Capítulo 31:El castigo de Neal

272 34 46
                                    

Mansión Ardlay, Chicago

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Mansión Ardlay, Chicago. Agosto, 1917

—Por el Amor de Dios ¡Deja ya de lloriquear, Neal!...—Exigió la tía Elroy visiblemente alterada.—Cuando te uniste a ese despreciable de Mc Bride y planeasteis arruinar a William debiste pensar en las consecuencias de tus actos.—La vieja dama empezó a respirar de forma agitada, visiblemente afectada por los acontecimientos.

—Pero yo..—Alegó Neal intentando explicarse.

—¡Fuiste contra la familia! y no digamos lo que planeabais hacerle a Candy tú y ese criminal, con la complicidad de tu hermana Eliza, nada más y nada menos. ¡Eso me costó una enfermedad! No estoy dispuesta a ayudarte a pagar lo que debes, ni tampoco la multa. De hecho, me parece hasta poco castigo para todo  lo que hicisteis. No señor, Sara deberá vender lo que sea necesario de su patrimonio para pagar la deuda que tú mismo contrajiste...—-Elroy estaba sentada en la gran sala de reuniones de la mansión Ardlay.

Y no parecía dispuesta a hacer concesiones.

Mantenía cerca a dos de sus hombres de confianza, como últimamente tenía por costumbre hacer. Ella había decidido ser el apoyo de su sobrino William tras su precipitada e improvisada presentación en la ceremonia de compromiso que para mayor remordimiento, había consentido en celebrar. Había sido muy humillante para Elroy reconocer que había sido sólo un títere a manos de su familia, una familia que no era la suya propia, sino los descendientes de su marido  casado en segundas nupcias con ella... Y se preguntó, con qué clase de mujer habría unido su vida antes.

Su hija Sara no se parecía en nada a él.

El hijo de su único hermano se había visto obligado a revelar su identidad delante de todos los invitados para gran desazón de Elroy, quien tuvo que ver horrorizada con sus propios ojos hasta qué punto había sido engañada.

Ella no era un títere en manos de nadie. ¡Por Dios Santo! había sido la líder del clan desde que William Clyde había fallecido. Era ella, quien había controlado con mano férrea el holding Ardlay durante décadas en la sombra. Y ahora se sentía decepcionada, avergonzada de sí misma, porque habían utilizado sin piedad ni escrúpulos sus sentimientos para conseguir sus fines, sin importarles a quién se llevaran por delante.

Eran fríos y no parecían amar a nadie más que a ellos mismos.

Para ella estaba claro que lo único que impulsaba a aquella familia era la ambición y el poder. Querían mayor influencia dentro del clan y para ello no habían escatimado ningún esfuerzo. Vio claramente que detrás del capricho de Neal había un motivo estratégico. De otro modo, ni Sara, ni Raymond habrían consentido semejante casamiento. Esperaban adquirir derechos sobre la herencia de Candy a través de aquel matrimonio. Incluso—para su propia desgracia— ella había organizado una fiesta de compromiso sabiendo que la joven no había dado su consentimiento y confiada en haber quebrado su voluntad. Elroy se arrepentía de haber obrado a espaldas de William y asegurar que era una orden directa suya, con el fin de debilitar su resistencia. Era consciente de su mezquindad y esa mentira todavía le pesaba en la conciencia. Le dolía reconocer el mal en ella misma. Aquella muchacha había salvado al líder del clan: al heredero Ardlay.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu suerte: mi destino  [Libro 3]Where stories live. Discover now