LA ERA DEL DESPERTAR

"In Media Res"

Los disparos rebotaron contra las metálicas paredes del pasillo. Carreras. Explosiones. Gritos. El caos se había apoderado de todo el complejo aunque los supervivientes aún trataban de salir de allí con vida.

-¡Rápido, moveos! – una voz grave, casi rota, intentó alzarse por encima del ruido. Sephard comenzó a disparar su fusil de asalto sobre los atacantes mientras sus compañeros se retiraban. Era un tirador experto y denotado oficial; aquel nuevo cuerpo no lo olvidaba. Podría haber dejado atrás las cicatrices, quemaduras o heridas que habían ajado su cuerpo original pero la experiencia y la edad se mantenían. Era como empezar de cero.

A su izquierda O'Neil y Martinez le prestaron apoyo con sus armas logrando abatir a uno de los Vigilantes antes siquiera de que lograse empuñar su pistola.

-Vainas de salvamento lanzadas y recuperación en marcha señor – la voz de Cristina, el técnico de confianza del viejo "Tentetieso" llegaba desde el comunicador jagger en la oreja de Sephard – tenemos unos minutos antes de que todo el Enclave se colapse. Corto.

-Saque de aquí el resto de escuadras y prepare los desacoples. Estamos de camino. Corto y cierro – respondió el oficial.

La voz de Sephard era serena, como casi siempre. La sangre fría le había conciliado con la batalla y llevado hasta un nuevo camino. El Enclave se precipitaba hacia su destrucción y los medios de seguridad trataban de contener lo incontenible. El ser humano volvía a ser libre de su yugo, tal como Lucía les prometió.

Los tres experimentados soldados retrocedieron sin dejar de disparar; al final del pasillo, entre los destruidos cuerpos de los vigilantes, podía entreverse otro de esos malditos cerberos. Ya era demasiado tarde para detenerles. Las explosiones secundarias habían destruido los complejos que rodeaban el núcleo. Todo se convertiría en una multitud de hierros a la deriva.

-¡Vamos, vamos, vamos!

El cerbero surgió desde las sombras, corriendo hacia los tres soldados sin notar siquiera el impacto de los proyectiles sobre su cuerpo metálico. Cincuenta metros.

-¡Granada! – Sephard se apartó a un lado mientras Martinez hacía lo mismo al contrario, dejando a O'Neil la suficiente línea de visión para poder accionar el lanzagranadas acoplado en su arma. El proyectil voló hasta golpear de lleno a la criatura que trataba de envestirles y la explosión sacudió todo el pasillo. La onda expansiva les empujó, haciéndoles retroceder por el impacto un par de metros sin llegar a caer. Los daños secundarios en el corredor y la estructura abrieron una fisura en el casco que comenzó a absorber el oxígeno del complejo y filtrar el vacío en toda la zona. No quedó resto alguno del cerbero.

-¡Salgamos de aquí... YA!

Sephard cubrió la retirada de sus dos hombres de confianza mientras estos corrían hacia la esclusa de acople; no tardó ni cinco minutos en llegar con el resto de su unidad a la lanzadera de embarque y cerrar los sellos de seguridad. Con todo el Enclave saltando por los aires a su alrededor media decena de pequeñas barcazas como esa se alejaban con la certeza de haber completado su objetivo. Aun así, sentados en los puestos de seguridad de la pequeña nave, Sephard no pudo mantenerse quieto y, tras mirar a la docena de hombres y mujeres que se sentaban a su alrededor, se incorporó, apoyando sus manos en el techo de la estructura metálica.

-Hoy hemos dado un paso más hacia el final de nuestra batalla... muchos han caído y muchos no volverán a despertarse pero con la información que nuestros técnicos han podido recuperar y las vainas que hemos salvado podremos crear un futuro mejor para todos.

La voz de Sephard era lenta, metódica, tranquila, como si se encontrase recitando algún tipo de homilía que ya se sabía de memoria. Los presentes agacharon la cabeza durante unos breves segundos y luego quedaron en silencio, pensativos. Shepard se mantenía en pie, callado. Para los que le conocieron en otras circunstancias era extraño verle en un cuerpo tan joven.