Capítulo 1

7 2 0
                                    


                Apenas nos conocíamos. Si bien la vida ya nos había causado desencuentros, hacían falta más encuentros. ¿Blanca? Creo que aquel era su nombre. Nunca me lo resaltó, ni yo a ella el mío. Éramos dos personas sin autor. Simplemente personas.

El aire fresco nos acariciaba el vientre, cuando nos tomamos de la mano por primera vez. Aquella inocencia tan precaria, donde el mínimo esbozo producía un efecto de tintura roja en nuestros cuerpos. Cuánta poesía sostiene la estupidez humana.

Si alguien nos hubiera preguntado en ese preciso momento qué éramos, nos hubiéramos reído. Y con eso habríamos respondido todo.

Pero claro, todo madura. En la maduración de una fruta se pueden ver las consecuencias. En un acto de la naturaleza, de los ciclos, el fruto es más jugoso, del que se puede sacar provecho. Pero es tan delgada aquella línea. Aquella línea que separa la madurez, con la podredumbre. Que separa la comodidad, del hundimiento.

Sí, su nombre era Blanca. Anoche se lo volví a preguntar, bajo un acto de sinceridad. Bajo de las estrellas todo parece tornarse algo más fácil. Nos besamos. No fue un beso largo donde se desprenden todos los colores que ha visto en su vida uno, ni donde se siente esa conexión tan especial. No hay beso como el de la primera conexión.

Fue un beso corto, pausado. Exploramos nuestros labios como dos principiantes. Volvimos a empezar. Y eso me gustó.

Dijimos que nos veríamos al otro día. A unos kilómetros se encontraban unas playas escondidas entre cerros. Era un paisaje natural extraordinario, del cual ella nunca había sido espectadora. Le encantaría ver aquello.

Tomé una bocanada de aire larga. Hinché mi pecho de orgullo. ¿Todo se encaminaba?

Un ruido irrumpió mi escribir bruscamente. Están caminando sobre la sala. O quizá sobre la cocina. No lo sé específicamente, pero mientras siga escribiendo no entrarán a la habitación. Mojo la pluma en el tintero, y retomo:

Éramos adolescentes, y solo queríamos gustar de nuestra compañía. Elisa era la chica más linda del colegio al que iba. Sus ojos azules hipnotizaban hasta al más paspado. Sus libros de literatura francesa era lo que siempre más me captó la atención de ella. Mañana le diré todo lo que siento por ella. Aquel acto de cobardía más grande que un hombre pueda tener, es el de no demostrar el amor que se tiene hacia alguien. Pero un viejo como yo, viviendo en una casa como esta; ¿Quién se fijaría en mí?

De todos modos, mañana asistiría a la escuela, y en el salón de clases juntaría fuerzas y se lo diría.

Vuelvo a soltar la pluma. "¿Alguien anda ahí?", pregunto con temor a recibir una respuesta. Solo se escuchan unos murmullos de pasos cada vez más fuertes y decididos. Me doy vuelta bruscamente, me levanto de la silla de mimbre y miro sobre el rabillo de la cerradura. Unas sombras vagamente deambulaban por la sala. No quisiera olvidarme de mi escritura, pero aquel extranjero se había apoderado de mi casa.


You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Dec 15, 2017 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

El ExtranjeroWhere stories live. Discover now