Capítulo 42: Muerte sobre la escalinata de mármol

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Benjamin Bruce se despertó de repente al oír las voces

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Benjamin Bruce se despertó de repente al oír las voces. Sus padres discutían y podía oír el agudo timbre de voz de su madre sobre el de su padre, más contenido. Abrió la puerta de su habitación en batín, con la lámpara de aceite encendida y vio  desde el otro lado del pasillo a su hermana que lo miraba con la cara desencajada.

—¿Los estás oyendo? 

—Sí...

Leticia miró a su hermano con desasosiego.

—Falta uno de los niños...No está en su cama. — Susurró con aprensión  mientras volvía a mirar  preocupada hacia el lugar donde provenían las voces.

—No te preocupes, se habrá escondido, Letty. Siempre lo hacen...

Su hermana lo miró con desconfianza al principio. Luego se autoconvenció de que quizá tenía razón y suspiró.

—Bueno, pero hay que hacer algo,  Ben. Mamá y papá no pueden...— Sin embargo, no llegó a terminar la frase.

Los dos escucharon aterrados el grito penetrante de su madre y los sollozos desconsolados de su padre pidiendo ayuda. Corrieron hasta llegar a ellos para contemplar la escena que se les quedaría grabada en las retinas para siempre. Desencajados, pálidos, vieron que su padre sostenía y acunaba el cuerpo exánime de su madre mientras el conde de Argyll sollozaba desconsolado. 

—Poppy...Poppy...No, por favor. Despierta, abre los ojos ¡Ayudadme! ¡Ayudadme...!. — Su padre lloraba con la cabeza muy próxima a la de su mujer. 

Estaba inconsciente. 

—Por favor... por favor...No me dejes.—El conde se manchó las manos de sangre. Y se las limpió al batín sin dejarla ni un momento, como si pudiera conservar con su cuerpo el calor que se iba yendo del cuerpo inerte de la que fuera su esposa.

 James, ajeno a la presencia de sus hijos,  no dejaba de repetir como si estuviera en trance que había sido un accidente. 

—Por Dios Santo, papá ¿Qué ha sucedido?—Preguntó Benjamin mientras su padre intentaba responder. 

Pero no le salían las palabras. Se le habían atragantado, era incapaz de responder.

 —¡Mamá, mamá...!—Exclamó Leticia arrodillándose al lado de su padre y tomando a Poppy de la mano. 

Estaba templada y a penas le encontraban el pulso.

—¡Hay que llamar al doctor...! — Exclamó Benjamin yendo hacia la sala donde estaba el teléfono. Annandale era una de las pocas casas que se podía permitir el lujo de  tener aquel tipo de artilugios que, contra la opinión de muchos, habían resultado ser bastante útiles.

Levantaron a Poppy y la instalaron en un lecho improvisado en una de las habitaciones de la planta baja. El personal de servicio fue convocado  y les pidieron discreción. La señora había tenido un accidente y era necesario que se implicaran en su cuidado. El nieto de nueve años de la condesa continuaba desaparecido.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu suerte: mi destino  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora