El Reflejo del Alma

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El gigante dejó caer su capa sobre las flores recién nacidas y dio sus pasos feroces sobre las almas del mundo.

La oscuridad lo cubrió todo, los sueños fueron pesadillas.

La iglesia estaba llena y los ruegos eran repetidos, hasta que las voces callaban ante la extenuación.

Solo uno siguió rezando.

Afuera el gigante continuó acechando, sembrando el horror y la barbarie, aniquilando cualquier expresión de vida que encontraba en su terrible paso.

La atmósfera era dolorosa y corrompida por una niebla gris.

La pestilencia llegó a la iglesia y esta se desmoronó piedra sobre piedra. Uno a uno cayeron los santos que adornaban el altar. Uno a uno fueron cubiertos por el manto del gigante, quién reconoció que al fin había despertado de su sueño y que éste había sido cumplido.

Pero estaba cansado, no era fácil llevar ese cuerpo pesado y repugnante.

Se dejó caer sobre los escombros y esbozó una sonrisa ante el nefasto paisaje, para él, el más hermoso que hubieran visto sus ojos.

El silencio sepulcral se vio cortado por una voz dolorida pero dulce.

El gigante dio un salto de los escombros, la voz venía de allí. La voz era un ruego, un real ruego para el único que podía escuchar y ayudarlo.

El gigante enfureció y empezó a arrojar los escombros por doquier.

Hasta que el hombre que rogaba quedó al descubierto. Estaba vivo y con los ojos cerrados pero no tenía miedo.

El gigante jamás había conocido hombre más fuerte que ese, ni siquiera él podría haberlo hecho.

Dicen que los ojos son el reflejo del alma.

El hombre que rogaba abrió los ojos y levantó la vista hacia el gigante y en ese instante el gigante se desplomó sobre la tierra.

El Reflejo del AlmaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora