Él era el sol por su alegría que contagiaba hasta a la flor más marchita, mientras ella era la noche que solo salía igual que la luna. Aun sabiendo que su amor tal vez nunca pudiera realizarse, juntos formaron la promesa del amor. Ambos eran imposibles y rara vez se podían ver, pero siempre, como si se conocieran desde siempre, se encontraban alrededor de la noche donde los dos dejaban en su memoria cada momento vivido juntos.