Ramen, la historia del niño fideos.

Ramen.

Ramen despertó. Aquella noche había soñado pesadillas. No sabía qué era lo que le atormentaba. Cada vez tenía menos claro quién era, o hacia donde debía caminar. Aquella mañana todo iba a cambiar.

Se puso los pantalones de siempre, con la camiseta de siempre y se puso el peinado de siempre. No es que no tuviese otra ropa, es que odiaba cambiársela cada día. Todos le llamaban Ramen. Su nombre original no se correspondía con el que le había sido asignado en Polis. Ni siquiera recordaba cuál era. Todos le llamaban así por la mancha que había caído a su camiseta años atrás, originaria de un plato de ramen. Como Ramen no se cambiaba nunca de camiseta este acabó siendo un distintivo único del personaje.

¿Le gustaba? No lo sabía. Al principio dolía. No le gustaba que nadie le llamase de una forma que no fuese su nombre original. Por otro lado, fue una manera de ser reconocido por los demás...

-O te adaptas o mueres...

-No...

Ramen siguió caminando hacia la puerta de su casa y la abrió. Se giró previamente para mirar el salón, lleno de restos de basura de la noche pasada. El desorden era su hábitat. No era capaz de encontrar nada en un salón ordenado. ¿Qué había cenado? ¿Adivinas?

Cerró la puerta tras de sí.

-¡No! ¡Ábrete! - golpeó la puerta numerosas veces sin éxito alguno. - ¡Ábrete, joder!

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Sin llaves de su propia casa, Ramen emprendió el camino que siempre llevaba a cabo. Las calles, llenas de los mismos aerocars conducían directamente a la fábrica en la que Ramen trabajaba.

Ramen entró en esta y fue hacia el mostrador.

-Tarjeta de empleado, por favor. - dijo la máquina de acceso.

Ramen rebuscó en sus pantalones buscando la cartera. La terrible verdad de su propio despiste le dejó aterrorizado.

-No la tengo, me llamo...

-Tarjeta de empleado, por favor.