El café vodeVILE

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Mis días en el café vodeVILE son tranquilos. La maestra de ceremonias, Madame Cleo, exige camareras atractivas y con mucha clase que sean capaces de darles buena conversación a las clientas. Te aseguro que somos un reclamo mucho más jugoso que el del escenario. Al fin y al cabo, antes de sentarse las clientas siempre preguntan qué camarera atiende la zona. ¿Y sabes qué no preguntan?: quién actuará. Les da i-g-u-a-l, les importamos nosotras. Las camareras somos el auténtico espectáculo: bellas, sarcásticas, inalcanzables... juguetonas.

Por eso mis mesas siempre están llenas. A veces incluso las clientas que se sientan en el límite de mi zona suplican por mi atención. Están tan cerca que no se resisten. Y, según el turno, la mayoría de camareras ni se molestan en competir contra mí.

Pero no voy a contarte ahora las aventuras de la mesa siete.

Te hablaba de que las clientas vienen para que las gatitas de Madame Cleo las agasajemos y seamos serviciales con ellas. El espectáculo vodevil les da exactamente igual. ¿No me crees? Permíteme que te lo demuestre.

Observa a la pelirroja de la mesa (vaya, qué casualidad) siete. Me mira ahora mismo, me pone ojitos.

Me acerco a ella con la barbilla muy alta y una media sonrisa coloreada con carmín rojo.

—Sheena —lee mi nombre en mi pecho—. Me llamo Ivy. Soy una buena amiga de la condesa, ¿sabes?

Es mentira. Madame Cleo presenta el espectáculo y se llama a sí misma «La condesa» solo en el escenario, pero no tolera ese nombre cuando está fuera de su personaje.

—Oh, ¿de verdad? —ronroneo con ironía—. ¿Y podrías pedirle favores para mí?

—¡Claro que sí!

La chica, que es pecosa y no parece haber captado mi burla, se endereza y sonríe con un toque de suficiencia. Es guapa, muy butch. Me gustan las butch.

Lo que no me gusta es que me mientan.

... así que decido tomarle el pelo.

—¿Y qué tengo que hacer para que me ayudes? —Frunzo los labios. Sé que cuando lo hago soy la fantasía lésbica por excelencia.

La pelirroja no puede creerse la suerte que tiene (no la culpo) y se apresura a abrir la boca. Está nerviosa. Es muy torpe.

Qué monada.

Me aguanto la risa mientras ella encuentra las palabras.

—Sheena, ¿me colarías entre bastidores... —se gira hacia el escenario, donde actúa Carmen, nuestra estrella— para conocerla?

Lo admito: me deja con la boca abierta.

Pero por la indignación.

Creía que le había gustado yo. Lo normal es que guste yo: soy rubia, soy preciosa y llevo desabrochados más botones de la blusa de lo que es adecuado.

Se me escapa un bufido.

—Pídselo a tu amiga, la condesa —contesto de mal humor.

Y entonces escucho una risita.

Es aguda y rezuma malicia. Y en la forma en que el aire entra y sale rápidamente de su boca percibo su leve acento japonés.

«No puede ser», me digo horrorizada.

Pero sí, es: Tammy ha sido testigo de mi ridículo. Se cubre la boca con las puntas de los dedos (todavía ríe), y leo la sorna en sus ojos castaños, que clava en los míos con una agresividad solo perceptible para mí. Aprieto los dientes. No la aguanto. Es la única que se pelea conmigo por la mesa siete, ¡y lo peor es que a veces me la quita! Compite constantemente conmigo para demostrar que es la favorita, pero solo es una niñata inquietante.

El café vodeVILE [Carmen Sandiego] [Tigresa/Paper Star]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ