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"Odio que me hables de ella.
Odio que la mires.
Odio que la ames.
¿Por qué no me haces caso a mí?
¿Por qué siempre ella?
¿Por qué tiene que ser ella?
¿Por qué ella?
La odio, y te odio a ti por amarla.
La detesto, la odio.
Odio todo sobre ella, la odio.
Odio verlos juntos.
Odio escucharlos y verlos reír.
Lo odio.
Digo que te odio pero realmente te amo.
Odio verte feliz.
Odio verte con alguien más.
Preferiría matarte e irme a la cárcel.
Así nadie más te tendrá.
Te mataré y me comeré tu corazón, así siempre estaremos juntos.
Para siempre y por siempre.
Como siempre debió ser.
Si yo no puedo tenerte, nadie te tendrá.
Puede que la mate a ella también.
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Ahora estoy encerrado en mi habitación, Stan, la policía está afuera.
Te asesine... A ti y a Wendy. (¿Verdad? ¿Verdad? ¿Verdad?)
Esa perra lo merecía, siempre fue grosera contigo... Y yo no iba permitir eso.
Te amo tanto, Stanley Marsh."
Terminó de escribir Kyle, colocando aquella nota en su mesita de noche.—... Hah.- Suspiró agotado, los ojos verdes del joven observaron por un momento el escrito y se estiró un poco, de sus labios se escapó un pequeño gemido y se levantó. Con pasos lentos se acercó a una silla recién colocada, con una cuerda sobre ella y un nudo ya hecho.
Sonrió un poco, suaves lágrimas comenzaron a caer.
"Tuve una buena vida." Pensó el joven, colocándose la soga en el cuello y subiendo a la silla, aquellas voces lo manipulan y obligan, haciéndolo hacer tal barbaridad que esta apunto de hacer.
Dé repente, de un momento a otro comenzaron a tocar repentina y fuertemente la puerta de su habitación, provocando que el judío entrara en pánico, causando que con un mal movimiento la silla caiga y la soga empiece a ahorcarlo, eso quiso en un principio, pero ahora es diferente, se suponía que era rápido, sin embargo, a causa del brusco movimiento, ahora el proceso es lento y doloroso.
"Duele mucho." Pensó Kyle, comenzando a arañar la soga y tratar de quitarla, pero fue en vano, ahora las yemas de sus dedos están en sangrentadas, haciendo que Kyle llore y gima del dolor.
—¡Kyle! ¡Kyle! ¡Kyle! ¡Abre la maldita puerta!- Gritó un azabache, pateando y golpeando con fuerza la puerta, con un tono de voz ronco y exigente, pero también con preocupación y horror.
—¡Mierda, Kyle! ¡¿Qué carajo haces allí dentro?! ¡Abre la jodida puerta, pelirrojo idiota!- Gritó el ojiazul y pateó con todas sus fuerzas. El miedo y enojo se apoderó del cuerpo de Stan, causando que esta vez rompa la puerta, metió su mano y buscó la perilla, al encontrarla sonrió y abrió la puerta.
—¡...! ¡KYLE!
Gritó horrorizado al ver tal escena.
Lágrimas amenazaron con caer y quiso vomitar del asco.
Pero rápidamente reaccionó al notar algo...
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