el hijo de Thráin? No lo sabía, y aún no iba a importunar a sus compañeros con un posible malestar menor: su prioridad era llegar a la Montaña Solitaria y recuperar su hogar. Recordaba batallas y numerosos enfrentamientos en donde sus rodillas no se doblaron o crepitaron ni un ápice, sus manos se mantuvieron firmes en la empuñadura de su espada y su corazón permaneció calmo frente a los más fieros enviados del mal... Pero ahora sus rodillas apenas sostenían el peso de su pequeño cuerpo, sus manos temblaban en las riendas del poni, su corazón se desbocaba como un caballo salvaje perseguido por un Troll de montaña y su rostro se coloreaba sin motivos aparentes.

Su sintomática no debía ser muy grave, Gandalf lo hubiese notado casi al instante si así lo fuera, y le habría administrado medicinas para aliviar su mal; igualmente sus amigos, que vigilaban a su rey, le harían saber su preocupación ante algún cambio en su cuerpo o actitud que los alarmara.  Pero lo curioso de todo su problema era el comportamiento de este frente a ciertos estímulos, y el único estímulo que había identificado realmente era cierto saqueador amante de las hojas de té que, casualmente, ahora cabalgaba tranquilamente a su lado.

"Deja de temblar."

Su vista estaba completamente desinteresada del camino que, se suponía, estaba guiando; enteramente perdido en el perfil del Hobbit a su lado dejó la decisión del rumbo de su compañía al pequeño pariente de los caballos que conformaba su montura.  Él sabía que no debería estar contando cada rojizo y precioso cabello en esa cabeza pálida, que no tenía motivos para que sus pupilas recorrieran esa perlada piel que las ropas le negaban a sus ojos, él lo sabía, lo complicado de la cuestión era que, simplemente, no le importaba.

-¿Tengo algo en el rostro, Thorin?- "Se dio cuenta".

Los ojos claros del más bajo estaban puestos en los del enano que, desde el "incidente" de las águilas en el acantilado, no dejaban de seguir los movimientos contrarios. Estaba preocupado, conociéndole, ante la posibilidad de tener algún bicho en sus ropas. "Tan delicado" Murmuró para sus adentros, estaba gozando la atención del otro para con su persona hasta el punto de que casi, casi, olvida responder.

-Nada en especial, Bilbo Bolson.- Comentó modulando lo mejor que pudo su voz y tratando inútilmente de afirmar su agarre en las riendas de un animal que no estaba dirigiendo. Llevaba un tiempo tratando de acostumbrarse a pronunciar el nombre del otro, le costaba tras haberle llamado "Señor", "Mediano", "Saqueador" y "Estorbo" casi todo el viaje; sumando el hecho de que el solo pronunciar ese nombre acentuaba sus síntomas aún más en su pecho. La reacción del otro fue la de siempre, suspirar aliviado y regresar la vista al camino; la suya fue la de siempre, fruncir su ceño y arrepentirse del tono brusco con el que se había acostumbrado a tratar al Hobbit desde que le conoció.

- Es "Bilbo", no es difícil de pronunciar. Puede intentarlo- "Respondió"

-Pero no quiero hacerlo.- Su respuesta fue tajante, escueta, y veloz. Rápida como flecha y certera como un golpe en el pecho. Pero fue al pecho que no quería golpear... directo al corazón del saqueador de la compañía.

"Bien hecho, ahora serás su enemigo sin querer declararle la guerra ¡Un Troll sería más sutil!"

-En algún momento, si su humor cambia, va a querer hacerlo.- Fue, para su sorpresa, la contestación del pequeño pelirrojo a su azabache persona antes de acelerar un poco su andar y acompañar al hechicero que gozaba de contar historias a los que estaban cerca de su montura.

En cuanto la distancia entre ambos, enano y hobbit, crecía, su ritmo cardiaco mermaba, sus manos y rodillas recuperaban su fuerza, y su boca se sentía en capacidad de soltar frases coherentes... pero el problema era que su pecho se comprimía y su estómago se convertía en un agujero inmenso, sin fondo, ni nada que pudiera llenarlo. Era aterrador pensar que era alguna enfermedad contagiada por uno de esos seres viles que se cruzaban en su camino, un embrujo quizá... y, fuera lo que fuera, siempre acababa relacionado con el mediano, Bilbo Bolson. Él tenía algo que ver, pues solo él activaba las extrañas manías de ese problema, solo él las calmaba y, lo peor de todo, el mismo Bilbo parecía ni darse cuenta de su influencia en la salud del Rey.

TemblorWhere stories live. Discover now