La vi por primera vez justo cuando terminaba el peor día de mi vida. Lo recuerdo bien porque miré el reloj antes de abandonar mi nueva y poco confortable habitación. Ella bailaba sin música bajo la luz tenue de la luna y algo en esa danza me hizo olvidar por un instante lo infeliz que era. Sin embargo, el hechizo se rompió en cuanto me descubrió observándola y decidió interrumpir sus movimientos.