mad house

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-¡Arriba todos! ¡Vamos vagos! ¡Ha llegado el gran día!

Intento incorporarme lo más rápido que puedo. Al fin ha llegado el gran día. Para esto me he estado preparando durante meses en la EOPA, más conocida como la Escuela Oficial Para Alcachofas. Hoy por fin voy a salir al mercado. Voy a ser sometido al mayor examen de mi vida. Ojalá todo salga bien. Echo un vistazo al resto de la habitación. Mis hermanos alcachofas están nerviosos, se les nota. Unos tiemblan, otros intentan sonreír. Miro a mi derecha y veo a mi mejor amigo, Louchofa, y descubro que me está mirando también. Noto que mueve la boca e intento entender lo que dice, ya que no puedo oírle. El Sargento Willchofa sigue aquí, inspeccionándonos uno a uno. A la vez que intento averiguar lo que me está diciendo Louchofa, oigo al Sargento decir que más nos vale que hoy pasemos la prueba final.

No consigo descifrar lo que me está intentando decir Lou, por lo que le hago señas de que espere. Al fin y al cabo, tenemos tiempo de sobra hasta que lleguemos al mercado.

-¡Señor Hazchofa! ¡Conteste!

Oh no, ¿qué ha dicho?

-¿Podría repetir la pregunta, Sargento? -digo.

-¡Hoy no puede permitirse fallar, Hazchofa! ¡Elija compañero de caja! ¡Y se lo repito, no va a poder separarse de él en todo el viaje, así que más le vale elegir bien!

-Elijo a Louchofa, Sargento -le respondo sin dudar.

-¡Señor Louchofa! ¿¡Está usted de acuerdo!?

Miro a Lou y noto un atisbo de decepción en sus ojos. Pero en seguida esa expresión se transforma en decisión. Cuadra sus hojas, y justo en el segundo que tarda a volver a su posición inicial, veo una mancha marrón debajo de su brazo.

No puede ser. Tiene que ser un error.

Aparto la vista de Lou, y me centro en mirar al frente.

Es imposible que tenga un golpe en el brazo. Es imposible que Lou tenga una imperfección.

Decido dejarlo pasar, ya lo averiguaré más tarde.

En cuánto el Sargento sale de la habitación, me acerco a Lou.

-¿Qué decías antes? -le pregunto.

-Tenemos que hablar. Mira Haz…

Justo entonces, el Sargento vuelve a entrar en la habitación, y pita con su silbato, acallando todas las conversaciones.

-¡Vamos! ¡No tenemos tiempo que perder! ¡Todos en fila y a fuera!

-Luego seguimos hablando -le digo a Lou, y voy directo a la fila.

Cuando ya estoy esperando en la fila con mi bolsa, me giro a ver a Lou. ¿Qué será eso de lo que quiere hablarme? Lo veo agacharse a coger su bolsa, y le noto una mueca rápida de dolor cuando mueve el brazo, que borra rápidamente al notar que le estoy mirando y sustituye por una sonrisa. Veo como se coloca en la fila y se pone a hablar animadamente con la alcachofa de delante.

No puedo dejar de mirarle. Voy a echarle de menos.

-¡Bueno alcachofas! ¡La verdad, es que estoy muy orgulloso de todos vosotros! -dice el Sargento, obligándome a mirarle-. ¡Habéis alcanzado vuestra madurez completa! ¡Hoy es el gran día! ¡Vais a ser enviados al mercado más grande de la ciudad! ¡Mucha suerte a todos! ¡Estoy seguro de que todos vais a conseguir pasar este examen! ¡Al fin y al cabo, os he preparado yo!

El último comentario hace que todos riamos, liberando un poco la tensión que tenemos en el cuerpo. Entonces, el Sargento se pone al inicio de la fila y empieza a avanzar. Todos le seguimos, nerviosos. Oigo a más de uno tropezar, otro quejarse de que uno le ha pisado. Todo es una mezcla de conversaciones y risas nerviosas, hasta que nos paramos delante de una caja. Formamos un semicírculo alrededor y el Sargento avanza hasta ponerse en el medio.

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