Capítulo 56: Un velatorio y una despedida

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Candy miró con infinita pena el cuerpo de la condesa tendido sobre la cama. La habían colocado de manera que parecía dormida. Aunque el moratón del cuello y la extraña posición de la cabeza eran indicadores suficientes para darse cuenta de que estaba muerta.

Su madre la abrazó y lloraron juntas en silencio.

Se apartó lo suficiente para ver a su abuelo. James parecía haber envejecido de pronto varios años. Candy lo vio consumido, doblado, con los ojos enrojecidos y el cabello despeinado. Era el rostro de alguien que había vivido algo horrible y descorazonador. 

La culpa atormentaba al conde y este no podía sobrellevar su peso.

El abuelo James abrió los brazos y ella lo abrazó con fuerza. Nunca habría pensado que lo que antes le  había parecido fuerte e imponente, ahora le pareciera tan frágil.

—Lo siento, pequeña...Ha sido mi culpa. Solo por mi culpa.—Decía sin dejar de mirar a su mujer.

Candy se sobrecogió.

—No, abuelo...no digas eso, por favor. No ha sido culpa tuya, estoy segura. No puede serlo...— Susurró Candy para intentar calmar los sollozos contenidos del conde de Argyll.

Toda la familia estaba reunida. Leticia estaba en un rincón, alternando una crisis de llanto con su hermano Ben, mientras intentaba hablar sobre su hijo Jamie.

—Cuando venga la policía debemos contarles lo del niño. Pero es preciso hablar antes con papá. El testimonio de Jamie lo  va a  exonerar de la culpa. No soporto verlo en ese estado, Ben.— Dijo mirándolo.—¡Dios mío! Y por si fuera poco está lo de nuestra sobrina...— musitó Leticia pensando en su accidente en el baño.

Ben la miró a los ojos e intentó calmarla.

—Tranquila, hermana. Déjamelo a mi...sé cómo decirle las cosas. Por otra parte, necesitamos encontrar a Odette. — Afirmó pensativo.

Leticia estaba triste y furiosa. La doncella personal había huido de madrugada como una delincuente.

—Sí,  es una criminal...— Dijo apretando los puños mientras intentaba contener la rabia.— ¿Por qué mamá tuvo que implicarla en algo tan feo? Debería haber dejado tranquila a nuestra sobrina, Ben.—Dijo sonándose la nariz.

El joven Bruce tenía los ojos enrojecidos y todavía no podía hacerse a la idea de que su madre hubiera muerto aquella misma madrugada, a penas hacía unas horas.

—Ya sabes como es...como era mamá. Ella se ha aprovechado de su posición para hacerle eso a nuestra pobre sobrina. ¿ Y qué sacamos con esto en claro? Ahora ya no tiene sentido que pensemos en ello.—Murmuró contrariado.

Leticia miraba hacia donde descansaba el cuerpo de su madre, tratando de buscar un culpable de aquella tragedia. Aún no podía hacerse a la idea de que la condesa hubiese conspirado con su doncella personal para asesinar el hijo no nato de la nieta de su marido. ¿Cómo era posible que albergara tanto odio en su interior? ¿Alguna vez la había querido a ella? ¿Alguna vez había querido a sus hermanos? ¿Alguna vez había querido a alguien?

—Sacamos con esto que Odette sea castigada como se merece.— Suspiró mientras se enjuagaba una lágrima.

Ben miró por la ventana. La mañana era luminosa, parecía que iba a hacer un hermoso día. Pensó en la doncella, una mujer en la treintena, envejecida prematuramente tras los numerosos partos habidos durante su vida. De los cuales, sólo habían sobrevivido la mitad de sus hijos. Acostumbrada a trabajar duramente sin quejarse. No sabía desde cuándo se le había despertado en él la conciencia social sobre la dureza de la vida de los que eran menos afortunados que ellos...pero sabía que el destino que le esperaba a la trabajadora y a su familia no era nada halagüeño.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu suerte: mi destino  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora