Batalla de Tres Colinas

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Respiro profundamente, limpio el lente de la mira con el borde de su camisa y volvió a mirar para enfocarla otra vez, yacía sobre el suelo y podía sentir insectos reptando por todo su cuerpo pero permanecía estático siguiendo cuidadosamente con su mira aquellos soldados cuyos uniformes indicaban algún tipo de rango, no eran muchos y por lo tanto era sencillo mantenerlos a todos ubicados.

El Alguacil Cerri estaba en problemas, 5 guardias muertos y dos carros averiados habían quedado en la carretera mientras escapaban, justo ahora los restantes 7 guardias se dividían en dos pequeñas colinas preparándose para la confrontación, él se encontraba en un tercera colina un poco más alta junto al Alguacil Junior y el prisionero causante de todo esto.

Nadie esperaba que transportar a este prisionero sería sencillo, pero nadie en absoluto esperaba una emboscada de unos 30 soldados profesionales con subfusiles contra un oficial del Reino. Era imposible decir que fue algo previsible, pero ahora estaba en el suelo sosteniendo un rifle de alcance confiando en menos de 10 hombres armados con rifles semiautomaticos para resistir fuerzas mejor entrenadas y tres veces más numerosas.

Sacar al prisionero de la prisión fue pan comido, ocultarlo fue un total fracaso, Cerri no estaba seguro si era la familia del prisionero o sus adversarios los que había enviado los hombres, sus insignias habían sido borradas. Pero cual familia fuera no era diferencia, el asesinato de 5 oficiales del Rey solo se podía traducir en que su misión no incluía sobrevivientes, ninguna casa noble resistiría la ira del Rey por sí sola, pero sino había sobrevivientes la ira del Rey no sabría sobre quien recaer. Más a Cerri no le importaba la política, quería salir vivo de esta y regresar a su familia y ciudad.

En la carretera quedaban los dos carros restantes de su grupo y los tres grandes camiones enemigos, con sus insignias igualmente borradas, una jugada sucia y bastante ilegal, pero si esperaban eliminar a todos los representantes de la ley ahímismo respetarla no sería una prioridad.

Los enemigos se mantenían fuera de su alcance, en parejas se habían extendido y cercado las laderas de las colinas que daban a la carretera, al parecer no portaban armas de largo alcance y esto los disuadía por el momento de avanzar, sobre todo después de que en un prematuro ataque Cerri hiciera desaparecer la rodilla de uno de sus sargentos.

Tomás Alfer Cerri era un buen Alguacil, siempre había disfrutado su trabajo, sentía que merecía sus nuevos privilegios tras cuatro años años extra como Alguacil Junior debido a un error administrativo. Era un hombre de pensamientos prácticos, centralista, parte de la privilegiada Alta Plebe por lado paterno, un verdadero patriota, pero no era ese su motivo para estar en el Cuerpo de Alguaciles, simplemente disfruta el continuo movimiento propio de su cargo y la oportunidad de encerrar criminales de por vida.

Esta misión no le había agradado desde el principio, su rango le permitió enterarse que se trataba de un traslado irregular a una Penitenciaria Real, y de un maldito noble, al parecer si este permanecía en la Cárcel Regional o su casa, los Lapla o la familia de la víctima, los Caled terminarían llegando a su celda mediante la fuerza, y esto necesariamente terminaría en una disputa ilegal entre Casas.

El príncipe estaba inconsciente bajo la vigilancia del Alguacil Junior, con su perfecto e infantil rostro era difícil pensar que se hubiese llegado a la fuerza a la jovencita heredera de los Caled. Cerri lo había pensado y llegado a la conclusión de que si los soldados ahí abajo eran Caled en busca de venganza no sería tan fácil guardarles rencor cuando pasara prematuramente al Más Allá, por otro lado si eran esbirros de los Lapla se prometía a sí mismo regresería como fantasma a joderles la vida a ellos y sus amos.

Los Caled y Lapla habían tenido una relación tranquila por mucho tiempo, pero recientemente una Casa más poderosa había empezado a hacer competencia a la producción textil y electronica respectivas de los Caled y Lapla, y estos decidieron unirse para competir con los recursos combinados contra los nuevos intrusos. La unión se consumaría en el matrimonio del joven heredero Danne Caled y la hija mayor Brienna Lapla, una joven no muy agraciada. Pero el imbecil muchacho había decidido tener un poco de diversión a las malas con la chica antes de la boda, y termino en los calabozos de la Torre de las Chispas, una pequeña fortaleza Lapla.

De ahí en adelante todo fue de mal en peor y ambas familias se enemistaron profundamente, hasta llegar al punto donde Danne Caled todavía prisionero fue comprometido a alguna hermana menor de la Casa Moosil para ganar el apoyo de esta familia en el innegable enfrentamiento a venir. Los Lapla respondieron agregando cargos a la acusación de Danne, los cuales si era juzgado culpable (y lo sería al enfrentarse a una corte completamente Lapla) bastarían para condenarlo a muerte.

Pero entonces algún burocrata decidio mover a Danne Caled a un Cárcel Regional para calmar los animos y asegurar un juicio justo, obviamente los oficiales del Rey estaban interesados en mantener la paz en la zona si llegaron al extremo de organizar un traslado muy irregular.

Pero ese traslado fue un fracaso completo, un par de camiones atacaron el grupo. Y ahora

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⏰ Última actualización: Jun 24, 2014 ⏰

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