Parte 1

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Renamon, se deslizaba silenciosamente sobre los tejados de las casas de Shinjuku. Escondida entre las sombras que se proyectaban gracias a la lechosa luz de la luna, era invisible al ojo de cualquier posible espectador.

Avanzaba sin rumbo fijo con el corazón acelerado, tentada muchas veces a mirar hacia la dirección de donde venía, intentaba estar alerta ante cualquier posible amenaza, pero el ruido sordo que ahora se apoderaba de su mente no se lo permitía, se desplazaba veloz mientras se alejaba a conciencia de la zona residencial a cada salto que daba.

No se detuvo hasta que consideró estar lo suficientemente lejos de la casa de su compañera humana, en lo que no sabía, era el inicio del parque industrial del distrito vecino. Subió hasta la parte alta de lo que parecía ser el techo de una gran construcción en obra negra, se recargó en una fría viga de acero que le erizó el pelaje, se cruzó de brazos y cerro sus ojos para sumergirse en una profunda meditación.

No lo logró.

Cerrar sus ojos y desconectar sus sentidos solo la hacía evocar el evento que había ocurrido un par de horas atrás y por el que irracionalmente había terminado emprendiendo carrera. Relajó su postura y deslizó su espalda sobre la viga para terminar sentada con las piernas cruzadas, escondiendo su rostro entre sus enormes manos.

"– ¡¿Y tú porque te metes en lo que no te importa?! ¡Tonta impertinente!"

La voz del digimon demonio llegó a su mente.

"–Sabes que me importas, sé que algo te preocupa Impmon, lo veo en tus ojos."

El eco de su propia voz estaba también recriminándole, que de no haberse entrometido en los asuntos del otro, nada de aquello habría pasado.

Pero se estaba mintiendo, no fue el evento de hace unas horas el detonante del caos que afligía su ser, la encrucijada se remontaba tiempo atrás, mucho tiempo atrás. Lo de hace unas horas no fue la causa, sino la mera consecuencia.

Y es que en el fondo, ella lo sabía. Sabía que aquella sensación de comodidad y entendimiento que la rodeaba cada que estaba con ese pequeño diablillo que siempre se metía en problemas, iba más allá del vínculo que tenía por cualquiera de sus otros amigos. Era diferente.

Lo supo cuando lo vio recibir una paliza de Indramon. Lo confirmó cuando lo reconoció al verlo por primera vez en su etapa mega. Lo acepto cuando arriesgó a Rika y así misma, de quedar varadas en el Digimundo solo para traerlo de regreso. Lo notaba cada que estaban juntos, cuando entrenaban a escondidas después de pasar semanas aburridos sin amenazas del Digimundo, cuando reían, cuando se insultaban. Y no pudo ocultarlo, hace un momento cuando no soportaba verlo en un estado diferente al de su pintoresca forma de ser.

Sabía desde el principio que había algo diferente, pero nunca se había dado a la labor de ponerle un adjetivo a aquel sentimiento extraño e indescifrable. Simplemente lo asimiló, como si aquello fuera lo más normal del mundo y del Digimundo. Sin embargo, desde hacía muchas lunas, pensar en ese problemático camarada suyo, se había convertido en una actividad malsana y recurrente que su mente comenzaba a convertir en un hábito incomprensible.

Bajó sus largas orejas, y dejó escapar un pesado suspiro.

Ya no era consiente de cuánto tiempo había pasado en el mundo real, los años pasaban muy rápido. Solo sabía que Rika ahora era casi tan alta como ella, que asistía a una institución educativa diferente a la de antes, a la que llamaba preparatoria y que por sus innumerables deberes y responsabilidades, ya casi no veía a los otros Tamers más allá de los llamados de alerta a los que era su obligación acudir. Sin embargo, cuando los un día salvadores del mundo se rencontraban, parecía que no existía lazo más fuerte que su camaradería.

Confrontación DirectaWhere stories live. Discover now