La cueva del infortunio.

Desde hace 4 meses estoy encerrado en este oscuro y frío lugar, un sitio que invade mi alma de dolor, tristeza y una interminable agonía causada por la soledad que tengo que soportar.

En mi repugnante estadía aquí, solamente he estado rodeado de un sin fin de fétidas aguas; que hacen aún más miserable mi ya de por sí nefasta existencia.

De vez en cuando unas voces provenientes del exterior, o de mi cabeza, no lo sé; gritan y hacen retumbar mis oídos, emanando palabras que pretendiendo desalentarme sugieren el fin de mi vida, reprochando la desgracias que mi presencia generaba. Y, aún así, estas palabras me traen consuelo, pues me hacen sentir menos solo en esta húmeda prisión. Aunque, en ocasiones llego a considerar que sus palabras dictan la verdad... ¿Y qué tal si lo que dicen es lo mejor? Si tan solo pudiera terminar con esta cruda e insoportable vida... Por fin podría encontrar la paz.

Este día las cosas han pintado diferente, hoy no se siente la sensación de amargura en el ambiente, incluso se siente formidable, lo que me hace pensar que algo anda mal. Mis sospechas se confirmaron cuando una luz extraña apareció, una luz que quemaba mis ojos y mi piel, provocando un dolor sin precedentes. Poco después una manguera ingresó, succionando mis extremidades una por una, causándome un interminable tormento. Mientras mi torso y cabeza eran succionados, pude mirar a ese maldito hijo de perra, que era responsable de mi ya segura muerte. Pero por alguna razón no estaba molesto o triste, más bien me sentía agradecido con él.