Prólogo

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Seúl, Corea
Diez años antes...

—¡Maldición!—maldijo con furia

Inuyasha caminaba furioso por los pasillos de aquella casa que pasó la mayor parte de su vida. La sangre de él corría desesperadamente por sus venas debido a la rabia que recorría por su cuerpo con una intensidad extrema. Nunca se había sentido así antes. Nunca en sus 19 años de vida. Sus puños estaban apretados y hacían que sus nudillos se blanquearan por completo. Su mandíbula estaba tensa y una vena sobresalía debido a la presión que ejercía.

Camino aun más rápido hasta llegar a la oficina de su tutor. Mioga Higurashi. La puerta se abrió de par en par de un solo golpe e Inuyasha observó al hombre sentado detrás de un gran escritorio con caoba. La mirada fría y asesina de Inuyasha se clavaba sobre él, mientras que este le veía con una sonrisa de malicia en su cara.

Inuyasha sentía la necesidad de lanzarse sobre él y quitarle aquella sonrisa del rostro con golpes. No lo soportaba. Simplemente ya no lo soportaba.

Mioga Higurashi se levantó lentamente de su sillón de cuero y se movió hacia una bandeja de plata donde tenía algunas bebidas. Cogió un vaso y lo llenó de licor para volverse hacia Inuyasha y dedicarle una pequeña sonrisa.

—Hola, hijo—saludó

—¡Maldito infeliz!— exclamó Inuyasha con rabia mientras cerraba la puerta de un golpe.

Higurashi negó con su cabeza y con un suspiro se sentó en su sillón. Miro al hombre enfurecido ante él y cruzó sus dedos sobre el escritorio

—Esos no son los modales que te he enseñado, hijo—dijo en tono paterno Mioga.

—No te atrevas a llamarme así. ¡Eres un hijo de puta!—gritó

Mioga exhaló aire y pasó una mano por su cabello negro.

—No entiendo la razón por la cual has venido hasta acá para decirme semejantes cosas.

—La razón es que confíe en ti. Confié en ti— lo miró dolido y luego golpeó su escritorio—¡Maldición!, te entregué toda mi confianza, John y tú la despreciaste.

—No he desperdiciado nada, hijo. Aun no tengo clara la razón por la cual estas acá y creo que es muy malo de tu parte gritarle a un hombre de 40 años.

—Tú debes saber que hiciste. Me traicionaste. ¡Robaste dinero del negocio de tu propia familia y me culpaste!

La mirada de Mioga recorrió toda la habitación y miró divertido a Inuyasha. Esa era la verdad. Robó y culpó a Inuyasha. El único que podía ser sospechoso en aquel momento. Siendo el hijo de unos padres que no se preocupaban por él, sería la mejor forma de manchar su apellido.

Le sonrió a Inuyasha amargadamente y le dió un trago a esa bebida.

—¿Por qué lo hiciste?—pregunto esta vez Inuyasha adolorido—Eras como tutor, la única persona capaz de darme lo que necesitaba. Eras como mi padre...

—¡Basta de hablar estupideces, Taisho!—grito Mioga y se levantó golpeando el escritorio—necesitaba el dinero y ningún miembro de mi propia familia podía hacer el jodido favor. Era más fácil robarlo y culpar a alguien...—lo miró y volvió a sonreír malicioso— Y tú ganaste el puesto.

—Eres un infeliz—murmuró Inuyasha—¡Eres un maldito infeliz!

Inuyasha apretó aún más los puños para evitar la necesidad de matarlo a golpes. Lo odiaba, pero no podía matarlo. No podía.

—¡Si mis padres se enteran me odiarían, Mioga! No puedo creer que hayas echo semejante cosa.

—Vamos, Inuyasha. Tus padres no te pueden odiar... al menos no más de lo que ya lo hacen—La mirada de Inuyasha se encontró con la de Mioga la cual tenía un cierto brillo de malicia en ella— ¿Por qué crees que vives en esta casa? Solo porque tus padres, tus propios padres no te toleran. Se arrepienten de tenerte. Yo soy el único al cual pudieron dejarte a cargo durante gran parte de tu vida. Por eso viajan por todo el mundo y no se detienen a preguntar por ti. No les eres importante.

El corazón de Inuyasha se destrozó por completo por esas palabras. Era cierto que nunca veía a sus padres. Pero no creía que lo odiaran. Nunca hizo algo malo para que lo hicieran.

—Muérete—espeto con furia—Me iré de esta casa. Te arrepentirás de haberme traicionado, Mioga Higurashi. Lo verás, me vengaré

Mioga sonrió aún más y negó con la cabeza.

—Eres un muchacho ingenuo. Pero si crees que algún día podrás vengarte entonces estaré esperando ese día con ansias, chico.

Inuyasha le dedicó una última mirada y salió de la oficina rápidamente. Chocó con la hija de Higurashi. Kagome Higurashi. La miro de reojo y salió rápidamente en busca de sus cosas para largarse de la casa.

Kagome observó como Inuyasha salía furioso de la oficina de su padre y su curiosidad creció para saber que pasaba. Tenía solo 15 años y tenía una gran obsesión por aquel hombre de ojos miel. Ella era una simple colegiala y el un hombre de 19 años. Era el típico amor adolescente donde ella estaba enamorada sola y el nisiquiera notaba su existencia...
Suspiro al sentir su perfume varonil entrar en sus fosas nasales y entró en la oficina de su padre para saludarlo con una sonrisa.

—Hola—le saludó Kagome con una sonrisa en su rostro.

Mioga estaba frotándose las sienes con dos dedos y levantó su mirada para ver a su hija en el umbral de la puerta. Con una mano le hizo una seña para que lo dejase solo y ella asintió cerrando la puerta de la oficina de su padre. No era extraño que el siquiera la mirara. Ella había sido un error al nacer, no era raro que no le importara. Rápidamente ella puso su mirada en los pasillos de su hogar intentando ver si Inuyasha seguía cerca. Suspiró y se trasladó hasta la cocina, pasando cerca de la puerta principal. Logró ver a Inuyasha salir y le dedicó una última mirada y una sonrisa amarga antes de salir.

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Espero que les haya gustado el "prólogo"
91fthes💫

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⏰ Última actualización: Jun 04, 2018 ⏰

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