Capítulo 19: Una partida de caza en Annandale

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Mansión de Annandale, verano 1917

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Mansión de Annandale, verano 1917. Escocia.

El joven príncipe ruso Dimitri Konstantinovich Artamonov se la quedó mirando fascinado. La suave brisa de finales de agosto mecía sus dorados cabellos y casi se quedó sin aliento cuando sus ojos, de un extraordinario verde esmeralda se lo quedaron mirando divertidos.

—Veo que monta usted a Silver, la vieja yegua de mi abuelo James...Debe ser paciente con ella, señor.—Dijo reprendiéndolo suavemente.

—No se preocupe, señorita. Sé perfectamente cómo manejar esta clase de monturas.—Repuso el joven molesto porque una niñata como ella osase a corregirlo en público.

—¿Nos conocemos?—preguntó ella levantando una encantadora ceja.

Sus rasgos le eran tremendamente familiares.

—Aún no he tenido el placer, señorita.— Repuso él intentando disimular su creciente turbación. ¿Quién era aquella criatura?

Candy había oído hablar  con entusiasmo a su tía Leticia de él tras su última vista a Annandale habida meses atrás. Recordó haberse tropezado con su hermano Stephan ese mismo día en el bosque y sin embargo, aún no había tenido la oportunidad de conocerlo en persona.

Se daba cuenta de que él había sido el que la había sacado de su ensoñación durante su endiablada galopada por las propiedades de su familia. ¿Cómo había podido ser tan atolondrada como para haberlo confundido con Albert en aquel momento? Su silueta era ciertamente la de un hombre alto y  muy fuerte, como él.

Pero se trataban de dos hombres de aspecto y personalidades totalmente opuestas.

La joven frunció el entrecejo. 

Aquel hombre era muy atractivo, sin duda. Vestía una costosa casaca de cuero negro, altas botas, pantalón de montar y una hermosa camisa de seda entreabierta que dejaba a la vista parte  del vello oscuro que debía cubrir su poderoso pecho. Candy apartó la vista, turbada.

No debía dejarse impresionar por la virilidad de los huéspedes de la familia. Ella tenía el corazón comprometido con alguien mucho más especial que aquellos dos arrogantes boyardos. Estaba segura de que estaban acostumbrados a que las mujeres se desmayaran a sus pies y ella ya no era ninguna chiquilla.

Sabía distinguir bien las cosas. Su amor en la distancia, le pedía que confiara en él y ella creía en su palabra por encima de todo.

Para homenajear a tan ilustres invitados su familia había organizado una cacería, tras la cual habría un fastuoso baile y una gran cena.

El gobierno británico estaba intentando controlar los precios de los alimentos y había comenzado a multar «comportamientos antipatrióticos» como tomar más de dos platos al mediodía y más de tres en la cena o incluso alimentar a las palomas que en el caso de su abuelo, pese a todo, tenía por costumbre hacer para disgusto de su mujer.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu suerte: mi destino  [Libro 3]Where stories live. Discover now