Capítulo I: Actor de clase "Z"

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El fue el más grande de todos los actores...del cine infantil de finales de los ochenta: Joshua Scott Horwitz (bajo el seudónimo de "Josh Howard" por consejo de los productores, para que sonara menos "judío") fue el pequeño niño en el serial favorito de América, "La Familia Tompkins", y tal papel lo llevo al estrellato absoluto de la noche a la mañana.

En su mejor momento, su popularidad rivalizaba con la otros grandes símbolos de la época, como Urkel y Alf, solo que con mucho menos pelaje (al menos hasta su pubertad) y su salario era suficiente para mantener a los parásitos que tenía por padres.

Eso sin mencionar que su fama lo llevó a ser vocero de muchas compañías en importantes campañas publicitarias: McDonalds, Coca-Cola, AT & T, entre otras le lanzaban casi literalmente billetes en las narices para que dijera en televisión nacional lo mucho que amaba esos productos (aún si no podía pronunciar bien "de Waikiki a Ontanarivo, vuele con Panam") ; esos eran los días de gloria, pero como bien dicen por ahí, todo lo bueno debe terminar.

Hoy por hoy, nadie da un centavo por Josh, al menos no en dinero americano, y se las tiene que arreglan con una mezcla de actuaciones de bajo perfil (y de alta humillación) y convenciones del circuito de la nostalgia que involucran decir sus viejas frases y dejar que sus mejillas sean pellizcadas por mujeres que vivían cuando la Guerra de Troya era la crisis diplomática de los medios.

Pero Hollywood es caprichoso e impredecible, y a veces la oportunidad puede venir de una fuente inesperada, como sucedió en aquel curioso día de enero...

Josh tenía la resaca más fuerte que había experimentado desde la noche del año nuevo del 1999; hasta el aleteo de las moscas que rondaban su apartamento a las afueras de West Hollywood era suficiente para provocarle el dolor de cabeza más insoportable que su torcida mente podía concebir.

Él se encontraba dormido en su sofá, con los pantalones abajo, probablemente porque intentó quitárselos la noche anterior pero sencillamente estaba demasiado borracho para poder completar la compleja tarea de salirse de su indumentaria. Apestaba a licor barato, quizás repitiendo su rutina de hacerse el galán con alguna de sus fans de antaño las cuales le invitaron un tequila o dos, y su sabor de boca indicaba que paso buena parte de su velada junto a una tasa de baño dejando salir justo lo que había dejado entrar en primer lugar.

Pero en el lado positivo, al menos se encontraba en su propio apartamento, pues no quería repetir un escenario en el cual despertaba en cama desconocida, pudiendo ser una mujer, un travestí muy atractivo, un travestí nada atractivo o como en una ocasión de paseo en el barrio chino, en un frigorífico junto a un caballo.

El no tenía demasiada motivación para levantarse. ¿Y para qué?, Se preguntaba a menudo: no tenía trabajo desde hace meses, (al menos no un trabajo que no incluyera usar su gorra roja de su antiguo show y tratar de ser adorable a pesar de sus cada vez más obvias patas de gallo) y lo desmotivaba el hecho que sus andanzas no daban ni para una nota menor destacando lo "escandaloso" de su comportamiento, y cada vez que Snookie, Andy Dick o Lindsay Lohan se encontraban en la ciudad, las posibilidades de ser mencionado eran todavía menores.

No obstante, tenía algo de hambre, y quizás es la única otra cosa por la que se dignaría a poner un pie fuera de su cama o sofá (la otra siendo claro, trabajo de convenciones, pues aunque Josh odiara esos eventos, trabajo es trabajo y a menos que de milagro Sodenberg llamara a su puerta, tenía que conformarse) así que agarró fuerzas y se levantó.

—Algo verde, algo verde, una cerveza a la mitad, algo que solía ser verde, algo verde que trata de tomar mi mano... —Josh murmuraba al ver que tenía en su refrigerador para saciar su hambre, pero tristemente no había prospectos demasiado atractivos.

Conozcan a JoshWhere stories live. Discover now