Traicionando un reino (1)

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— ¿Qué es lo que sientes por Leonard?— el príncipe pregunto directamente y Gerald parpadeó un par de veces ligeramente desconcertado.

—¿Quieres saber si lo amo?— el príncipe asintió aunque no sin dudar — ¿Que si lo amo? Sí, sí lo amo, con todas mis fuerzas— Leandro sintió que un golpe en el estómago le hacía temblar las piernas y amenazar con enviarlo de rodillas al suelo con un dolor agudo que viajó desde su vientre hasta su pecho golpeando su corazón —Pero no estoy enamorado de él— Leandro levantó la vista a los ojos de Gerald.

—¿Qué?— desconcertado.

— Lo que he dicho, mi príncipe, le amo pero no estoy enamorado de él— Tomó aire antes de continuar— Leonard siempre ha sido como el hermano que nunca tuve, lo amo y haría lo que fuese por él, pero no estoy enamorado, no le veo de esa forma— Leandro bajó la mirada.

— Entiendo

— Debo decirle que en cuanto el doctor me lo permita, me lo llevaré de Palacio.

— No creo que a mi padre le guste la idea— Gerald suspiró.

— Con todo respeto, no tiene derecho a negármelo

— ¿Por qué lo alejas de mi padre?— preguntó más tranquilo.

— Porque su padre, mi príncipe, terminará por matarlo, me sorprende que aún no lo haya logrado— Meredith debía ser una mujer maravillosa para mantenerlo vivo y cuerdo aquellos dieciséis años, el amor de Leonard por Marco no era normal, tocaba la adoración y la idolatría.

— Mi padre no lo haría— Gerald suspiró no queriendo discutir ese tema con Leandro, el joven amaba a su padre y no sería él quién hablara en su contra.

— Solo confié en mí, príncipe

— ¿Por encima de mi padre?— Gerald dudó en ese instante qué responder, desde luego él no tenía derecho de pedirle al joven una confianza por encima de la que le tenía a su padre.

— Lamento haber insinuado algo así. No se repetirá, su Alteza— Leandro caminó hacia Gerald y puso una mano sobre su mejilla.

— Si me pides que lo haga, lo haré... yo puedo complacerte en cada deseo que salga de tu corazón Gerald— el muchacho le susurró y un estremecimiento le recorrió el cuerpo estacionándose en su entrepierna. Leandro era apenas un niño, el chiquillo podría ser su hijo y aun así... con todo y eso lo había tomado tan solo hacía una noche, lo había besado, amado y adorado una y otra vez, disfrutando de aquel cuerpo virginal y aquellos dulces labios... y por el cielo que deseaba volver a hacerlo. Cerró los ojos sintiéndolo tan cerca que dolía.

— ¿Qué es lo que quiere de mí, su Alteza... va a casarse... su prometida es hermosa y hasta hace poco me trataba como a un ser indeseable a su alrededor... si debo de pedir algo, solo deseo una respuesta...—abrió los ojos, le costaba hablar— ¿Por qué?— Leandro bajó la mirada sin saber bien qué contestar.

— ¿Te molesta servirme general?— Gerald se sonrojó.

— Sabe bien que no— y solo debía tocarlo para comprobar cuan duro se encontraba solo por un roce en la mejilla— pero deseo saber a qué debo prepararme.

— ¿Prepararte?— Gerald bajó la mirada con la derrota que no se permitiría mostrarle a nadie más.

— Para renunciar a sus caricias al casarse... o soportar compartirlas— Leandro pasó duro.

— ¿Soportar?... ¿así es cómo te sientes respecto a mí? ¿Algo que debes soportar?— no lo culpaba, no después de la forma en que lo había tratado. Gerald enfrentó su mirada.

— Soportar... porque sé que los celos me consumirán al verlo y no saberlo mío... — Leandro enrojeció.

— Soy tuyo Gerald...— aseguró y Gerald enredó los dedos en el cabello de su nuca pegándolo suavemente a su cuerpo.

— Sólo hasta que esta tarde ella te lleve de mí— susurró con pesar mientras acercaba su rostro al de su príncipe.

— No... nunca dejaré de ser tuyo... no renuncies a mi Gerald... aún si me caso reclámame porque solo a ti pertenezco— respondió suavemente y Gerald desvió el rostro negándose al beso que tanto anhelaba.

— No sirvo para ser el amante de nadie su Alteza, no me obligue a buscar esos labios clandestinamente cuando usted los cederá a su esposa libremente, no me pida que ame el cuerpo... que... que se dedicara a adorar el de ella... no me haga pasar por semejante castigo...— Gerald se hincó lentamente frente al príncipe y tomó su mano besando el dorso de su muñeca— se lo suplico... no me pida ser el oscuro secreto de su matrimonio.

Leandro abrió los labios y ni una sola palabra brotó de ellos, volvió a cerrarlos y negó sin saber cómo explicarle que no habría nadie más que él.

— Solo te deseo a ti...— dijo a media voz— Voy a casarme— sintió a Gerald estremecerse solo con la idea— pero no será real... te lo juro— se agachó buscando aquellas lagunas verdes que formaban sus ojos— Te lo prometo por mi honor, por Dios y todo lo divino que conozco... que nunca nadie más que tú podrá tocarme— Gerald tomó aire cuando su corazón parecía haber corrido un maratón ante las palabras.

— Pero su boda...— y Leandro le interrumpió.

— Una pantalla... nada más que eso... además... — sonrió— ...Eli jamás dejaría que alguien que no sea el hombre que ama le toque— Gerald parpadeó un par de veces.

— ¿Akon?— Leandro ladeó el rostro.

— ¿Cómo lo sabes?— se extrañó.

— Ella le mira... como alguien que recuerdo miraba al hombre que lo era todo en su mundo— si... justo como Leonard había mirado a Marco, con amor, adoración y respeto, con una visión idealista que le ponía a sus ojos al nivel de los dioses.

—Además quién sabe si me case—Leandro le regaló una amplia sonrisa y Gerald le regreso una pequeña y discreta, era demasiado rápido para ser un verdadero amante para Leandro, era difícil dejar atrás los años en los que vez tras vez le había tratado como una obra de caridad que se veía en la necesidad de soportar.

— Debe ir a hablar con ella, Alteza— Leandro volvió a acariciar la mejilla del hombre que amaba, no le reprochaba la aparente distancia que tenía hacia él aun después de haberse convertido en amantes, sabía que había sido un niño inmaduro y estaba mas que feliz de poder tocarlo, de escuchar sus recatados celos. Daría lo que fuese por que le tomase en sus brazos y no le dejara escapar, pero si no lo hacía Gerald lo haría el, era su turno después de ser tan imbécil con él.

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Traiciones RealesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora