Dicen que algunos amores se apagan, que el tiempo borra memorias, que el silencio rompe los lazos. Pero ellos... ellos eran la excepción. Porque lo suyo no fue solo amor, fue destino, fue promesa escrita en el alma.
Aunque la vida los llevó por caminos distintos, aunque pasaron años y el mundo cambió... había algo que nunca murió: lo que sentían el uno por el otro.
Cada vez que sus corazones latían, aún lo hacían al mismo ritmo, como si nunca se hubieran soltado de verdad.
Los años marcaron sus memorias. Leslie era psicóloga clínica, dedicada, amorosa, apasionada. Amaba la música, las conversaciones largas, los atardeceres, y sobre todo, estar con su familia y con quien le robó el alma una vez: su prometido. Guardaba una fuerza interior que pocos conocían, la de alguien que había amado con el alma, y aún lo hacía... aunque en silencio.
Alex era serio, de esos que pocos logran descifrar. Pero por dentro, era un océano de sentimientos. Cariñoso cuando entregaba el corazón, comprometido con su esposa, con sus hijos: Sofía, de 4 años, y Andrés, de 7. Era un hombre que amaba profundamente, pero había una parte de él que permanecía sellada. Un rincón de su alma donde vivía un recuerdo que el tiempo nunca logró borrar.
Ambos compartieron un pasado en común cuando ella tenía 15 años y él 19. Una historia que duró poco más de un año y medio, pero que dejó huellas más profundas que muchas historias de décadas. Se amaron con la inocencia de los primeros amores, pero también con la intensidad de dos almas que, sin saberlo, ya se habían reconocido de antes... quizás de otra vida.
A veces, cuando el mundo callaba y la noche era cómplice, Leslie se encontraba pensando en él. No como una ilusión, sino como algo real, latente. Y Alex, en esos momentos de silencio mientras veía dormir a sus hijos, sentía un vacío que no podía explicar... como si algo suyo estuviera lejos, en otro lugar, en otro corazón.
Y es que hay amores qu
El amor evocaba sentimientos incomprendidos entre los ecos del abismo, creer en el amor era una apuesta ciega, un casino adictivo que en cuestión de segundos podría acabar con toda tu vida o arruinarlo todo.
Quizás en toda mi vida pensé que el amor era el típico feliz por siempre, a pesar de que te partieran el corazón, de que eligieras por encima de tus propios deseos, porque entre lo correcto e incorrecto debías solo tomar la decisión ganadora. Eso era el amor, una creencia oscura que te consume cuando abres la puerta.
Mi historia de amor no es un romance misterioso o una película con un final feliz, es más un recuerdo que trato de olvidar día tras día porque elegía la persona incorrecta, porque tenía miedo y ese miedo me consumió.
Siempre me pregunté a mí misma que se sentía amar y ser amado, fingí sentir amor y solo fui amada, aún me pregunto que hubiera sido de mi vida si no hubiera fingido amar, quizás y solo quizás habría conocido el verdadero amor.
- Sálvame cuando esté hundida en lo más profundo de mi oscuridad y permíteme amarte aunque el mundo deje de existir, porque sé que al final si dos caminos están destinados a estar juntos, no importa si pasa toda una vida...