Parte 1 Sin Título

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La Reina Miseria

La Reina Miseria, sentada en su tronodorado, jugueteaba con un peine de plata con el que intentabainútilmente alisar su larga cabellera blanca. El objeto entrababrillante, refulgente, reflejando las luces todo en derredor y sehundía en la maraña grisácea y sucia sólo para emergerennegrecido y opaco. Igual suerte corría el escabel a sus pies,adornado con hilos de oro y las más finas piedras preciosas queperdían de inmediato su brillo al contacto con la mugre de los piesdescalzos, las uñas largas, descuidadas, carcomidas y, de tantorecorrer ciudades, gastadas. En aquella sala, orgullo del padre,hogar de los más hermosos tesoros, todo era resplandeciente. La luzdel sol entraba por el enorme ventanal y rebotada una y un millón deveces en cada copa, en cada escudo, en cada espada. Incluso, enalguna parte de aquel cuarto de maravillas nunca vistas, descansabala corona de Naharabi, la más exquisita jamás forjada, aquella que,según contaban, dotada a su poseedora de una belleza tal que ningúnmortal podría mirarla sin perder al instante la vista, a modo dejusto castigo por la osadía de observar aquello reservado solamentea los ojos de las divinidades. La Reina Miseria, vestida con su largatúnica de jirones polvorientos, torso ceñido y falda acampanada,con las manos tintineando de pulseras de lata, la buscaba, divertida,danzando y arañando los mosaicos a cada paso, girando y esparciendosu ruina en cada objeto, sosteniendo y estropeando con sus dedoslargos y filosos como garras todo aquello que le venía a la mano. Yalevantaba un espejo, que por supuesto se resquebraja, ya un arco cuyacuerda perdía fuerza, ya una lanza que al punto se curvaba. Ella,sin embargo, no prestaba atención a estas cosas, tan entretenida conobjetos desconocidos, concentrada en todo momento en la búsqueda delobjeto deseado. No percibía, acostumbrada como estaba a los lugaresoscuros, que con cada gesto suyo se extinguía un resplandor y lahabitación tornaba a cada momento más sombría y desolada. Tanabstraída estaba que no escuchó el sonido de la puerta a susespaldas ni el resonar de los pasos del padre. Tampoco escuchó elprimer llamado, apagado por el ruido de sus propias carcajadas. Éste,contemplando con horror la devastación salvaje, la destrucción desus objetos amados, estalló de furia, se acercó a ella ysujetándola con violencia del brazo detuvo aquella enloquecidadanza.

— ¡Mira lo quehas hecho! —gritó, recogiendo uno a uno los restos de vasijas,armaduras y armas—. ¡Mira lo que has hecho! ¡Mil veces se te hadicho, se te ha ordenando nunca poner tus pies en el suelo de estahabitación! ¡¿Es que acaso no entiendes?! ¡Contempla lo que haslogrado!

— Pero...—murmuró ella, aterrada ante la cólera y la posible represalia—yo solamente buscaba...

— ¡Buscabas,buscabas! ¡¿Qué es lo que buscabas?!

— La corona deNaharabi —musitó ella con un hilo de voz. La enorme diosa seaparecía ahora como una niña asustada.

— ¿Y para quéquerrías tú la corona de Naharabi? ¿Para ceñirla a tu frente?

— Quería sabersi eran ciertas las leyendas. Pensé que quizás podría, pese atodo, hacerme hermosa —se disculpó la pobre Miseria.

— ¿Hermosa tú,la más horrenda entre las horrendas? Niña tonta, no hay sortilegioen este mundo que pueda ocultar tu horrible esencia. Ahora vete deeste cuarto antes de que te haga pagar con sangre cada una de mispertenencias arruinadas.

La Reina Miseria, sintiéndose la másabyecta de las plebeyas, echó a correr, llorando desconsolada.Lloraba por su destino, por el rechazo no solo de su padre sinotambién de sus hermanos y, aun cuando ella jamás lo admitiría, elde los mortales. Porque a los dioses corresponden los rezos y lasofrendas pero, ¿quién le reza a la pobreza? ¿Quién no suplica alas deidades que lo protejan de la miseria? ¿Quién habrá dealegrarse si la encuentra en su casa al abrir la puerta? Y de estaforma, la Miseria, una reina sin reino y sin corona, recorre el mundode los hombres buscando quien la acepte, quien la abrace, quien laame, y a pesar de ser una diosa, renunciaría para siempre y sindudar un instante a su terrible poder y su inmortalidad por vivir lavida de una mujer común y corriente, por hallar en el hogar y en ellecho a la persona amada.

La Reina MiseriaWhere stories live. Discover now