La estrella que más brilla

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Esta historia va para Cris (ragobrometa), espero que te guste tanto como a mí escribirla, te quiero. 


Agoney tenía tan solo 10 años cuando le regalaron su primer telescopio. Fue un regalo de cumpleaños por parte de sus padres, después de pasarse todo el verano y el mes de septiembre oyendo a su hijo hablar de estrellas, planetas, constelaciones y a saber cuántas cosas más relacionadas con aquello.

Aquel verano había sido el primero que habían veraneado fuera de las islas. Encontraron un camping en la costa de Tarragona y les encantó la zona, así que pasaron allí varias semanas. Fue en ese mismo camping donde Agoney conoció a otro niño de su edad, Raoul, y en pocos días se hicieron inseparables.

Raoul no dormía en una tienda como ellos, sino que dormía en un apartamento de los que estaban al final del camping, con sus padres y su hermano mayor. Les encantaba jugar por aquella zona, y ya que estaban siempre por ahí, los padres de Raoul invitaban a comer muchas veces al otro niño. Fue uno de aquellos días, mientras comían, que sacaron el tema. Se ve que había una exposición sobre astronomía en Amposta, un pueblo que quedaba cerca, e iban a ir toda la familia aquella tarde. Ya que estaba Agoney comiendo con ellos le preguntaron si quería ir, y el niño aceptó, porque aunque no le llamaba mucho la atención aquella exposición, sin duda era mejor que quedarse toda la tarde solo y aburrido sin Raoul. Después de hablar con sus padres, se lo llevaron con ellos.

Aquella tarde fue un antes y un después en las vidas de aquellos dos niños. No sabrían decir qué fue lo que les fascinó tanto, pero volvieron totalmente obsesionados con el cielo. Se pasaron los pocos días que quedaban de agosto mirando las estrellas en el césped de delante de los apartamentos, intentando identificar las estrellas y constelaciones que habían aprendido, aunque obviamente no daban ni una.

Después tuvieron que separarse. Agoney volvía a Tenerife y Raoul a Barcelona, y no sabían si volverían a verse más. Fue un drama, y a sus padres les supo mal, pero todo el mundo sabía que el verano no duraba para siempre.

Por eso, cuando Agoney montó el telescopio, lo primero que hizo fue mirar por la ventana a ver si veía a Raoul. Obviamente fue en vano, pues les separaban más de 2000 km, con un océano de por medio.

***

El siguiente verano se volvieron a encontrar. Nada más llegar al camping, Agoney corrió hacia los apartamentos.

–¡Raoul! –gritó, esperando que su amigo estuviera allí.

Una de las puertas se abrió de golpe.

–¿Agoney?

Los dos sonrieron felices al verse, y Raoul avisó a sus padres que se iba con su amigo a dar una vuelta.

–Me regalaron un telescopio. –le informó Agoney, cuando ya estaban caminando.

–¡A mí también! –exclamó el rubio.

–Intenté buscarte a través de él, pero era imposible. –dijo el moreno apenado.

–Pues claro tonto, si no sabes como es mi casa. –le dijo el otro niño, como si fuera lo más evidente del mundo.


Raoul se había llevado el telescopio, pues ahí se veían las estrellas mucho mejor que en la ciudad, y podría darle más uso. Agoney no se lo había podido llevar porque como solo tenían una tienda de campaña, era muy peligroso dejarlo ahí, y muy probable que se lo robaran.

Cada noche se ponían a observar el cielo y a intentar buscar estrellas con el telescopio. Tenían un libro donde explicaba todas las estrellas y sus constelaciones, pero les era muy difícil encontrarlas y al final acababan pidiendo ayuda de sus padres o de sus hermanos mayores.

ConstelacionesWhere stories live. Discover now