Capítulo 68: Una conversación entre mujeres

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Las dos jóvenes cerraron la enorme puerta de la biblioteca de Archer Hall con sigilo

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Las dos jóvenes cerraron la enorme puerta de la biblioteca de Archer Hall con sigilo. Candy le entregó la carta a su tía y esta abrió los ojos con asombro.

—¡Pero esto es increíble, Candy...! No puede ser ¡Pobre muchacha! ¿Y estás segura de que  son ellos?

—Si, lo estoy. Me lo dijo no hace mucho...por fuerza tienen que ser las mismas personas.—Aseguró ella intentando olvidar los labios de Dimitri sobre los suyos.

—Entonces tendrás que decírselo.—Afirmó Ariadna entregándole la carta.

—Lo sé. No sé cómo puede tomárselo, Ari. Ya lo conoces.—Candy empezaba a sentirse algo insegura. No estaba acostumbrada, ni le gustaba meterse en aquel tipo de asuntos. 

—Sí, por desgracia. Es un hombre bastante impredecible y sombrío. Imagino que con la noticia se le cambiará la cara.—Objetó su tía mientras empezaba a pasearse por la biblioteca.

—Eso es cierto...—Concedió Candy mientras la observaba.

Ariadna cambió de expresión y sonrió con la solución.

—Tendrás que enseñarle la carta cuando esté cerca Stephan. Su hermano me parece más razonable a parte de encantador. Si no fuera porque estoy comprometida con Ben, le habría echado el guante.— Añadió guiñándole un ojo travieso que hizo reír a su sobrina.

—¡Ariadna, eres terrible!

—Pues sí, yo y medio condado...—Rio su tía—Debería darse prisa ese prometido tuyo en aparecer. —Añadió no obstante y sus ojos tenían otra expresión distinta.

—¿De qué hablas?—Inquirió Candy.

—Ay, Candy...no seas ingenua ¿Acaso no te has dado cuenta de cómo te mira? Porque Scott está ciego, pero estoy seguro de que a tu padre no le haría ninguna gracia. Y ni mucho menos a tu prometido americano. Ay...y me olvido de mi querido Ben, por su puesto. Tienes a muchos hombres pendientes de tí ¿sabes?

—No tienen por qué...sé apañármelas sola. No los entiendo. Estoy perfectamente, si eso les preocupa.

Ariadna le recolocó un mechón de cabello que se le había soltado y la sonrió con ternura.

—Es fácil de entender cuando alguien a quien habíamos dado por perdido, reaparece en la familia. Y más si ese alguien resulta una muchacha como tú, Candy. Todos te queremos mucho y velamos por tu bienestar.— Dijo ella conteniendo la emoción que dejaban traslucir sus brillantes ojos verdes.

Candy suspiró agradecida. Ni en sus más recónditos sueños había esperado tener una familia como aquella y que le profesara tanto amor.

—¡Oh! Gracias, qué  considerada eres...— Dijo emocionada mientras le daba un cálido abrazo.

Ariadna tenía los ojos enrojecidos por las lágrimas contenidas. Sonreía.

—No...no es consideración, te queremos de verdad, Candy. Así que más le vale al hombre que vaya a ser tu marido que te trate con el debido respeto que se merece una Archer...— Afirmó Ariadna con convicción.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu suerte: mi destino  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora