Carta de suicidio

Despedida de esta vida

Con las manos temblorosas, con el miedo en los ojos y lágrimas en el corazón, agarró la carta mal escrita que había en el suelo, después de que su amigo hubiera desaparecido. Se temía lo peor.

Clavó su vista en la primera palabra de aquella corta carta con sangre en los bordes.

"Hola.

No sabía cómo empezar esta carta. Tampoco sabía bien cómo terminarla.

Cuando estés leyendo esto, ya habré dejado de existir. O eso espero, no podría perdonarme haber fallado en esto también.

Espero que no me guardes rencor por haber hecho lo que hice. No podía más con esta situación. La persona que soy, debía desaparecer. Estaba haciéndome daño a mí misma, te lo estaba haciendo a ti y a cualquier cosa que en cualquier momento llegué a querer.

Desde que la magia me dejó, me sentí vacía. Incapaz de volver a crear una simple alucinación o encender una vela de un chispazo.

Traté de consultar qué me pasaba, pero sinceramente, estaba tan hundida por la situación que es posible que ni lo hiciera lo suficientemente a fondo como para hallar una solución a mi problema.

Y me empecé a consumir desde dentro. Me creí que mis poderes me habían abandonado, que nunca iba a volver a ser la misma.

Por eso, el montón de cenizas que ves delante tuyo ahora mismo, soy yo.

Me prendí fuego, para dejar de ser quien solía ser. Para abandonar esta vida por completo.

Espero que puedas entenderlo, y perdonarme."

Levantó su mirada y empezó a llorar mares, a gritar todo tipo de infiernos a través de su boca. Hasta que se dio la vuelta y la vio a ella. No a ella, si no a lo que había dejado.

Era su cuerpo. Eran sus ojos, sus labios, sus manos... Pero no ella.

Había renacido para un bien mayor, para transformarse en algo que no podía llegar a ser con la mente envenenada que la poseía en su anterior forma. Renació de aquel montón de polvo, totalmente vacía, sólo para darle al mundo otra oportunidad. Poder finalmente recuperar la magia que tiempo atrás había perdido.

— ¿Quién eres? — Abrió la boca tímidamente.

Tocaba empezar de cero. Volver a aprender todo lo olvidado, pero esta vez, hacerlo bien.

— Tú no lo recuerdas ahora. — Se secó las lágrimas. — Pero tiempo atrás, fuiste algo que te enseñaré a que no vuelvas a serlo. —