Prólogo: Cielo Azul

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"Lo prometiste ¿recuerdas? Prometiste que me protegerías y no dejarías que acabase como mi hija...

Un día desperté, y estaba sola. Todos me señalaban y tú no estabas a mí lado.

Quizás creas que sigo siendo la pobre madre indefensa que conociste en Atlanta, pero no. Esa mujer murió cuando me encontré a mí misma completamente sóla"

Las palabras de la mujer resonaban en su cabeza y se sentían como un cuchillo clavado en el cráneo. Un frío metálico que le helaba la sangre.

Desde que todo se fue a la mierda, Daryl había dejado de ser aquel tipo de pueblo que toda su vida reconoció como a él mismo. Muchas cosas le habían cambiado.

Primero había llegado el alguacil Rick, con su seguridad y empatía, su valentía y ese sentido de justicia que tanto hacía falta en un mundo tan jodido.

Luego, fue cuando notó la existencia de Carol. Aquella mañana cuando ella se le apareció por detrás cuando él disponía a abollarle el cráneo a su difunto -y futuro caminante- marido.

-Yo lo haré, es mi esposo - Fue lo que dijo en aquel momento, y la mirada de esa mujer lo perturbó. Esos ojos celestes estaban llenos de ira y aunque Daryl no era muy observador para aquel entonces, se dio cuenta que Carol Peletier, viuda ahora y madre de una niña, iba a dejar de ser una mujer débil muy pronto.

Observó. Una, dos, tres veces perforó la cabeza de Ed. Quizás más, no las contó. Sólo se dispuso a ver ese espectaculo: la fuerza con que la mujer alzaba el pico y machacaba cada centímetro de sesos.

-Merle no podría creerlo si viese esto -pensó Daryl en aquel entonces. No, no podría. 

Su hermano siempre había subestimado a todos aquellos que compartían refugio en el campamento de Atlanta.

Aunque Merle no era conocido por su inteligencia, tenía muy bien analizados a todos los del campamento porque, quería apoderarse de él.

Daryl, por su parte, no opinaba, sólo obedecía. Asentía cada vez que su hermano mayor le decía: "En cuanto tengamos la oportunidad, los atacaremos, agarraremos todas sus armas, mataremos al viejo, nos llevaremos su casa rodante y nos iremos a la mierda, hermanito... así será...

...Tú sabes que estos inútiles están destinados a morir... yo no quiero pudrirme con ellos, hermano"

Merle. Ahora el que estaba muerto era él, y la débil mujer cuya descripción era "la cornuda dominada" seguía viva.

-Lo has hecho bien, hermano -Pensó Daryl alzando la mirada triste al cielo despejado y de un azul profundo. 

Volvió a recostarse al árbol en el que descansaba, en medio de un claro, solo. Pensativo.

Rick, Carol, Beth. Personas que habían marcado un antes y un después en él. 

Y él, ¿habría sido "el antes y después" de alguien?

"Confié en tí, Daryl. Esperé por tí. Cuando no llegabas me convencí de que habías muerto y lloré. Te enterré en mi mente. Cuando te vi nuevamente, ese sentimiento de luto desapareció y deduje que yo siempre te importé una mierda.

Después de todo, ¿a quién le importa la vieja Carol?"

-A mí me importas -dijo Daryl para sus adentros mientras veía como unas nubes grises se acercaban por el horizonte. 

Se puso de pie y dispuso a marcharse. Calzó su ballesta en su hombro y empezó a caminar lentamente.

La voz de Carol, las palabras de Carol, los ojos de Carol ese día, ese momento, aún hacían un eco doloroso en su cabeza.

-Te encontraré nuevamente. Volverás con nosotros y te pediré perdón. Cumpliré mi promesa de velar por tí como a Sophia.

Como a SophiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora