Segundo Capitulo.

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6 meses antes.

Una bonita tarde de otoño, las pocas hojas que quedaban en aquel árbol tenían una mezcla de colores que pasaban del amarillo al naranja, mi mirada solo se fijaba en una de esas hojas cálidas, se encontraba en lo alto de la copa y tenía forma de corazón dividida en dos colores. Tenía que coger esa hoja, tenía que dársela, llevaba enamorada de él desde primero de primaria, estuvo en los momentos buenos y en los peores, ayudándome a afrontar la muerte de mi padre hace ya dos años, él siempre había estado ahí.

Me levanto del banco, en el cual nos aviamos citado, recuerdo que su voz no era tan cálida y cariñosa como siempre, si no que era seca y arisca cuando me llamo para vernos, le pregunte el porqué de su sequedad, pero me contesto que me lo diría por la tarde.

Bueno, a ver como cojo esa hoja - me dije a mi misma, después de haber estado casi diez minutos buscando algo para poder alcanzarla o tirarla al suelo, para poder llevármela como tantas cosas que había guardado todas aquellas veces que aviamos quedado, él y yo.

Miro a un lado y a otro, al no ver a nadie me subo encima del banco, apoyando mis manos en el tronco del árbol, subo al respaldo mientras estiro la mano, pero no logro llegar, en ese momento decido agarrarme a una rama que no estaba a mucha altura de donde me encuentro y así poder darme impulso y trepar un poco para conseguir la hoja.

Casi la tengo al alcance, cuando resbalo y me precipito hacia el suelo, partiendo y tronchando todas las ramas que encontraba en mi camino, ya que había subido varios metros por las ramas. Solo que no caigo al suelo, me cogen unos brazos familiares. Lo miro y sonrío, pero él no me corresponde, solo me deja en el suelo, después de verme echado una fría mirada haciendo que se me encogiera el estomago, nunca me había mirado de esa manera, siempre se tomaba bien mis intentos de conseguir un recuerdo de nuestras citas.

¿Qué estabas haciendo ahí arriba? - me dice enfadado. Me encojo de hombros intentando decirle lo mismo de siempre, que pongo mi vida en peligro para poder conseguir recuerdos y en ese momento veo pasar delante de mi la hoja que había intentado coger. Me agacho y recojo la hoja, levantándola para que Francis la viera.

- Estaba intentando coger esta hoja tan bonita- le sonrío, pero él no mira la hoja ni me mira a mi.

- Crece un poco Noa, esas cosas las hacíamos cuando teníamos cuatro años- dice, con la voz más fría que jamás había oído.. – No eres lo que quiero para mi vida. Una cría inmadura.

¿Qué qué dices? -Es lo único que logro articular en apenas un susurro, pero lo que recibo es la misma fría mirada.

Pues eso, ¡que ya va siendo hora que crezcas! -me vuelve a repetir, me estremezco volviendo a escuchar aquella misma voz, espero que me salga esa bella sonrisa burlona, diciendo que era mentira, que era un broma de mal gusto, su mano se extiende entre los dos, quitándome la hoja de mis manos, desmenuzandola hasta que no quedo nada más que pequeños trozos, dejándolos caer al suelo.

¿Qué te pasa? - le pregunto aturdida- ¿Porque te comportas así? - me acerco para agarrarle la mano que aún tiene extendida, pero se aleja, me quedo parada con el corazón en un puño.

¿Quieres saber lo que me pasa? - me dice enfadado, casi al borde de la histeria. - No creo que te guste escucharlo.

Sí, quiero saberlo - digo arrepintiéndome al instante.

Muy bien, tú lo has querido –me amenaza- ¿Quieres saber qué es lo que me pasa?- asiento - Lo sabrás… sígueme -se da media vuelta y empieza a andar en grandes zancadas, por lo que tengo casi que trotar para estar a su altura, de repente para en seco y casi me choco con el- Mira hacia delante ¿que ves? - me quedo mirando viendo solamente una chica de espaldas a nosotros.

Una… una chica - digo mientras sigo mirando por los alrededores por si se me había escapado algo, le miro exasperada al no ver nada más- ¿me vas a decir que tengo que mirar?

Francis, no contesta mi pregunta, sin saber muy bien que decir me lo quedo mirando. ¿Por qué me ha traído a esta zona del parque? ¿Qué quiere que mire? No lo entiendo. ¿Por qué no me lo dice y acaba antes?

Cruzo los brazos sobre el pecho esperando a que me diga la razón por la cual me ha llevado a aquel lugar. Empieza a andar de nuevo, acercándose a la chica, cuando llega a su altura le toca el hombro y ella levanta la cabeza.

-  Hola Fran -dice la chica sonriéndole, después se fija en mí y ensancha más la sonrisa.

-  Hola Verónica -le devuelve la sonrisa, dándole un corto y a mi parecer tierno beso en la frente, lo cual hace que la chica se sonroje.

Me quedo mirándolos, ¿acaso era una broma?¿Fran? Nunca le había gustado que le dijeran Fran ¿Por qué dejaba que ella le acortase su nombre?  Doy varios pasos acercándome a ellos colocándome frente al banco donde estaba sentada esa tal Verónica, recorro su cuerpo con la vista, fijándome en su mano la cual estaba depositada en su vientre ligeramente abultado, mis pensamientos volaron a Francis y hacia aquella chica, la realidad se vio reflejada en mis ojos, miro acusadora mente a Francis, y este la mira con adoración y algo dentro de mí, se reduce a la nada. Me quedo helada al ver su reacción, no se qué hacer, ni que pensar, el lugar donde antes se encontraba mi corazón ya no está, no me agrada la mirada de esa mujer. Estaban juntos e iban a ser padres. ¿Desde cuando me había estado engañando? ¿Porque me lo dice de esta forma? No puedo soportarlo, me abrazo el pecho, dejando caer mi alma dentro, muy adentro donde ya no le puedan hacer daño, intento recordar cuando dejó de ser igual entre nosotros..

No…-digo en un susurro, cuando Francis abre la boca para decir algo cuando vuelve a percatarse de mi presencia- No digas nada….- Francisco se queda sentado, callado, sin apenas moverse, parece que por lo menos respeta mi suplica, cuando deposita una mano sobe el vientre de la chica.

Me quedo atónita, todo aquello explicaba como nuestra relación se había ido enfriando durante los últimos cuatro meses, apenas hablábamos, discutíamos siempre que podíamos y yo había estado retrasado todo aquello, invitándole a cenar en lugares lujosos y regalándole cosas, por alguna razón, mi subconsciente sabía que todo aquello iba a pasar pronto y yo solo había estado retrasándolo. Entonces echo a correr, para alejarme de todo aquel sufrimiento, dejando al lado del banco donde estaban sentados, mi alma y mi corazón, roto.

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Mil y un suspiros. ||Pausa||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora