— ¿Es usted Mary Elizabeth Cattermole? —preguntó Umbridge.

La señora Cattermole dio un simple y tembloroso asentimiento con la cabeza.

— Aquí esta...— Harry murmuró, yo fije mi vista en Umbridge donde se podia ver exactamente el guardapelo brillándole en el pecho, sentí unos escalofríos recorrer mi columna vertebral cuando lo vi, Morgana a mi lado hizo una mueca y apunto.

— Allí esta.— hizo una mueca agarrándose las sienes con dolor, me hizo preguntarme si se habia sentido así cuando yo estuve cerca del diario de Riddle, o hace dos años cuando vi apenas el guardapelo — . Puedo sentirlo, es como uñas rascando una pizarra.

— ¿Madre de Maisie, Ellie, y Alfred Cattermole? ¿Casada con Reginald Cattermole del Departamento de Mantenimiento Mágico?

A la señora Cattermole le empezó a temblar la barbilla, comenzando a llorar silenciosamente y como, advirtiendo la presencia de nosotros se dio la vuelta y su cara casi pareció iluminarse al ver el rostro de su esposo, alzo una mano hacia a él.

— Reg...

Ron se quedo completamente paralizado en su lugar, sin saber que hacer, la señora Cattermole sollozó todavía con más fuerza al ver que su esposo solo la miraba completamente congelado. Harry, tomando el control de la situación, tomo a Ron por el abrigo obligándolo a avanzar hacia la pobre mujer, Umbridge vio a Harry.

— Gracias Albert.

— Mis hijos están asustados, creen que tal vez no vuelva a casa...

— Ahórrenos eso —le espetó Yaxley—. Los mocosos de los sangre sucia no despiertan nuestra compasión.

Sentí la mirada de Lefay en mi y trate de controlar mi respiración, de mantenerme profesional, en el papel de Louisa McAddams, una simple trabajadora del ministerio. No podia si quiera verlo porque o si no ambos sabríamos muy bien lo que estaba sucediendo y todo se iría al demonio. La magia me picada la punta de los dedos, ansiosa por salir, Lefay hacia querer salir mi magia más fuerte y oscura, dejar salir todo, incluyendo la huella que el Obscurus había dejado en Morgana. Una huella que cada año se haría mas y mas grande.

Los ojos de todos estaban puestos en Ron, quien ahora le había puesto una mano consoladora en el hombro a la mujer, y la señora Cattermole, Yaxley y Lefay viéndolos con la misma mirada, como si fuera un circo entretenido, digno de mofa y burla. Umbridge elevó la voz para dirigirse a la señora Cattermole, 

— Le fue confiscada una varita a su llegada al Ministerio hoy, señora Cattermole —estaba diciendo Umbridge, elevando una varita de madera oscura—. Veintidós centímetros, madera de cerezo, núcleo de pelo de unicornio. ¿Es esta varita?

La señora Cattermole asintió, limpiándose los ojos con la manga.

— ¿Podría decirnos por favor de qué mago o bruja tomó esa varita?

—¿T-tomar? —sollozó la señora Cattermole—. No se la q-quité a nadie. La c-compré cuando tenía once años en el callejón Diagon, en Ollivanders. Me... me... me... eligió.

Lloró todavía con más fuerza que antes.

Umbridge dejó escapar una risa suave e infantil. Se inclinó hacia delante sobre la barrera, para observar mejor a su víctima, y algo dorado también se inclinó y se balanceó en el vacío: el guardapelo. Mi rabia de ser tan solo una espectadora de este cruel espectáculo se estaba desbordando, lista para entrar en acción.

— Es mentira—dijo Umbridge—, no, creo que no, señora Cattermole. Las varitas sólo escogen a magos o brujas. Y usted no es una bruja.

— Si soy— la pobre mujer afirmo en un sollozo, mi legeremancia podia captar su angustia, su terror, se dio la vuelta para ver el rostro de su esposo, la voz temblándole—. Diles, Reg, diles que soy bruja. Diles que si soy.

Laila Scamander Y Las Reliquias De La Muerteजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें