Prólogo: Puedes ver tus alas

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  Las pesadillas habían inundado sus sueños, su descanso había sufrido las consecuencias: ojeras le enmarcaban el rostro. Contuvo un bostezo y comenzó a alistarse para el día. Se sentía aletargada, desganada, sin fuerzas. Como si aún estuviera soñando, salió de su apartamento y cogió el bus para ir al trabajo.

  La mañana estaba gris, lluviosa. El tipo de clima que ella prefería, aunque sonase raro. Los días tormentosos la hacían imaginarse historias con todo lo que se cruzase en su camino. Eso comenzó a hacer que su humor mejorase.

Se sentó y se puso a mirar al resto de los pasajeros. Se quedó observando a una mujer en particular. La misma le llamó la atención porque iba pasándose una barra de desodorante allí mismo. Al parecer alguien había tenido una peor mañana.

Llegó a su estación, se bajó del bus y comenzó a caminar las cuadras que le quedaban hasta la oficina. Trabajaba como secretaria de un corredor de raíces. Nada glamoroso, pero le daba el dinero suficiente para vivir.

El viento comenzó a azotarla, refrenándola y dificultándole el camino. Esta sería una tormenta grande, de seguro. Dificultosamente trató de seguir avanzando, dando pasos a ciegas. Las hojas de los árboles se arremolinaban a su alrededor.

Cuando finalmente logró arribar a la oficina, se encontraba sin aliento y desaliñada. Se dirigió al lavabo para arreglarse la ropa y el cabello, necesitaba estar presentable allí. Su camisa se encontraba cubierta de polvo. Gracias a los cielos, su obsesión por la limpieza la hacía llevar una muda extra. Se quitó la ropa sucia y estaba buscando el reemplazo de ésta cuando sintió una puntada en los omóplatos. Trató de alcanzar el lugar que le dolía con sus dedos, pero sentía como si algo se lo impidiese.

Asustada, se incorporó de golpe y volteó para mirarse al espejo. Fue la vista de su propio reflejo lo que la hizo gritar... ¿E-esas eran a-a-las creciendo en el medio de su espalda? Se congeló y la sangre huyó de su cuerpo. En ese instante lo vio todo negro y cayó desplomada al piso...

Voces a su alrededor la fueron trayendo de nuevo a la realidad. Abrió sus ojos, se encontraba acostada en la sala de estar de su trabajo, con su jefe y compañera observándola atentamente.

-¿Hale, cómo te sientes? -inquirió el primero con voz preocupada

-B-bien, creo que tuve una alucinación -respondió.

Pero en el momento que lo decía notó dos cosas: una, que ella seguía sin su camisa, aunque la habían tapado con un abrigo; y, dos, que la molestia en su espalda seguía, haciéndola entrar en pánico nuevamente.

-Por todos los dioses, Alina, ayúdala, has algo -entonces su compañera se inclinó sobre ella y tomó sus manos entre las suyas.

Sus extremidades brillaban de un intenso color verde (al cual asoció con las cruces de las farmacias). Allí estuvo a punto de desmayarse de nuevo, pero esa corriente de energía que fluía entre ambas no se lo permitió. Debía lucir aterrorizada, porque Alina le habló dulcemente, pidiéndole que se relajase, diciéndole que ya entendería todo. Entonces, más locamente que en la más loca de sus historias inventadas,le explicó que era un ángel, así, como si nada. Agregando que, de hecho, como vería, ella y Jonas también lo eran y por eso mismo la habían "contratado". Aparentemente, ese trabajo era una "tapadera" sobre lo que realmente ocurría allí. Ellos dos eran ángeles designados a ayudar a los novatos a descubrirse y hacer la transición.

-Todo muy lindo, pero, ¿de qué demonios hablan? ¡¿HAN PERDIDO LA CABEZA O ACASO YO LO HE HECHO?! -cuestionó Hale sin entender.

¿Sería posible que lo que le decían fuera real?

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⏰ Última actualización: Mar 01, 2015 ⏰

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El Reflejo de las AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora