Capítulo 9

1.2K 205 22
                                    

Una vez concluida la ceremonia, Wes y Laraine salieron a saludar a quienes se habían congregado afuera del pequeño recinto, en espera de su surgimiento. Wes se había sorprendido ante la escasez de personas. La ausencia del pueblo no presagiaba algo positivo o tan siquiera una mínima esperanza de aceptación.

Lógicamente, después de la guerra, no esperaba ningún banquete. Pero había estado equivocado, pues al entrar en el castillo, encontró que en el salón había dos docenas de personas congregadas ante sendas mesas de alimentos. Miró estupefacto a Laraine, quien lo ignoró y se adelantó hacia la reducida multitud.

–¿Qué significa esto?

–Tu banquete de bodas, naturalmente –contestó el anciano.

–Yo no he ordenado nada semejante –se giró hacia Wes, acusadora–. ¿Lo hizo usted?

–No –contestó Wes, al tiempo que el anciano soltaba una carcajada y replicaba:

–Por supuesto que no. Fue idea mía. Después de todo, eres mi única nieta.

¡¿Su nieta?! ¿Ese anciano intrigante y peligroso era familia de Laraine?

–No soy la única –soltó duramente.

–Quise decir la primera –rectificó, restando importancia–. Ahora siéntate y disfruta.

–No.

–¿Qué?

–He dicho que no –remarcó Laraine–. Es un desperdicio de recursos que no poseemos. ¿Cómo pudo...?

–Si lo prefieres, podemos dar tu parte al pueblo –sonrió, burlón.

–Oh sí, que así sea.

–Mi lord –Atherton se giró hacia Wes– no creo que usted desprecie la invitación de este anciano, ¿verdad?

–En absoluto –negó Wes– pero me parece que su sugerencia ha sido acertada –el anciano lo miró entrecerrando los ojos– abramos el salón para que el pueblo comparta la alegría de este día con nosotros –volvió la mirada hacia Laraine y sonrió–. ¿Dispuesta, señora?

–Sí –Laraine asintió imperceptiblemente y dio un paso atrás, para que fueran los dos quienes dejaran pasar a quienes se hubieran quedado rezagados, a la espera de algo, cualquier cosa. Esperaba que muchas personas del pueblo estuvieran aún ahí, porque se notaba que la gente incluida en el salón no era ni del pueblo de Nox ni de sus alrededores.

Había sido una idea inspirada, aunque tuviera ser él quien lo pensara. La celebración había durado poco, pues la gente congregada había optado por retirarse cuando la gente del pueblo se unió en el salón. No eran numerosos, pero ciertamente cambiaban la perspectiva del lugar. Para Wes, era algo incomprensible, pues el acceso al castillo Drummond era algo de todos los días en Savoir.

Tras servir los alimentos, la gente del pueblo se había retirado, con lo que Wes pudo excusarse y volver a su habitación a recostarse. Suspiró y continuó con los ojos cerrados, aun cuando escuchó la puerta abrirse. No necesitó mirar para saberlo.

–Estás preocupado.

–Weston, por favor... piénselo –Garrett se adentró y cerró tras él–. No está en condiciones.

–Oh, pero eso no es nuevo. Nunca lo estoy.

–Wes, sabe que no quise decir... –soltó el aire, cansado–. Podría descansar esta noche y quizá mañana...

–No.

–Pero...

–Sabes que no lo haré. No insistas.

Cuatro Momentos (Drummond #3)Where stories live. Discover now