"¿Tienes miedo?" Teresa no hizo ningún gesto, ningún movimiento. El resto de la habitación parecía vacía cuando sus ojos se posaban en los de Thomas, especialmente en un momento como ése. Él sacudió la cabeza tranquilo, haciéndolo ver relajado. Se mostraba seguro por fuera y cualquiera hubiera pensado que así era por dentro, pero Teresa llevaba conociéndolo el tiempo suficiente como para saber que en realidad ese gesto era de terror absoluto. Thomas también sabía esto y por eso mismo no despegó su mirada de la de ella.
Entonces los dedos delgados y fríos de Teresa se posaron en la mejilla enrojecida de Thomas, que estaba casi hirviendo, como si tuviera fiebre. "No tienes porque mentir ya, lo sabes, ¿No? Queda poco tiempo. Tres días, solo tres días." Y ella también se dio cuenta de que estaba aterrada. El chico volvió su mirada a los monitores detrás de él, observando con cuidado cada paso de los habitantes que ya estaban dentro del área, haciendo deberes, terminando su día antes de que anocheciera. “No pienses en ellos ahora.” Le devolvió la mirada.
"Tienes razón" Suspiró la voz más madura de Thomas. No era el mismo niño que conoció a los 9 años, ya no. Ahora que Ministro Kevin Anderson se había ido, los otros científicos (y los otros habitantes antes de entrar al Área) lo habían elegido como líder, pero él solo tenía 14 años. A veces Teresa no se sentía de esa edad, sabía que Thomas tampoco. "Pero me entristece… Olvidar mi vida aquí. Y tendré que subir a una caja sin recordar cuanto yo te…" Pero se detuvo, tragándose las últimas palabras. No había más tiempo, ya no, era ahora o nunca, pero esas palabras hacía tiempo no significaban nada para él. Perdió a su familia entera. Los observó volverse locos y despedirse sin cordialidad alguna, sin afecto, nada. Y aunque él y Teresa son inmunes, le costaba trabajo pronunciarlo.
Teresa permaneció callada, frente a él, aún con la mano en su mejilla. No lo notaron, pero se habían estado acercando conforme hablaban. Sus ojos buscaban respuestas en los de Thomas, pues a veces se preguntaba porqué seguía en ese lugar. Y después, la llamarada inundaba sus pensamientos… la manera en que todo su pueblo se fue transformando… Una lágrima bajó por su mejilla, y Thomas en vez de limpiarla, se acercó rápidamente y juntó sus labios con los de ella.
Como agua y aceite, Thomas ardía y Teresa parecía ser de hielo. Sus labios, primero suaves, fueron despegándose para poder sincronizarse con los de ella. Él la acercó con sus manos en sus caderas y ella movió su mano de la mejilla a la nuca, tocando su cabello, separándolo con sus dedos. Sus narices no se despegaron cuando sus labios sí, y aún podía sentir la respiración de cada uno, el sabor de sus labios. "¿Sin recordar cuanto tu qué?" Inquirió Teresa hablandole por la mente.
"Sin recordar cuanto yo te amo." Respondió igual. Se acercó para volverla a besar por, probablemente, la última vez.
