Capítulo 6: La diáspora blanca

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Acorazado HMS Marlborough, marzo de 1917

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Acorazado HMS Marlborough, marzo de 1917. Mar del Norte

El joven príncipe ruso Dimitri Konstantinovich Artamonov y su hermano mellizo Stepan habían logrado escapar de la revolución rusa junto con su madre, su hermana menor y sus hermanos pequeños en el acorazado HMS Marlborough tras muchos sobornos y padecimientos. Su padre había muerto durante el asalto al cuartel del regimiento Pavlovski en Petrogrado y se habían quedado sin recursos, ni propiedades.

Su madre, la princesa Ada Artamonovna aún conservaba algunas joyas de la familia cosidas a las enaguas y a su ropa interior y confiaba en poder encontrar refugio en casa de alguno de sus numerosos parientes dispersos por Europa. Para ello contaba con un contacto, un antiguo amigo de su marido el cual les iba a procurar hospedaje temporal en su imponente mansión de Escocia; sólo hasta que pudieran instalarse de manera definitiva y a salvo en algún otro lugar que les pudiera mantener lejos del conflicto que asolaba a su país. Aunque ahora mismo, Europa también ardía.

Petrogrado, el lugar de origen de su familia, estaba próxima a la frontera alemana y se había convertido en un hervidero de soldados y de trabajadores hambrientos que soportaban sus padecimientos junto a los lujosos palacios de la aristocracia. Por desgracia, su familia era una de tantas que vivían ajenos al padecimiento del pueblo ruso bajo la protección del zar y amparada en sus privilegios heredados desde hacía generaciones. Habían sido educados para ignorar el padecimiento de otros menos afortunados —sometidos en la mayoría de los casos a la arcaica práctica de la servidumbre— pensando que aquel era orden natural de las cosas.

A principios de 1917, la ciudad estaba agotada por la Gran Guerra y la escasez de alimentos. Petrogrado se había convertido en un polvorín, cosa que no había pasado desapercibido a la perspicaz mirada de los hermanos Konstantinovich, cada vez más alarmados. La ira y la desesperación del pueblo parecía dirigirse contra quienes ostentaban el poder. Y pronto la familia de Dimitri como tantas otras, fue el blanco de la ira de una clase social oprimida, agotada hasta la hambruna, harta del abuso de los que habían acaparado todos los recursos y desgastada por los estragos que la Gran Guerra había provocado en la gran mayoría de los rusos.

Su hermano Stepan había puesto en sobre aviso a su padre:  Konstantin Leonidovich Artamonov, pero este estaba convencido de que todo se arreglaría amparado en la falsa confianza que tienen los que han tenido privilegios y han vivido en la opulencia. Los bolcheviques agitaban el ánimo popular, incitando a una creciente población insatisfecha a manifestarse. Alexander Shlyapnikov era una figura destacada dentro ese movimiento cuyo líder, Lenin, permanecía exiliado en Suiza desde 1905. Había dicho: «Dadles a los trabajadores medio kilo de pan y el movimiento se desvanecerá».

Y su padre se había fiado de lo que había dicho Shyapnikow quitándole importancia al movimiento popular. Sin embargo, nada había salido como había predicho. Lo que había sucedido no era sólo una revolución, sino una multitud de revoluciones.

Y de eso era muy consciente Stepan.

Aquella revolución era un rechazo no sólo del Estado, sino de todas las autoridades: jueces, policías, cargos públicos, oficiales de las fuerzas armadas, sacerdotes, profesores y terratenientes, todos los padres y maridos de mentalidad patriarcal, lo cual era aberrante. Las protestas no se habían desvanecido, sino que a finales de febrero de aquel año maldito de 1917, habían crecido en intensidad y virulencia. Fue cuando empezaron a aparecer las pancartas y banderas rojas que llamaban a derrocar a la monarquía.

Esmeraldas bajo un cielo sin nubes [Libro 2 ] Tu suerte: mi destino  [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora