Capítulo : 86 Un baile en Almack's

135 27 17
                                    

La elegante sala Almack's rebautizada como sala de Willi   por el nuevo propietario hacía décadas era un sitio de obligada asistencia para todo lo que quedaba de la buena sociedad tras la guerra

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La elegante sala Almack's rebautizada como sala de Willi   por el nuevo propietario hacía décadas era un sitio de obligada asistencia para todo lo que quedaba de la buena sociedad tras la guerra. Históricamente había sido uno de los primeros clubes en dar la bienvenida tanto a los caballeros como a las damas. Estaba presidido por el comité de las damas más influyentes de la sociedad en aquellos días.

Ellas habían sido las responsables de organizar las noches de los miércoles permitiendo la entrada solo a aquellos que se podían permitir comprar el vale anual. Las damas organizadoras del evento se citaban cada lunes por la noche, durante la temporada para decidir a quién destituir por comportamiento indecente y quien podía ser añadido a la lista de sus miembros, que  no eran muchos. A veces y dependiendo de la categoría de la familia a la que atrapar, solían gastarse ciertas deferencias. Por lo que para los miembros más ilustres de tan exclusivo club, solían enviar invitaciones que nadie en su sano juicio osaba a rechazar. Y por desgracia para algunos, se veían en la obligación de asistir a tan pomposos actos de presunción y egolatría. Después de la guerra, poco o nada quedaban de los viejos tiempos. Pero algunas personas, se resistían a abandonar las viejas costumbres. 

Albert sabía que la gente iba allí para ver y ser visto. Se veía obligado a afirmar su posición en la categoría más alta de la sociedad y entretejer alianzas y relaciones por el bien de su numerosa e importante familia que si bien, residía en su mayor parte en Estados Unidos también tenía sus raíces en Europa, en concreto en Escocia. Como muchos de ellos ya sabían. 

Él sabía que allí acudían los caballeros en busca de jóvenes de una posición social acomodada y que era uno de los mercados matrimoniales más conocidos del país. Sabía por experiencia, que las madres buscaban oportunidades para sus hijas recién presentadas en sociedad cazando tarjetas de baile a los jóvenes casaderos que acudían al baile. ​

Por eso, le había pedido a Vanessa que acudiera con él al evento. Como prueba de gratitud le regaló un caro vestido de Hermés que a Georges lo hizo palidecer. 

—Mon Dieu...—Había atinado a decir cuando la vio aparecer vestida y  lista para representar su papel.

Vanessa sonrió y Albert le besó la mano con galantería. 

—Te la tomo prestada, Georges. No puedo permitirme según qué cosas y a estas alturas no tengo ni tiempo, ni  paciencia suficiente para poder lidiar con ellas. 

Georges tragó saliva. 

—Por supuesto, señor William...¿Se refiere a...?

Albert sonrió con amabilidad, sabía que lo que le estaba pidiendo a su amiga tenía que ser difícil de digerir para su prometido, quien ocultaba tras su hierático rostro lo que sentía en realidad. 

—Sí Georges, me refiero a lo que crees. No quiero pasar toda la noche esquivando presentaciones de jovencitas por madres ansiosas por encontrarles un marido. Yo no estoy disponible y la mejor manera de lidiar con este pequeño problema sin herir sensibilidades es traer conmigo a tu maravillosa prometida. 

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu suerte: mi destino  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora