Capítulo 11: El secreto de Oberon Mc Bride

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Edificio Mc Bride

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Edificio Mc Bride. Chicago, abril 1917.

—Bueno para nada...— Siseó Oberon Mc Bride a su hijo Arthur en la gran sala familiar de su casa de Chicago.— Ahora tendré que terminar de arreglar el asunto que has empezado.

—Pero, yo ya lo tenía. Si no fuera por esa zorra...—Objetó su hijo.

Oberon se movió incómodo en su silla y se levantó amenazadoramente poniendo ambas manos sobre la mesa.

—Si no fuera porque no sabes guardar tu pajarito en los pantalones, ahora mismo no tendríamos este problema. Siempre te he dicho que no te precipites antes de cobrarte tu presa...y mira lo que nos has traído a la familia. Han empezado a husmear en tus negocios y te recomiendo que cierres el pico...—Bramó el viejo Oberon mirando colérico a su único hijo que intentaba objetar algo más.

Su hijo intimidado, reculó. Conocía bien el carácter de su padre y más que respetarlo, le temía.

—Ahora tendré que buscar un cabeza de turco a quien culpar de tus estupideces. No estoy dispuesto a que arruines lo que me ha costado décadas construir. Tú sólo tenías que cuidar de mi legado, pero no. Tenías que ir a por el vástago de Clyde. Al principio no me pareció tan mala idea, sobre todo porque con esa familia tenemos cuentas pendientes. Hay negocios que controlan que son muy golosos y después de todo, nadie tiene derecho a acapararlo todo.

—Muy cierto...— Convino su hijo pensando que se podría congraciar con él.

Pero su padre no le escuchaba ajeno al estado de ánimo de su vástago. Arthur se sentía cada vez más culpable, avergonzado. Lo último que quería era volver a decepcionarle.

— Y bien...si querías ocuparte de ese mequetrefe, tendrías que haber sido más inteligente. Ahora tengo que solucionar tus chapuzas antes de que todo nos salpique. —Reprochó implacable.

—Pero padre, yo...—Intentó explicarse.

—¡Silencio! Ahora mismo confesarás a la fiscalía lo que yo te diga. Seguidamente, nuestros hombres se encargarán de incriminar a alguien para que tú quedes libre de sospechas y puedas hacer lo que te plazca. Pero esta vez, sé más astuto. Y no quiero saber nada más del asunto. No quiero oír más quejas. Pero sobre todo, Arthur...Por el amor de Dios,  la próxima vez, si quieres eliminar a un enemigo debes asegurarte de que éste sea destruido por completo. Porque si no lo haces, él se encargará de ti, tenlo por seguro; la próxima cabeza que rodará será la tuya y yo no podré ayudarte.

—Comprendo.

—Ahora vete, tu presencia me irrita.

Arthur cerró la puerta y Oberon se quedó pensando. Toda la trama que había ido tejiendo durante largos años se había visto comprometida. Sabía que había testigos que debían ser eliminados. No podía confiar en el fiscal del distrito y desconocía hasta dónde habían llegado. Lo mejor que podía hacer era cerrar algunos  negocios de momento. Si tenían que caer, caerían sólo los peces pequeños. Tenía contactos en la policía aún que podían hacer desaparecer todo aquello que los incriminara para dejar a la fiscalía sin un caso sólido contra ellos. Aunque también pensó que una buena temporada en la cárcel no podía sentarle mal a su hijo. Puede que así, sus torpes reflejos acabaran por agudizarse.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu suerte: mi destino  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora