El cosquilleo de su estómago no hacía más aumentar, y su mano temblaba aún más cada vez que intentada detenerlo.
Era irónico. La gente lo conocía como uno de los hombres más valientes y osados de toda la nación, pero a penas podía controlar los latidos acelerados de su corazón al pensar en ella.
Tragó saliva y reunió las fuerzas que le quedaban para empujar la puerta, que estaba entreabierta. Dio dos toquecitos a la madera de caoba, muy común en la alta sociedad, y dejó que chocara con el ladrillo de la pared, abriéndola, suevamente, pero de par en par.
Hazel Sallow estaba sentada en la cama junto a una antorcha, entrelazando sus cabellos. Desplazó su mirada hacia él y su simple contacto visual le acarició el interior del cuerpo. Sus ojos decían todo lo que su boca no.
No sabía que estaba haciendo, solo que las consecuencias de ello le llegarían pronto. Era muy tarde y al alba sus soldados y él saldrían a la guerra.
Pero así era su corazón, testarudo y rebelde, pero jamás pensaría que se lo entregaría por completo a una mujer, y mucho menos a Hazel.
- I: La espada y el anillo
- II: El silencio de la mentira
- III: La casa Stekur
- IV: Actos sin honor
- V: Fango, lodo y barro
- VI: Propuestas, y más propuestas.
- VII: Una boda repentina
- VIII: Besos junto al fuego
- IX: La casa de placeres
- X: El filo de la espada
- XII: La chica del prostíbulo
- XIII: Una corona para ella
- XIV: El deber que cumplir
- XV: La rosa de Irwin
- XVI: La reina regente
- XVII: Sangre en el cuello
- XVIII: Víboras en la mesa
- XIX: La frontera
- XX: Problemas en el paraíso
- XXI: Polos opuestos de un imán
- XXII: Sangre perdida
- XXIII: ¿?
- XXIV: La muerte venidera
- XXV: Belladona
- XXVI: Tierrasrojas.
- XXVII: Calen Betancourt
- XXVIII: No servir a nadie