Parte 1

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- Carolina, ¡despierta! –dijo mi hermana mientras me sacudía en la cama- ¡Vamos! ¡Hoy inicias la universidad!

- ¿Y qué? –contesté, apretando los dientes-, es el primer día, Maju, no pasará nada interesante hoy.

Creía haber ganado la discusión, hasta que me cayó una mochila en la cabeza.

- ¡Levántate, perezosa! ¡No sabes lo ansiosa que estaba por que llegara este día! No sabes lo emocionante que será una vez pises la universidad, la gran cantidad de personas que vas a conocer allí y, lo mejor de todo, ¡sin uniforme escolar! –decía María Eugenia mientras reía y corría de acá para allá en mi habitación-.

Me terminé levantando, pues de una u otra forma, jamás iba a lograr que mi hermana salga de mi habitación y me deje dormir. Bajé las escaleras hasta el primer piso, en donde estaban mis padres, en la cocina esperando el desayuno familiar.

- Caro –escucho la voz retadora de mi madre-, ya no estás en edad para que te estén levantando a cumplir tus propias responsabilidades. Empieza a ponerte alarmas, ¡duérmete más temprano, por el amor de Dios! –se pone a llamarme la atención mientras lava los platos que mi hermana no lavó anoche-. No es sano para ti. Apenas tienes 18 años –sí, repetí un año escolar: tercero de secundaria, era el más divertido, ¿no? -.

- -Buenos días a ti también, mami –le respondo sarcásticamente poniendo los ojos en blanco mientras le doy un beso en la mejilla-.

- Ahí está mi niña universitaria –interrumpe mi padre con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja. Él era tan alto -o yo era tan baja-, que le llegaba a la boca del estómago. Me da un abrazo profundo y me dice:

- ¿Quieres que te lleve a tu primer día de clases, preciosa?

- -Hola, papá, buenos días –Le respondo el abrazo y le doy un beso en la mejilla-. Gracias por la oferta, pero ya quedé en ir con Samantha. Perdón.

- ¿Esa niña desquiciada por qué te acompañaría a la universidad? –Pregunta mi hermana- Que vaya a la suya o busque algo que hacer.

- ¿No les conté? –Respondo sonriente mientras le doy un sorbo a mi taza de anís- Ella ingresó a la Cato también, así que seguiremos siendo el dúo dinámico por muchos años más.

- -¡Ah, qué buena noticia por Sam! –dice mi madre mientras comía un pedazo de tostada con mermelada- Pensé que no quería estudiar en una universidad.

Después de tener una conversación familiar en el desayuno y compartir chismes, terminé de alistarme y me encaminé hacia la avenida Escardó, en donde quedé encontrarme con Sam, pues era un punto intermedio para las dos (ella vivía a cinco cuadras de la avenida, y yo también).

Sam se estaba tardando mucho y ya estaba siendo la hora de la primera clase. Empecé a caminar a paso lento por la avenida, mientras veía en la pantalla de mi teléfono los diez soles que me cobraría el Uber hasta la PUCP. Decidí llamarla, tenía miedo de que le ocurra algo.

- -Aló, ¿Sam? ¿En dónde estás? Ya llevo como quince minutos esperándote y ya es tarde.

- -Relájate, huevona –Se escuchó a una Samantha inexpresiva-. Es el primer día, así que chill. Estoy caminando para allá, llego en cinco.

Esos cinco minutos, que en realidad fueron siete, me los pasé escuchando dos canciones de The Weeknd, hasta que veo llegar a paso relajado a una chica alta, esbelta, pálida como una hoja de papel, pero con sus mejillas rojitas, cabello castaño rizado y largo hasta la cintura y unos ojos color miel deslumbrantes. Esa era mi Sam. Llevaba puesto un abrigo impermeable rojo, un jogger gris, unas zapatillas Converse negras clásicas y un cigarro en una mano.

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⏰ Last updated: Aug 13, 2019 ⏰

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Lima, la grisWhere stories live. Discover now