Observaba la rutina diaria del instituto Eeriavale con mi habitual curiosidad. Era un lugar familiar, lleno de rostros conocidos y conversaciones triviales. También estaba ese chico entre la multitud, con su cabello rojizo, destacando entre la masa de estudiantes, pasando inmiscuido, como cada vez. Sin embargo, algo cambió una mañana. Nos enteramos de una muerte, pero no había ninguna respuesta.